ENTREVISTA JUAN JOSE MILLÀS

Juan José Millás: "La realidad es el resultado de un sueño"

El escritor publica, tres años después de su autobiográfica 'El mundo', una breve novela onírica, 'Lo que sé de los hombrecillos'

«La realidad es el resultado de un sueño»_MEDIA_1

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ERNEST ALÓS / Barcelona

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Un profesor universitario ve hombrecillos minúsculos. Intima más allá de lo razonable con uno de ellos (y con su hipersexual reina). En ese mundo delirante se desarrolla Lo que sé de los hombrecillos (Seix Barral), la última novela de Juan José Millás.

-Su protagonista sufre un reflujo con gusto a jugo de escarabajo. ¿Un homenaje nada casual a Kafka, no?

-Es un guiño consciente, sí.

-¿El sueño es una forma de narrar, como lo era en Kafka? ¿Si usted escribe articuentos en la prensa, su último libro sería un sueñicuento, o una novelisueño?

-A mí lo que me gusta mucho es dar forma onírica a la realidad y una forma realista al sueño. Estamos tan acostumbrados a la realidad que vivimos las cosas más extrañas, en la vigilia, como normales. En el momento en que lanzas una mirada onírica sobre esa realidad, esa realidad se vuelve extraña. Y entonces despierta más interés. Porque si alguien entra en el diario y te dice 'te explicaré lo que soñé anoche', seguro que pones las orejas así. Si te digo, 'mira lo que me ha ocurrido al bajar del autobús', seguramente ni me escuchas. ¿Por qué? Porque en el sueño hay un plus de significado que no hay en vida cotidiana.

-Su protagonista sueña sus mejores artículos. ¿Cómo usted?

-Toda lo que cuenta el narrador de sí mismo es un delirio continuado. No nos contamos los sueños, a las nueve de la mañana no hay conversaciones en las cafeterías sobre qué hemos soñado porque intuimos que al contarlos estamos exponiéndonos demasiado. Esto lo que le ocurre a este hombre, que ve a hombrecillos desde pequeño pero tiene la intuición que eso no se puede contar porque pertenece al mundo del delirio.

-¿Las personas se dividen entre las que ven hombrecillos, y las que no? Metafóricamente, claro.

-Los niños son muy delirantes. Ser adulto es salir de ese delirio, arrancarte de allí. Ser adulto es despreciar toda esa zona de la realidad con la que no queremos tratos. Y si los tienes, que nadie se entere. El artista en general, y el escritor, que creo que es una persona que ha tenido dificultades para madurar, no abandona ese territorio. Sigue viendo hombrecillos de adulto. Ese es el caso del narrador. Y hay mucha gente que no ve hombrecillos ni ve nada, porque la educación ha sido muy eficaz.

-Pero los adultos sí se permiten soñar despiertos con dinero y sexo.

-Digamos que se han encontrado vías para convertirlos en algo respetable, en una mercancía. Cuando vemos cómo se produjo el desastre económico en el que estamos... nos metimos en un sueño del que estamos despertando y ha resultado ser una pesadilla. Si hubiésemos podido enfocar la cámara bien hubiéramos visto que todo era una locura.

-¿Recuerda sus sueños?

Los olvidamos mientras nos afeitamos, pero en muchas ocasiones creo que el día que tengas depende de lo que hayas soñado. Soñar despierto no solo influye en la vida diaria, sino que la determina. Todo lo que existe en la realidad ha pasado antes por la cabeza. Lo increíble es que establezcamos una frontera tan sólida entre el sueño y la vigilia, entre la fantasía y la realidad, cuando este edificio se construyó porque fue antes la fantasía megalómana de alguien [se trata de la sede de Planeta, antes de Banca Catalana; Millás ríe]. La realidad es el resultado de un sueño.

-¿Y aún más en el caso del sexo, no?

-El sexo tiene muy poco que ver con los genitales. Cuanto más biológico, menos biología y más delirio hay.

-En su libro flota el tema del doble.

-Hay una cosa que me fascina, las tensiones entre original y copia. Por ejemplo, me pregunto hasta qué punto las mafias, que son el Estado paralelo, la copia del Estado, han sustituido al original.