Primer aterrizaje en un cometa

ANTONIO MADRIDEJOS / BARCELONA

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Philae, un pequeño laboratorio robótico de unos 100 kilos de peso, ha permanecido durante 10 años en el anonimato, adosado a la sonda espacial Rosetta, esperando que llegara la orden definitiva de desengancharse para viajar en solitario y aterrizar en su objetivo: el núcleo rocoso de un cometa de largo nombre llamado 67P/Churyumov-Gerasimenko. Pues bien: tras 6.500 millones de kilómetros recorridos, el momento de esta operación tan fascinante como compleja ha llegado. Si se cumple el horario previsto por la Agencia Espacial Europea (ESA), Philae se soltará el próximo miércoles por la mañana a las 9.35 y se posará aproximadamente en el cometa siete horas después. Todo el proceso será registrado por Rosetta, que permanecerá como espectadora a unos 20 kilómetros.

Ingenios fabricados por el hombre ya se han posado o al menos se han estampado contra la superficie en la Luna, Marte, Venus y Titán -un satélite de Saturno-, así como en los asteroides Eros y Itokawa, pero el reto de hacerlo en un cometa como 67P es muy superior si se tiene en cuenta que gira a una velocidad descomunal y que, casi con toda seguridad, la superficie es escarpada, llena de grietas y con denso polvo en suspensión. Las imágenes suministradas por la ESA parecen sugerir un suelo relativamente uniforme, «pero no es así en absoluto», afirma Pedro J. Rodríguez, investigador del CSIC en el Instituto de Astrofísica de Andalucía (IAA) que ha participado en el diseño y construcción de Osiris, una de las cámaras de Rosetta. «El reto es que justamente no sabemos muchas cosas de los cometas. Por eso vamos a estudiarlos», dice.

PERFORACIÓN

Si el aterrizaje tiene éxito, será la primera vez que se pueda estudiar in situ el núcleo de un cometa, la parte sólida que permanece oculta por la coma, que es la tan visible cabellera formada por gas y polvo en suspensión. Entre otras posibilidades, Philae podrá perforar la superficie, analizar las muestras y enviar los resultados a la Tierra. Esta misión de «arqueología espacial», como la define la ESA, tiene entre otros objetivo desentrañar los orígenes y la evolución del Sistema Solar. Se considera que los cometas, cuerpos que orbitan alrededor del Sol trazando enormes órbitas muy excéntricas, son remanentes del primigenio material estelar.

La separación entre la sonda y el módulo se producirá a las 9.35 horas, pero no se tendrá confirmación en el ESOC, el centro de control de la ESA en Darmstadt (Alemania), hasta que hayan pasado 28 minutos y 20 segundos, que es el tiempo que la señal tardará en recorrer los 511 millones de kilómetros de distancia que hay hasta la Tierra. La antena de New Norcia (Australia) está preparada para la operación.

Para preparar el descenso, la ESA situará a Rosetta en una ubicación muy precisa, sumamente estudiada, que permitirá que Philae viaje a su destino una vez se dé la orden de separación. Será una lenta caída libre desde unos 20 kilómetros, si se la puede llamar así, impulsada por la débil gravedad del núcleo del cometa (el módulo no lleva un motor propulsor, pero sí tiene una cierta capacidad de variar su dirección durante el descenso). Durante las siete horas de operación ya empezarán a trabajar los instrumentos científicos y cámaras que lleva Philae, mientras que Rosetta, desde la distancia, también filmará el descenso del aterrizador y permitirá a los científicos evaluar si se encuentra en el camino correcto.

El lugar escogido para posarse es el llamado punto J, rebautizado la semana pasada como Agilkia, un emplazamiento que combina un atractivo científico, una dificultad de aterrizaje asumible y una facilidad para transmitir sin interferencias derivadas de la forma irregular del propio cometa. En octubre, una de las imágenes captadas por Osiris desde unos 28 kilómetros de distancia mostraba lo que parecía ser una roca de 45 metros de diámetro, posiblemente de hielo. Podría darse incluso el caso de que Philae, una vez anclado a la superficie, quede rodeado de polvo y no pueda verse, dice el investigador del IAA. «Se han escogido estas fechas porque, a medida que Churyumov-Gerasimnko vaya acercándose al Sol, empezará la sublimación y los materiales en suspensión dificultarán el análisis», dice Gutiérrez.

Está claro que el cometa no pone mucho de su parte. Podría ser que Philae no impactara contra el núcleo por un problema de trayectoria. También podría ser que cayera en el lugar correcto pero que no quedara anclado y rebotara (para evitarlo, lleva unos arpones que se engancharán de inmediato y luego cuatro patas con un sistema de atornillamiento). Finalmente, no es descartable que acabe hundido en una superficie más suave de lo previsto. La ESA asume que hay un 30% de posibilidades de fallar.

Sin embargo, si Philae se posa correctamente, va a trabajar de forma intensiva durante dos días y medio. A partir de entonces y hasta marzo, cuando está previsto que concluya su misión, la actividad dependerá de la recarga de su batería solar.