DESIGUALDADES EN LA INVESTIGACIÓN

Mujeres investigadoras: el bache de los 40

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MICHELE CATANZARO / BARCELONA

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Cuando su hijo tenía una semana, la epidemióloga Cathryn Tonne recibió una oferta para entrar en el comité editorial de una revista. Al informar de que estaba de baja, la conversación se acabó: la baja por maternidad era un inconveniente. No hicieron nada para algo que iba a durar tan solo tres meses. El problema es que si siempre se toma el camino más conveniente, se acaba generando discriminación”, explica esta investigadora del Institut de Salut Global de Barcelona (ISGlobal), una institución impulsada por la Obra Social La Caixa.

Su caso es un retrato del socavón al cual se enfrentan muchas científicas en medio de su carrera. “Consigues un trabajo estable, pero las cosas quedan como estancadas”, afirma Ángeles Serrano, física y profesora ICREA de la Universitat de Barcelona. “Allí empieza una carrera donde alguien siempre te va por delante”, concuerda Guadalupe Sabio, veterinaria y profesora titular del Centro Nacional de Investigaciones Cardiovasculares de Madrid. “Tú te frenas y los otros te superan por la izquierda y la derecha”, remacha Isabel Fernández, matemática y profesora titular de la Universidad de Sevilla.

Todas las científicas consultadas en este reportaje tienen entre 37 y 50 años y su excelencia ha sido reconocida por una beca del European Research Council (ERC), un contrato de la Institució Catalana de Recerca i Estudis Avançats (ICREA) o premios para jóvenes científicos, como el Princesa de Girona. “Has hablado con las que hemos aguantado -explica la matemática de la Universitat Politècnica de Catalunya Marta Casanellas-, pero hay muchas que lo dejan”.  

“La razón principal es que el momento en que tienes que dar el salto en la carrera coincide con la edad de tener hijos. Pero hay un componente físico, como el embarazo y la lactancia, y otro cultural: nosotras nos encargamos de todo y ellos ayudan”, explica Fernández.

Cuatro de las científicas consultadas utilizan el adjetivo "sutil" para referirse a la discriminación. "Nadie te dirá a la cara que no te darán más financiación porque eres mujer: pero hay incluso un estudio del 2012 en el cual el mismo currículum se envió con nombres de hombre y de mujer y el resultado fue muy desigual”, argumenta Serrano. “Son comportamientos sutiles, microscópicos”, afirma Patrizia Ziveri, profesora ICREA y directora científica del Institut de Ciències i Tecnologies Ambientals, en Barcelona.

Sabio tiene una colleja para la prensa. “Me llaman mucho más para hablar de mujeres y ciencia que de mi investigación: si queremos cambiar las cosas hay que ser positivos, visibilizar lo que hacemos”, explica. Tonne y Ziveri, que han trabajado en tres y cuatro países distintos, respectivamente, dicen que el techo de cristal se da en todo el mundo.

Varias de las entrevistadas lamentan las escasez de medidas. “No se ha hecho nada para cambiar”, afirma Casanellas. “No se están haciendo políticas efectivas”, dice Serrano. “Me molesta la actitud difundida de que la cosa se solucionará con el tiempo”, afirma Ziveri.

Todas coinciden en la importancia de la educación. “Los medios, la música... ¿qué imagen continúan promocionando de la mujer? Hay cosas tan fáciles como visibilizar las científicas del pasado para dar referentes”, explica Serrano. Entender que la conciliación es cosa tanto de hombres como de mujeres es un cambio cultural esencial, coinciden Sabio y Fernández.

En el ámbito académico hay un clamor unánime: descontar la baja de los periodos de evaluación y plazos de premios. “Tengo dos niños y he estado de baja casi tres años. Se nos evalúa cada seis, no se tiene en cuenta la baja y encima pueden cargarte más horas de clase si no lo superas”, explica Fernández. El ERC ya descuenta los años de baja de la edad máxima para presentarse a sus convocatorias y la comisión de igualdad de la UPC acaba de presentar a la Generalitat una propuesta para que se disponga de medio año sin docencia después de un permiso de maternidad.

Otra petición sin fisuras es que los comités que asignan becas y fondos sean diversos. “Si hay una solución mejor a imponer cuotas, la apoyaré, pero yo no la veo”, afirma Serrano. “Hace unos días, trajimos a una charla a varios directores de centros. Éramos casi todas mujeres y estaban acobardados: no están acostumbrados”, explica Sabio.

Tonne alaba un sistema de mentores de su centro gracias al cual ella cuenta con el consejo de una catedrática y a su vez aconseja a una investigadora posdoctoral. Finalmente, Ziveri recuerda como algo positivo de su paso por Holanda que no había problema en llevar a su bebé en una faja en el trabajo. Además, luego contó con una guardería al lado del centro.