Un ciclón imparable
Al inicio, fue la magia. Luego, llegó la furia. En un cuarto de hora final demoledor de la primera parte, el Barça liquidó al ultradefensivo Levante con la precisión quirúrgica de Messi –regala goles a sus compañeros, sobre todo a Neymar, como si fueran chucherías en la puerta del colegio– y la contundencia en el remate de Rakitic. Una delicia de tanto el 0-1. El desmarque de Ney, el pase de Leo, la astucia del brasileño. Y un mensaje contundente el 0-2 demostrando que hay otros caminos para llegar al gol. No solo vale el pase.
Entre medio, Messi demostró que es humano porque falló, de manera muy extraña, un penalti. Tiene derecho a fallar todos los que quiera, pero hasta él mismo se sorprendió de que su zurdazo, también insolitamente furioso, como si le fuera la vida en él, se marchara a la grada del Ciutat de Valencia. Él forzó la pena máxima, él forzó la expulsión de Vyntra tras un mágico pase bombeado, curvado, exquisito.... Y él erró.
EL SUFRIMIENTO DE MATHIEU
Pero el Barça de Luis Enrique, que vivió al borde del abismo en algunos ataques directos del Levante donde Mathieu sufrió más que de costumbre, obligado a defender en un latifundio –todo el campo azulgrana le pertenecía al francés y a Mascherano–, agobiado por la velocidad del pícaro Morales. Superada esa angustia inicial, gracias especialmente a la rapidez de Alba, más hombre bala que nunca, el equipo de Luis Enrique halló el sosiego en el pase de Messi. Un pase que vale un partido.
Abierta la puerta del Levante, más que un equipo de Mendilibar –le encantaba presionar arriba–, parecía un equipo de Caparrós, todo fue más fluído. En apenas 11 minutos decisivos, dos goles, con uno menos el equipo granota, el Barça sentenció el encuentro. Cuando se marchó al vestuario, era el Levante un grupo de jugadores abatidos, aturdidos al comprobar que Messi corre tanto hacia delante como hacia atrás, robando pelotas con intensidad en la abandonada casa de Jesús, el meta que le regaló este verano el Madrid al club valenciano.
Liquidado el partido al final de la primera parte, el Barça se dio un festín en el inicio de la segunda, demostrando que tienen un hambre infinita. Regalada la primera chuche a Neymar, lesionado después, aunque no quería salir del campo, le dio otra a Sandro, un delantero con gol (tres jornadas de Liga ha jugado, lleva dos tantos), y demostró que tiene un perfil de generosidad extrema.
Y RAKITIC, DE MEDIOCENTRO
A través del ingenio arquitectónico de Messi, el Barça realizó un tratado de eficacia. No tenía, todo hay que decirlo, rival decente enfrente, por lo que Luis Enrique probó a Rakitic, hermoso y violento derechazo el suyo en el 2-0, en la posición de mediocentro para dar descanso a Busquets, mientras Leo, en vista de que ninguno de sus compañeros le devolvía el favor de una asistencia, recibió un regalo de Jesús. Después, sometió a una diabólica tortura a Héctor Rodas con una ruleta espectacular antes de firmar el quinto gol azulgrana con la pierna derecha.
Mientras quiera la estrella, y quiere más que nunca, el Barça de Luis Enrique ha entrado como un ciclón en la Liga. Cuatro partidos, cuatro victorias, 11 goles a favor (3 de Messi, 3 de Neymar) y 0 en contra. A veces, da la sensación de que Bravo ni suda la camiseta. Y eso es un gran mérito del grupo.
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