Análisis

29 votos y un sinfín de daños colaterales

DAVID TORRAS

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L a que Sandro Rosell presentó como la decisión social «más importante en la historia del club» la votaron 1.020 compromisarios. Hubo 468 a favor, 439 en contra y 113 en blanco. Así que por 29 votos de diferencia, entre ellos los de la mayoría de los directivos y de los socios invitados por la junta, se aprobó la acción de responsabilidad, una herida que lleva cuatro años supurando y que el Barça sigue y seguirá pagando, y que paradójicamente se fraguó en los mejores años deportivos de su historia.

Aquel día, Rosell, uno de los principales instigadores de plantear la medida, votó en blanco, para sorpresa de sus propios compañeros. Ni lo sabían ni lo esperaban y, hoy, cuando ha desaparecido del mapa, hay quien sigue recordando aquel gesto con cierto desengaño, el mismo que sienten ante una dimisión sobre la que unos cuantos todavía no saben las causas reales. Así que el expresidente podrá decir que él no apretó directamente el botón que puso en marcha un proceso tan doloroso de la misma manera que asegura, también para desespero de algunos compañeros, no haber leido la letra pequeña del peculiar contrato firmado con Neymar.

Josep Maria Bartomeu, que entonces votó a favor, ha intentado dar marcha atrás al proceso o por lo menos ha movido hilos con ese propósito con más determinación que su antecesor. Pero al final la junta ha decidido seguir adelante asumiendo que pagan justos por pecadores y que algunos de los afectados llevan cuatro años soportando una inmerecida presión. Incluso con la certeza de que los daños colaterales son muchos, no ha habido perdón ni consideración a pesar de que algunos de los que han bendecido esta condena podrían estar en el otro lado. RosellBartomeuMoixMonés y Faus formaban parte de aquella junta y participaron en algunas de las actuaciones por las que ahora deberán rendir cuentas otros. Así que unos vivieron los mejores años de su vida hasta que dimitieron y en cuanto volvieron al palco tras una larga campaña en la sombra han acabado provocando que otros vivan los peores sin merecerlo.

No era fácil paralizar el proceso, entre otras cosas porque en el grupo de afectados hace tiempo que se perdió la unanimidad, y el distanciamento entre una mayoría y Laporta se ha ido agravadando. Hay quien ha rechazado cualquier pacto, decidido a llegar hasta el final con la confianza de que la ley estará de su lado. Y en el otro bando se recurre a la negativa persistente de hacer alguna concesión para alcanzar un punto medio de entendimiento y tener una justificación para frenar un proceso nacido en una asamblea. Claro que en alguno de esos contactos hubo quien llegó a plantear que le echaran toda la culpa a Laporta y listos. Demasiadas cuentas pendientes planeando entre unos y otros, y en unos cuantos casos el sentimiento legítimo de sentirse ofendidos y maltratados.

Hay quien compara la situación con la denuncia de Jordi Cases, señalando que los mismos que aplauden que Rosell se haya sentado en el banquillo para dar explicaciones  por contratos dudosos lamentan que Laporta y compañía desfilen ante el juez. Más allá de poner de relieve la división social, el espíritu puede ser el mismo pero la ejecución no. El caso de Neymar afecta solo a los responsables directos de un fichaje sobre el que estamparon su firma. En la acción de responsabilidad hay unas cuantas firmas de peso que están libres del proceso.

Tan escrupulosa a la hora velar por la imagen del Barça, ni que sea a cuenta de personas que participaron en la mejor etapa de su historia, la junta no parece en cambio inquietarse por los efectos de su vinculación con Catar. No hay debate sobre esa alianza a pesar de que el nombre que luce el equipo en el pecho y que empapela el club de arriba a abajo es el mismo que aparece periódicamente en los diarios de todo el mundo por sus posibles relaciones con Hamás y el Estado Islámico, como ha ocurrido estos días tras el asesinato del periodista James Foley. Siempre se puede decir que, al igual que la acción de responsabilidad, cuenta con el visto bueno de los socios, simbolizado en los 697 votos a favor de la asamblea de compromisarios. Y que con Catar las cuentas son más sencillas. Esta temporada ha pagado 30 millones de euros y el club ha presentado un supéravit de 40.

Quienes más han apelado a la transparencia, menos claros han sido a la hora de explicar el contrato de Catar, el de Neymar y las irregularidades en el conflicto con la FIFA, que han acabado asumiendo tras usar la Masia como coartada victimista, y recurriendo a la mano negra para explicar todos sus males.