La experiencia

Su precaria excelencia

Bióloga marina 8 Esther Garcés, en el Instituto de Ciencias del Mar (ICM-CSIC) de Barcelona, el viernes.

Bióloga marina 8 Esther Garcés, en el Instituto de Ciencias del Mar (ICM-CSIC) de Barcelona, el viernes.

ANTONIO MADRIDEJOS
BARCELONA

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Dos décadas de experiencia investigadora, infinidad de publicaciones y la coordinación de diversos proyectos europeos no han sido suficientes para que la bióloga marina Esther Garcés, especialista en calidad del agua, tenga el futuro profesional totalmente encarrilado. «Me iría a EEUU, pero con 40 años, casada y con dos hijos, miras las cosas de otra manera», asume con resignación. Garcés tiene desde hace cinco años un contrato Ramón y Cajal (RyC), pero se le acaba en noviembre del año próximo.

El Ministerio de Ciencia puso en marcha en el 2001 el programa RyC con el objetivo evitar la desbandada de cerebros al extranjero. El objetivo era que investigadores con méritos acreditados, destacados en sus respectivas áreas y la mayoría con experiencia en otros países, entraran a formar parte de centros científicos y universidades, fueran evaluados periódicamente y, en caso de superar todos los exámenes, al cabo de un lustro se incorporaran al sistema español de I+D. El problema es que las expectativas no se han cumplido: cada año se convocan menos plazas de las que se prometieron.

Garcés ganó una plaza RyC y se incorporó en un primer momento al IRTA (Institut de Recerca Agroalimentària), pero desde hace tres años trabaja en el Instituto de Ciencias del Mar, centro del CSIC en Barcelona. «La idea del RyC es muy buena, pero cada vez hay menos posibilidades de asentarse. En los dos últimos años se ha formado un tapón», lamenta. En el 2009 solo se han ofrecido 300 plazas para los 800 RyC que ganaron el contrato hace cinco años. Muchos buscan otras posibilidades.

José M. Montoya, colega de Garcés en el ICM, tiene 34 años y cumple actualmente el segundo año de RyC. El final le queda más lejos, pero tampoco es nada optimista. «A mí me gusta Europa -comenta-, pero sé que en EEUU o Australia tendría más posibilidades». Montoya, casado y con una niña de 9 meses, recuerda que dejó su trabajo en Londres, en la Queen Mary University, atraído por la supuesta bicoca del RyC. «Era realmente atractivo porque podías trabajar de investigador en España sin tener carga docente, en un ambiente enriquecedor y con una cierta garantía de continuidad. Rechacé hasta una oferta del Imperial College».

Reconocidos fuera

«Yo he cumplido satisfactoriamente todas las evaluaciones -añade Garcés- . Tengo además un papel que dice que soy una excelencia investigadora». La bióloga coordina diversos programas comunitarios con 14 socios extranjeros. «Trabajamos en la redacción de las directivas marco del agua, especialmente en la calidad de las zonas costeras, y también en los planes de cuenca de algunos ríos españoles», dice. Por su parte, Montoya es ecólogo, especialista en interacciones entre especies y cambio climático: «Elaboramos modelos para evaluar cambios futuros». Un reciente estudio suyo constató que el aumento de las temperaturas disminuye la capacidad de las plantas para retener el CO2.

¿Y qué pasará el año que viene? «En EEUU me ofrecen una plaza, pero no puedo ir ahora -insiste Garcés-. Si no hay convocatorias RyC, estoy planteando constituirme en autónoma, autocontratarme». Se trata de trabajar por cuenta propia y ganarse la vida presentándose a proyectos competitivos de la UE. «Es difícil, pero en EEUU hay gente que vive así».

«No solo somos investigadores reconocidos, motores de la investigación en España -concluye Montoya-, sino que empezamos a formar grupos. Yo tengo a un posdoctoral, dos doctorandos y un técnico. Si yo me voy, habría un efecto dominó. Los que dependen de mí se quedarían colgados».