La inmortalidad está en la mente

Los misterios del cerebro se están empezando a desvelar a un ritmo revolucionario. El físico Michio Kaku los pone al alcance del público en 'El futuro de nuestra mente', un libro donde aventura un devenir en el que lo controlaremos todo con el pensamiento

Michio Kaku

Michio Kaku / periodico

IDOYA NOAIN

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Durante mucho tiempo la humanidad ha mirado al espacio como la última frontera: ese misterio que nos empequeñece, esa posibilidad que nos agiganta. Ahora, la mirada de muchos se está volviendo, no obstante, a un universo mucho más diminuto, tanto o más fascinante, durante siglos también una caja negra cuyos secretos se están empezado a desvelar, a un ritmo revolucionario en la última década: el cerebro humano, nuestra mente.

Cada pocos meses, incluso cada pocas semanas o cada pocos días, llegan noticias de los últimos descubrimientos, avances, prometedores experimentos... Percepción artificial creada en cerebros de monos y ratones, humanos a los que se les implantan estimuladores electrónicos que permiten superar parálisis o reducir los temblores del Parkinson, mecanismos que permiten ver pensamientos o grabar memorias... El 12 de junio, si todo funciona según lo previsto, en Sâo Paulo un joven brasileño hará el saque de honor que dará arranque al Mundial. El joven es parapléjico. Chutará el balón gracias a un exoesqueleto robótico que mueve un ordenador que el joven controla con la mente.

"Vamos a vivir en un mundo en el que podremos controlar mentalmente las cosas", asegura Michio Kaku, doctor en Física y cuyo último libro, 'El futuro de nuestra mente', es precisamente una mirada a ese mañana, antes solo imaginado, que cada vez es más plausible y más cercano. "Entraremos en una habitación y controlaremos las luces, los electrodomésticos… Escribiremos y enviaremos mentalmente los correos electrónicos. Llamaremos al coche y lo conduciremos mentalmente. Internet estará en una lentilla y se darán órdenes mentales. E igual que hoy hay niños que no saben qué es una máquina de escribir, los de mañana no sabrán qué era un teléfono móvil y preguntarán asombrados: '¿Se vivía en un mundo en que había que tocar la pantalla, en que había que teclear?".

Habrá que esperar

Kaku no llama a engaño. Hay tiempos. La lucha contra las enfermedades mentales, que se calcula que el 15% de la población experimentará en algún momento de su vida, es la meta más inmediata, y eso explica buena parte de las millonarias inversiones e iniciativas en que se han sumergido, entre otros, Europa y Estados Unidos. Ha dejado de ser ciencia-ficción, por ejemplo, la idea de que en algún momento no muy lejano podrán cargarse memorias a los enfermos de alzhéimer. El entendimiento cada vez más claro de cómo opera la mente, en términos de flujo de energía, acerca la esperanza de luchar contra males como la esquizofrenia o el desorden bipolar, que, como muchas enfermedades mentales, tienen su raíz en un cableado fallido en el cerebro.

Pero hay un más allá. Algunas de las puertas abiertas son todavía demasiado diminutas para que podamos entrar. Por ahora, por ejemplo, solo se han conseguido grabar memorias muy simples de ratones. Kaku, que ha elaborado su libro basándose en entrevistas con los líderes en estos campos de investigación, calcula que hasta la próxima década no se podrán registrar las de primates. Y solo después llegarán las de humanos, lo que podría permitir descargar esas memorias en pacientes de alzhéimer, en "una especie de marcapasos cerebral". Más tarde aún llegaría la grabación de memorias más complejas, de habilidades, y "quizá podamos tener un disco duro que nos permitirá hacer una copia de seguridad de nosotros mismos y aprender habilidades útiles".

Por pequeña que sea la puerta, está abierta. Y gracias a la combinación del genoma (el mapa de todos los genes de nuestro cuerpo) y del conectoma (el mapa de todas las conexiones neuronales) se perfila un mañana que acaricia la inmortalidad, o al menos una forma de inmortalidad.

"Biblioteca de almas"

Según lo explica Kaku, en los últimos 50 años nos hemos acostumbrado a la idea de que el cerebro es 'wetware' (algo así como soporte orgánico) y la mente es software. Y pueden existir separados. Por hacer una analogía, la mente sería como Windows: es el programa con el que funciona un ordenador, pero puedes escribirlo en un folio, puedes separarlos. Y a eso se está llegando ahora en la investigación científica. Cuando morimos, 'wetware' y 'software' dejan de existir. Pero si existen genoma y conectoma, ¿estás muerto? Toda la información que se ha recogido de uno podría descargarse en un ordenador. Y se seguiría viviendo cuando uno ya no está. Por eso Kaku habla de un futuro en el que habrá "una biblioteca de almas".

Si "el yo del genoma y el conectoma permite perdurar tras la muerte del cuerpo físico, las implicaciones serán enormes" y, para Kaku, entre otras cosas, pondrá algo en evidencia: "Nuestra limitadora visión del mundo actual, predispuesta por nuestra fecha de muerte, aunque no lo digamos". "Somos los únicos animales que entienden el tiempo –argumenta–. Los animales no entienden el mañana. Nosotros sí, y entendemos que vamos a morir. Y en todos nuestros planes, mentalmente, e incluso sin pensarlo, tenemos esa proyección. Pero ¿qué pasaría si pudieras tener varias vidas? De repente no pensarías en términos de 'tengo que' (tener una carrera, casarme, tener hijos…). Podrías cambiar, convertirte en una persona absolutamente distinta, explorar…".

En arraigadas preguntas trascendentales, las más profundas, se inyecta nueva vida. ¿Quién soy? ¿Soy solo un producto de cosas que pasan a mi alrededor? ¿Soy solo un puñado de neuronas? ¿Soy un alma? ¿Qué es eso llamado conciencia? Y conforme avanzan ciencia y tecnología se plantean también nuevos dilemas éticos.

Drogas que permiten olvidar

Una comisión presidencial en Estados Unidos, por ejemplo, decidió en contra de la comercialización de drogas que permiten olvidar. Y científicos como Kaku no lo entienden. Él coincide con la idea de que algunas pequeñas malas memorias son buenas, nos hacen mejores personas, nos enseñan lecciones sobre qué debemos hacer y qué no. Pero hay otras memorias, dice, "que te paralizan tanto que te reducen hasta la incapacidad, te torturan, no te dejan funcionar. Hay lesiones muy severas que no te enseñan nada; memorias horrorosas de guerras, violaciones, confinamiento o brutalidad que te incapacitan... ¿Y qué aprendes, por ejemplo, de un accidente de coche en el que has perdido los brazos y las piernas?".

Se plantea también quién tendrá acceso a memorias y, sobre todo, habilidades que se pueden cargar en el cerebro. Y Kaku visiona un mundo en que, como ha sucedido con la revolución tecnológica, a la primera generación, que será muy cara, tendrán acceso primero los ricos. Pero, como con la tecnología, se superará la temida brecha digital. "Conforme pase el tiempo, lleguen la producción en masa, la competición y otras cosas, bajarán los precios y la gente corriente tendrá acceso a ello. También los criminales".

Asimismo, hará falta legislar, aunque, si la experiencia sirve de precedente, las leyes irán con retraso respecto de la realidad. "Basta mirar a la genética –plantea Kaku–. Antes o después van a aparecer genes de diseño en el mercado. Antes o después se prohibirán algunas cosas de biotecnología, como la clonación. Pero ¿quién va a frenar a un laboratorio 'underground' para que no venda en el mercado negro? Nos llevará unas décadas, pero es perfectamente viable que en unas cuantas haya genes para concentrarse más, tomar menos riesgos, asumir menos impulsividad, genes que sabemos que existen estudiando a gemelos. Imaginemos que hay un gen que te ayuda a concentrarte. Los padres van a comprarlo porque quieren que sus hijos se concentren y estudien. Y si hay rumores de que el vecino lo tiene, ellos lo van a querer también. Si tienen que ir a Hong Kong y comprar en un cuarto trasero, lo harán. No hemos podido parar la heroína. ¿Qué opciones tendremos de parar los genes de diseño cuando estén disponibles? Posiblemente viviremos en un mundo con un poco de heroína, un poco de genes de diseño y unas pocas memorias ilegales".

Robots para trabajos repetitivos

Todo el avance hace también obligatorio mirar al mundo de los robots. Y en este campo Kaku cree que el proceso es mucho más lento de lo que mucha gente pueda anticipar. "La gente ve las películas de Hollywood y cree que vamos a tener robots mayordomos, pero eso no va a suceder en ningún momento cercano. Son mucho más primitivos de lo que la mayoría cree. Son muy buenos en trabajos repetitivos, porque, y nos olvidamos de eso, son muy buenas calculadoras, eso es lo que son, máquinas de sumar. Hace 50 años cometimos el error de pensar que el cerebro era como un ordenador. Pero no lo es, no tiene sistema operativo, no tiene ni un solo atributo de un ordenador salvo neuronas. Es una red, una máquina de aprendizaje, después de aprender una tarea se reconstituye con esa nueva tarea aprendida y puede hacer cosas que no son repetitivas: creatividad, análisis, imaginación, experiencia. El ordenador, en cambio, nunca aprende; comete el mismo error una y otra vez, porque es una máquina".

El razonamiento hace fácil pensar qué trabajos estarán condenados en el futuro: los repetitivos, los relacionados con aspectos de contabilidad, de inventario, de cosas que involucran una calculadora. Esos están desaparecidos. Pero los trabajos que requieren imaginación, creatividad, ciencia, liderazgo, resultado artístico, esos no los pueden hacer los ordenadores.

Hay que adelantar mucho en el tiempo para llegar a imaginar el momento en el que una máquina a la que se le implanten memorias, emociones, habilidades, llegue a asumirlas y se haga autónoma. "Hoy –según explica Kaku– esas memorias grabadas solo funcionan si se colocan en otro hipocampo. Solo podrá empezar ese proceso cuando se creen ordenadores capaces de aprender. Pero hoy la curva de aprendizaje de las máquinas es plana. Ahora mismo, los robots tienen la inteligencia de una cucaracha. En el futuro, los habrá con la inteligencia de un ratón, luego de un perro y al final de un mono. Pero faltan décadas. Historias como la de 'Her' [la película de Spike Jonze en que un sistema operativo entiende sutilezas del lenguaje, aprende y siente], no van a pasar mañana. Cuando el ordenador Watson ganó a sus competidores humanos en Jeopardy (un concurso estadounidense de preguntas) ni siquiera sabía que ganó. No sabe qué significa ganar. No sabe qué es un humano. No sabe siquiera qué es un ordenador".