EL ADN DE LA SEMANA

Nobel

Ni movilidad ni permanencia en un mismo lugar son exigencias para llevar a cabo un trabajo de valor excepcional

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PERE PUIGDOMÈNECH

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La lista de los premios Nobel del año 2016 ya se ha publicado. Algunos han destacado que entre los galardonados no hay ninguna mujer, que la carrera de algunos ha tenido poca movilidad e incluso que el único nacido en Estados Unidos ha sido Bob Dylan. Es un retrato de los muchos factores que influyen en las trayectorias de científicos y escritores.

El Nobel de Física ha sido distribuido entre tres investigadores que han estudiado las bases teóricas de cómo se hacen las transiciones entre diferentes estados de la materia en condiciones extremas. Es interesante que los tres nacieron en Gran Bretaña y estudiaron en la Universidad de Cambridge. Tras diferentes recorridos, los tres terminaron trabajando en universidades de Estados Unidos. Una trayectoria similar es la del británico que ha ganado el Nobel de Química por su investigación sobre la química de compuestos que se comportan como motores diminutos. El premio lo ha compartido con un investigador francés y un investigador holandés que han desarrollado esencialmente su carrera en la misma universidad donde estudiaron. El caso más extremo es el del químico francés que fue investigador profesional desde el momento de su tesis. Tampoco se ha movido mucho el ganador japonés del premio Nobel de Medicina por su trabajo sobre cómo las células reciclan sus materiales: trabajó casi siempre en universidades de su país.

Deberíamos por tanto concluir que una carrera científica de éxito se puede hacer de muchas maneras y que ni movilidad ni permanencia en un mismo lugar son exigencias para llevar a cabo un trabajo de valor excepcional. Alguien ha lamentado que no haya ninguna mujer entre los galardonados. Es posible que pronto se corrija este hecho cuando se premie el desarrollo de la edición genómica, que podría incluir al menos dos mujeres. Pero es cierto que este año no ha sido el caso. En sus luces y sus sombras, los Nobel acaban siendo un retrato, muy parcial eso sí, de la sociedad en la que vivimos.