EL DEPATE DE UN SECTOR ECONÓMICO CLAVE

El oro y el latón de la economía turística de Barcelona

Un camarero de un restaurante de la Barceloneta busca clientes en la calle.

Un camarero de un restaurante de la Barceloneta busca clientes en la calle.

CARLES COLS / BARCELONA

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Suerte tiene Barcelona del turismo ahora que hay crisis. Es esta una afirmación indiscutida, que ha echado raíces. Así que tres economistas, Miquel PuigGuillem López Casasnovas Josep Ros Santasusana, a dos días de la audiencia pública que ha convocado el alcalde Xavier Trias para reorientar o consagrar (ya se verá) el modelo turístico de la ciudad, someten a examen ese mantra. Aunque con notables matices, invitan a recelar del desfile de la victoria con el que se suele presentar los resultados turísticos en Barcelona, que va de récord en récord.

Miquel Puig nada contra corriente. La suya es una tesis atrevida que hay que leer con paciencia. Suena a paradoja, a acertijo. Dice que el indiscutible tirón turístico de Barcelona ha incrementado el paro en la ciudad (lo cual de ser cierto ya es grave), pero que lo peor está por venir. Los sueldos que se pagan en este sector de la economía -advierte- son endémicamente tan bajos que con lo que pagarán esos trabajadores en impuestos no se cubrirá a medio y largo plazo lo que percibirán en prestaciones sociales a lo largo de su vida. Hace dos semanas, la Societat Catalana d'Economia y la Obra Social La Caixa premiaron como mejor libro de economía del año La sortida del laberint, una obra en la que Puig desarrolla esa tesis. "Entre 1994 y el 2013, ningún país europeo creó más puestos de trabajo que España, cinco millones en total. Pero también fue el país que más inmigración recibió". Despejar la equis de la ecuación no es difícil. "España, Catalunya incluida, creó puestos de trabajo, pero no los adecuados", subraya Puig.

El modelo vasco

La senda correcta -prosigue- era por ejemplo la del País Vasco, que decidió no bajar la guardia en su sector industrial. Ha creado menos empleo, de acuerdo, pero ha recibido menos inmigración, así que sus tasas de paro se sitúan dentro de la normalidad europea.

Según Puig, solo hay dos modelos turísticos: el bueno y el malo. ¿Cuál es el de Barcelona? Responde con una comparación. "Austria ingresa en concepto de turismo lo mismo que Catalunya, pero con la mitad de turistas".

Merece la pena aquí abrir un paréntesis y comparar la Barcelona del 2005 con la del 2014. En ese periodo, el turismo de hotel ha crecido un 60%. El imposible de censar (apartamentos turísticos, intercambios de piso, visitas de un día), mucho más. El número afiliados a la Seguridad Social en la ciudad es casi idéntico: un millón. Probablemente, el sector turístico ha compensado en parte la pérdida de puestos de trabajo en la construcción. La cifra disonante es otra. Con el turismo en crecimiento geométrico, con unas cifras de población estables y con idéntico número de afiliados a la Seguridad Social, el paro del 2014 (18,4%) triplica el del 2005 (5,9%). Tal vez Puig tenga razón. La población inmigrante de Barcelona es mayor ahora que hace 10 años. Más empleo, más paro, esa es la paradoja.

Ser Eivissa o ser Menorca

El segundo economista consultado, Guillem López Casasnovas, coincide con Puig en que es un error evaluar el turismo en función simplemente de cifras como la cantidad de turistas o, peor aún, la frialdad del producto interior bruto (PIB). Recuerda que Barcelona tiene no muy lejos el yin y el yan de los modelos turísticos, Eivissa y Menorca. La primera de las dos islas ha hecho una conocida apuesta por la cantidad. Su PIB ha crecido. Pero la renta per cápita se ha sostenido mejor en Menorca. Allí la riqueza que reporta la isla se reparte, además equitativamente.

Ser un destino turístico con tirón internacional no es muy distinto de ser un país productor de petróleo. Noruega lo es. Es una país socialmente equilibrado. Libia, Venezuela o Arabia Saudí también tienen grandes yacimientos de crudo y no son, obviamente, Noruega.

López Casasnovas, sin embargo, va un paso más allá y subraya una característica que, en su opinión, revela que Barcelona tal vez esté siendo más ibicenca que menorquina. "Hay un principio empresarial a tener en cuenta: no se puede crear riqueza a costa de venderse el patrimonio de la compañía". Cree que Barcelona lo hace, que actualmente manda "el cortoplacismo", que la ciudad se está vendiendo su patrimonio, no solo el material, también el intangible, como esa forma mediterránea de vivir, que es tal vez lo que gusta a los visitantes y que cada vez escasea más.

La tercera opinión, distinta, es la de Josep Ros Santasusana, coautor en su día del plan estratégico del turismo de Barcelona. Acepta que hoy por hoy los sueldos que se pagan en el sector local turístico son bajos, pero recuerda que durante los años de la burbuja inmobiliaria los restaurantes y hoteles tenían problemas para encontrar mano de obra. "Puede que el problema no sea el sector turístico, sino la falta de empuje de otros sectores económicos", dice. "Nueva York, París y Londres son destinos turísticos con más peso internacional que Barcelona, pero son más que un destino turístico".

Pros y contras

En opinión de Ros Santasusana, los pros superan aún a los contras. Destaca en primer lugar una singularidad de Barcelona: el turismo no es estacional, abarca sin grandes diferencias los 12 meses del año. Otra característica que subraya es que la heterogeneidad de los visitantes. "La mitad de los clientes de hotel son de corbata, que viajan por negocios". Entonces, ¿qué chirría?, ¿por qué salen vecinos a la calle a protestar contra tal bendición?

Este economista recuerda que el plan estratégico del turismo ya avisó en su momento de que tras la fase de crecimiento sería indispensable realizar ajustes, microcirugía, prevenir efectos adversos... No tiene tan claro que así se haya hecho. La apertura de nuevos hoteles -señala- puede ser desaconsejable en zonas ya saturadas, pero Ros Santasusana insiste en que hacerlo en la rambla del Raval no trae más que beneficios.

¿Y los salarios del sector turístico? ¿Van a cronificar esa nueva clase social, la del pobre con empleo? Ros Santasusana insiste en que eso depende de que la ciudad sea capaz de potenciar otros sectores, que no parezca que es turística porque no puede ser otra cosa.