Las semifinales de la Copa

Otra final, otra fiesta

El Barça de Guardiola se guarda la carta de la Copa para mayo en el reencuentro con el Athletic

Messi, totalmente  rodeado de contrarios, trata de superar la entrada de Ruiz.

Messi, totalmente rodeado de contrarios, trata de superar la entrada de Ruiz.

DAVID TORRAS
BARCELONA

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Y van 12 finales, sí, 12, en menos de cuatro años. Así va escribiendo la historia este Barça, inagotable, insaciable, empeñado en ir más lejos de lo que ningún equipo jamás ha ido, una dimensión desconocida a la que no se adivina final. Anoche, el Barça de Guardiola no dejó pasar la oportunidad de dar un paso más en su viaje interminable por la gloria y se guardó en la manga una carta que jugará a final de temporada frente al poderoso Athletic de Bielsa, cuando el resto ya ande de vacaciones, para completar un póquer, un repóquer o un sexteto. De momento, ya tiene tres ases (Supercopa de España y de Europa y Mundial de Clubs) mientras otros siguen pidiendo cartas y le quedan tres manos por jugar.

La partida de ayer mereció ser más contundente, pero igual que ocurrió en Mestalla, el equipo se quedó a medio camino no tanto por su culpa como por la enorme figura de Alves, responsable de que el Valencia haya estado vivo más de la cuenta. Un benevolente 2-0, concretado con demasiado retraso, y que camufla la enorme superioridad azulgrana. Pero la noche dejó buenos detalles más allá de ese corto marcador. El inmenso Puyol, coreado tres veces por la grada, corriendo y saltando como si sufriera el síndrome de Benjamin Button, y fuera hacia atrás, cada día un poco más joven. O Mascherano, que detesta que le llamen jefecito aunque, le guste o no, se comporta como un jefazo. O Cesc que, por momentos, parece tener clones repartidos por todas partes y aparece donde nadie le espera. Bueno, sí hay alguien que siempre adivina dónde estará, Messi, la Pulga que le perdió de vista a los 16 años pero que parece que siempre ha estado a su lado. Y, ayer, hasta Pinto tuvo su momento de reconocimiento en medio del runrÚn que acompaña cada balón que le llega a los pies. Con él, con sus trenzas y su peculiar estilo, el Barça ha alcanzado la tercera final de Copa. Toda una recompensa para un secundario que vive en la sombra.

MESSI CONTRA ALVES / No vinieron todos, pero el Camp Nou acogió a 69.476 valientes, que pasaron por encima del frío para atender la llamada de Guardiola. Quien cayó antes de hora fue uno de los grandes enemigos, Soldado, que se quedó con gripe en el hotel, una trastada para la pizarra de Emery. Busquets y Pedro tampoco entraron en acción, pero sí lo hizo Xavi, el cerebro, aunque le costó entrar en juego quizá porque no es de los que agradece el descanso. Pero, al final, cuando el Valencia estaba con 10, apareció para desvanecer sufrimientos.

Y todo porque hubo dos partidos, el que se jugo entre 20 futbolistas, y el que jugaron Messi y Alves, que no tuvo bastante con pararle el penalti en Mestalla y que anoche se empeñó en amargarle la existencia. Conociéndole es fácil imaginar cómo debió sentirse, estrellándose una y otra vez contra ese muro. Seguro que ni el pase estratósferico que le envió a Cesc en la jugada del gol, le compensó. Pero le quedan por delante un sinfín de citas para sacarse ese extraño maleficio que le persigue. La falta de costumbre y la condena de luchar siempre contra sí mismo.

LA CONDENA DEL MADRID / Doce finales, una barbaridad, una gesta que merece más que elogios. Atrás quedan 10 títulos, y una sola derrota. Pero justamente quien le arrebató esa copa, y en la prórroga además, ya cumple condena. Sí, el Madrid, el campeón, ha perdido de vista la Copa de la que tanto presumió. Normal, es la única que ha ganado en más de tres años frente a las 13 del Barça.

El último gesto de Guardiola fue dar entrada a Iniesta, un mensaje más de esperanza ante lo que viene.

A lo lejos, espera el Athletic. Y Bielsa. Otra final, otra fiesta entre vascos y catalanes.