Melancolía centrocampista
Con retranca, Jorge Valdano indicó durante la transmisión televisiva que, por si él fuera, «iría a buscar a Xavi a Catar». Observaba que el juego a menudo atribulado del Barça reclamaba una pausa. No había que ir tan lejos para calmar las aguas azulgranas. Andres Iniesta se encontraba a pocos metros, en el banquillo. Se supone que no estaba para forzarle desde el principio.
Cuando salió, el partido se hizo reconocible. El equipo recuperó el centro del campo. El estadio se iluminó con las sonrisas de los seguidores barcelonistas. Hasta Sergio Busquets, una bestia casi todo el partido, recuperó la elegancia perdida durante tantas semanas.
La historia más triunfal del club se ha cimentado desde la medular, eso lo sabe todo el mundo. Y reconfortó ver de nuevo el pase corto, la posesión larga, la paciencia, los cambios de ritmo, el movimiento de banda a banda del balón a ras de césped... Fue balsámico. Como volver a escuchar una canción con significado íntimo después de muchísimo tiempo.
La flor de Zidane
La canción, lamentablemente, sonó poco. Y buscamos explicaciones con aire nostálgico. ¿Qué se hizo de nuestro centro del campo? Y quizá ahí está nuestro error. Pedir a André Gomes, Arda Turan o Denis Suárez que hagan de Xavi o Iniesta resulta injusto. O desatinado. Seguramente no es una imitación lo que pide Luis Enrique. Al fin y al cabo, sus múltiples éxitos se han labrado de otra manera, con menos orfebrería. Pero esos 15 o 20 minutos de fluidez tras la salida del genio del Fuentealbilla provocaron un incuestionable subidón, que Sergio Ramos se encargó luego, también a su manera, de desbravar. Abonó la flor de Zinedine Zidane una vez más. Su Madrid no deslumbra, pero es altamente competitivo. A ratos tímido, a ratos valiente. Así va sorteando obstáculos.
«No me arrepiento de ninguna de mis decisiones tomadas durante este partido», comentó el entrenador azulgrana. Su principal baza era poner a Iniesta. Después de tantos millones gastados, la mayoría en el centro del campo, la solución fue uno que lleva toda la vida bailando hasta en charcos. Cada vez se le necesita más, y esa no es una buena señal. Significa que el entramado colectivo tiene disfunciones. Suerte que aún estamos a noviembre.
Ahora a la hinchada se le tuerce el gesto con Arda, y más lo hará tras la falta ridícula que cometió en el último minuto antes del gol de Ramos. Y con André Gomes empieza a pasar algo similar. Se resopla de impaciencia ante esa compostura lánguida, de saudade, que desprende.
Hay que darle tiempo, es evidente, que el primer año es siempre espinoso y se le intuye clase. Luis Enrique le da confianza. Debe suponer que el día menos pensado explotará. Pero mientras eso no sucede, mientras tratamos de identificar al más fiable para acompañar a Iniesta, envidiamos del Madrid a Modric. No aceptarán canjes, ¿verdad?
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