UNA historia deL EIXAMPLE... la Estació del Nord

De las vías ferroviarias a las carreteras

La terminal de Nàpols abrió en 1862 para enlazar Barcelona y Zaragoza en tren

Más que una estación 8Una galería comercial ocupa la planta baja.

Más que una estación 8Una galería comercial ocupa la planta baja.

PILAR GARCÍA
BARCELONA

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Unas estridentes luces de neón conducen hasta un locutorio. Más allá, un avispado comerciante vende las maravillas de sus variopintos suvenires «de aquí y del mundo». La planta baja de la estación de autobuses Barcelona Nord transmite los sabores de un pintoresco bazar, aderezado con butacas-relax, pantallas con conexión a internet y hasta un futbolín. Ese colorido contrasta con la tenue huella en el mobiliario del pasado ferroviario del edificio. El restaurante, al fondo de la galería, conserva un cierto aire añejo: el letrero que preside la barra inspira el nombre de una antigua estación de tren, aunque en su lugar se lea el de la omnipresente Coca-Cola.

El origen de la conocida como Estació del Nord, hoy núcleo central de llegada y salida de autobuses de Barcelona, se remonta a 1852, cuando la Compañía del Ferrocarril de Zaragoza a Barcelona obtuvo la concesión para construir y explotar una línea férrea entre ambas capitales. «El primer tramo de la línea en servicio era el que unía Montcada y Sabadell de 12 kilómetros de longitud», explican Rosa Giralt y Albert Pérez en la publicación Dos paisatges industrials de Barcelona: Les estacions del Nord i de França, del fondo documental del Museu del Ferrocarril de Vilanova. La línea se prolongó hasta Terrassa (1856) y Manresa (1859), pero los trenes no llegaban entonces a Barcelona «por falta de estación propia en la ciudad». En 1860, la línea llegaría a Lleida y, en 1861, a Zaragoza. La terminal barcelonesa se construyó, bajo la batuta del ingeniero Pere Andrés i Puigdollers, en los denominados Horts de Sant Pere, en torno a la zona militar de la Ciutadella y el Fuerte Pienc. El proyecto se concibió a partir de dos edificios paralelos: uno para las mercancías y otro para pasajeros y oficinas. El 21 de mayo de 1862 se inauguró la obra. A lo largo de los años, experimentó varias remodelaciones y su gestión pasó, en 1878, a la Compañía de los Caminos de Hierro del Norte de España hasta la creación, en 1941, de Renfe. El cierre de la también llamada estación Barcelona-Vilanova llegó en 1972. «El último tren de viajeros que entró en la citada estación fue el Ter procedente de Madrid, vía Lérida, que lo hizo poco después de las 22 horas de ayer», apuntó La Vanguardia Española el 24 de septiembre.

Pero el anuncio de que el edificio sería la sede de las pruebas de tenis de mesa de los Juegos Olímpicos del 92 lo salvó con la reforma de los arquitectos Enric Tous y Josep Maria Fargas. Al año siguiente empezó a funcionar como estación de autobuses. De las nueve empresas que operaban y 1,3 millones de viajeros, ha pasado a 28 operadores y 2,8 millones de usuarios de sus 80 líneas con destino a medio mundo , según Barcelona Serveis Municipals (BSM).

Pedro Gay, veterano conductor de la estación, viaja ahora solo al aeropuerto de Girona, pero recuerda con cariño aquellos eternos trayectos por carretera. «El más largo lo hice a Praga. Fueron 20 horas. Ahora, con los vuelos baratos, ya no se va tanto en bus», apunta. La relación con los pasajeros tampoco es tan estrecha. Lo tiene claro: «Ahora todo el mundo va a lo suyo».