TRABAJO DE INVESTIGACIÓN

Arquitectura solidaria

Eduard Llorens, estudiante barcelonés de 18 años, muestra en el ordenador el diseño de un módulo

Eduard Llorens, estudiante barcelonés de 18 años, muestra en el ordenador el diseño de un módulo

ANTONIO MADRIDEJOS
BARCELONA

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Mientras unos diseñan rascacielos de alturas imposibles y otros chalets con fachadas de vidrio, a Eduard Llorens, de 18 años, no se le ocurrió otra cosa que un campo de refugiados sostenible y reutilizable. Lo concibió, lo dibujó y finalmente lo convirtió en el trabajo de investigación que los alumnos de bachillerato deben realizar para sacarse el título. Y le pusieron buena nota, claro está. Ahora, la Universitat Politècnica de Catalunya (UPC) acaba de galardonarlo con el premio que convoca cada año para proyectos arquitectónicos realizados por estudiantes de instituto que incorporen criterios de sostenibilidad. Se presentaron 115 trabajos.

Llorens, estudiante de la escuela Pía Balmes de Barcelona, empezará Arquitectura en la UPC en septiembre, pero recuerda que por ahora solo es un aspirante que siente pasión por el diseño por ordenador. «No sé lo suficiente para tratar cuestiones como cuál sería la mejor madera para construir el campo o cuánto costaría -explica con humildad-. Solo puedo aportar unas líneas generales». Al margen de los genes -su madre estudió Bellas Artes-, su única experiencia es una breve estancia en un despacho de arquitectos durante la asignatura de Empresa. Haber ganado el premio le supondrá una beca para el primer curso de Arquitectura.

'Esperanzas efímeras'

La UPC lo ha galardonado por el diseño de dos módulos bautizados poéticamente como Esperanzas efímeras: por una parte, una vivienda-dormitorio con una pequeña buhardilla y capacidad para seis personas; por otra, un anexo destinado a duchas y retrete. Lo que más define al dormitorio, al margen de estar fabricado con tablones, es el techo inclinado que vierte el agua de lluvia en un depósito del anexo, para de este modo reaprovecharla en los sanitarios (capacidad para 70 duchas o 650 descargas del retrete). El depósito también se puede cargar con un camión-cisterna. El objetivo es que a cada tres o cuatro viviendas les corresponda un anexo.

Los campamentos de las Naciones Unidas están formados normalmente por tiendas de tela, mientras que Llorens propone la madera. «Puede parecer más caro y poco factible, pero a la larga no es así. Las tiendas con uso continuo duran como mucho medio año, mientras que los módulos que he previsto podrían sobrevivir varios años, algo que tristemente es cada vez más necesario en los campos de refugiados», justifica. El estudiante ha llegado a pensar hasta en una cobertura natural de hiedra para combatir el frío, ha analizado las corrientes y ha propuesto una distribución de los módulos para crear plazas. Las estructuras de madera se pueden desmontar, transportar, almacenar y reutilizar «sin problemas».

Su tesón se convirtió en un trabajo de 102 folios lleno de gráficos. «Lo hice con un programa de dibujo en 3D que se llama Rhinoceros y que aprendí a manejar con un tutorial de Youtube», comenta. El camino posterior, eso sí, no habría sido posible sin Pau Baya, su profesor de plástica y diseño en la escuela Pía, que fue quien le propuso que se presentara al concurso.

«La arquitectura no son solo mansiones, sino aportar respuestas a las necesidades del mundo en cuestiones sociales y de sostenibilidad», afirma en tono solemne Llorens. El estudiante explica que su primera idea fueron unas sencillas viviendas de quita y pon para personas en riesgo de exclusión, pero acabó decantándose por el campo desmontable tras asistir a una conferencia sobre la precaria situación de los refugiados saharauis. «Me gustan las utopías. Quiero pensar que podrían estar mejor con unos pequeños cambios», concluye. El joven considera que su diseño sería también útil en caso de contingencias como terremotos o grandes inundaciones.