Análisis

Mejor por comparación

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ERNEST FOLCH

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La maquinaria emocional del Barça funciona por un curioso método absolutamente genuino, que es el de las comparaciones, como profetizó sabiamente en su día Tito Vilanova. Medirse con su propio pasado es el motor que arranca o paraliza el equipo, según si sale ganador o perdedor. El Barça 2014-2015 invita al optimismo porque, inconscientemente o no, ha colocado la foto de su nuevo perfil aseado y risueño al lado del retrato triste y decadente del pasado curso.

El Messi presionador y hambriento del domingo brilla con mucha más fuerza si lo ponemos al lado del jugador que andaba cabizbajo en aquel final siniestro del pasado campeonato. La excitante irrupción de Munir es todavía más notoria si la comparamos con la falta de interés que había últimamente en el club por el talento de La Masia. Pero es en el banquillo donde la comparación se hace escandalosa, por no decir dolorosa. Porque las excelentes sensaciones que transmite Luis Enrique delatan, también por comparación, una verdad mucho más cruel: el Barça, sencillamente, vuelve a tener entrenador. Seguro que algunos culés discreparan de Luis Enrique en algunas decisiones, como esta excesiva marginación de Xavi, el asunto Deulofeu o la suplencia de Bartra, pero nadie podrá negarle que tiene su propio criterio y, sobretodo, su propia personalidad. Puede gustar o no, pero hay una gran noticia previa a cualquier debate: ha venido alguien con ganas de pilotar la nave.

La sensación es que, después de mucho tiempo, las grandes decisiones ya no las toman los jugadores sino el entrenador. El epicentro del club vuelve a estar en el banquillo, como en los viejos tiempos de Pep Guardiola, ahora que hablamos de comparaciones. En este nuevo escenario, todo el mundo parece sentirse más cómodo: el vestuario, porque descubre que a veces es mejor ser mandado en lugar de mandar; la secretaria técnica, porque encuentra por fin una interlocución con sentido común, y la directiva, porque puede volver a situarse en un segundo plano después del enésimo varapalo de la FIFA.

Asumir la responsabilidad

En realidad, la gran novedad de esta temporada consiste en una especie de déja vu: el Barça vuelve a fiarlo todo al entrenador. ¿A que les suena de algo? Pero se equivocaría el club si vuelve a caer en la tentación de esconderse tras el entrenador, porque será difícil que el ascendente de Luis Enrique sirva para tapar la chapuza de la FIFA o esta presencia cada vez más insoportable de Qatar en el pecho, que compromete día sí y otro también la imagen internacional del club. El entrenador ya tiene suficiente con volver a engrasar una maquinaria que estaba muy oxidada y que ahora vuelve a ilusionar. Ni que sea por comparación.