Con el Barça, pero no con España

Vicenç Villatoro

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En fútbol, creo mucho en los clubs y muy poco en las selecciones. Son los clubs los que descubren, forman, pagan, mantienen a los jugadores y las competiciones regulares, y vienen después las selecciones y los vampirizan en una especie de leva medieval. Las competiciones de clubs son largas y permanentes, serias; las de selecciones, esporádicas, azarosas, mal arbitradas, llenas de decisiones espectaculares a un solo partido o un solo penalti, jugadas fuera de temporada, como los torneos de verano. Pero, ante todo, puedes ser de un club por muchos motivos, sentimentales, estéticos o del tipo que sea; mientras que la adscripción a las selecciones acaba alimentándose de una lógica estrictamente política, como una especie de obligación constitucional. Puedes ser del club que más te guste, pero has de ser de la selección de tu pasaporte. La que te corresponde por lógica política.

Si alguien me dice que va con España porque hay muchos jugadores del Barça y juegan parecido, lo entiendo aunque no lo comparto. Pero cuando yo les digo que, dentro de mi interés limitado por las competiciones de selecciones, preferiría que ganara Holanda –también por justicia histórica, con la memoria de los antiguos partidos de la naranja mecánica contra Alemania y Argentina–, rápidamente algunos me acusan de alta traición. Y me acusarán por razones políticas: voy contra lo que me toca, contra lo que dice mi pasaporte. Contra mi obligación política.

Si la lógica es futbolística, que cada uno vaya con quien le dé la gana. Pero si la lógica es política y tiene este punto de obligación, yo me declaro insumiso. Si me obligan por política a ir con España, yo por política decido no ir. Porque en esta lógica tengo la certeza –que no la impresión– de que los éxitos de la furia española serán explotados políticamente por una idea que no comparto y que se confronta con la mía, por una concepción de España uniformista y jacobina. Que las banderas se alzarán y los gritos se usarán contra aquello que creo y siento. Las selecciones nacionales tienden a generar lógicas políticas. Y entonces, inevitablemente, las propias razones por las que unos están a favor llevan a otros a estar en contra.

Ningún reproche a los jugadores. Pero no los siento míos. Quien quiera ir con España, que vaya. Pero que no me lo planteen como una obligación que va asociada a mi carnet de identidad, a mi ciudadanía. Quiero poder no ir con España. ¿Lo hago por política? Tanto como los que van a favor de ella por política. ¿Me ocurriría lo mismo con una selección catalana? Prefiero las competiciones de clubs y de individuos que las de estados y naciones. Pero ese desarme simbólico tiene que ser multilateral –como decíaVázquez Montalbán–, y si todo el mundo tiene la suya tampoco tenemos que ser los primeros en renunciar a ella. Pero yo, ser, ser de verdad, del Barça.