DEBATE ORGANIZADO POR EL RACC

El derbi del tranvía por la Diagonal

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CARLOS MÁRQUEZ DANIEL / BARCELONA

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Decía el delantero francés Eric Cantona que los seres humanos pueden cambiar de pareja, de ideología y hasta de religión, pero que en ningún caso cambiarán de equipo de fútbol. A nivel local, en Barcelona, sucede algo similar con el debate sobre la unión del tranvía por la Diagonal, donde se han generado dos bandos, a favor y en contra, irreconciliables. Todo un derbi de la movilidad en el que, como en el deporte rey, también están los que ni saben ni les gusta ni les interesa. Esa división ha podido masticarse, y de qué manera, durante un debate organizado por el RACC este lunes. En una esquina del ring, José Antonio Acebillo, uno de los padres del modelo Barcelona de los años de Pasqual Maragall, arquitecto y enemigo confeso del ingenio ferroviario. En el rincón opuesto, Pere Macias, 'exconseller' y exdiputado convergente, y desde primeros de mayo, director municipal de la estrategia de conexión de las dos líneas del Tram.

La mesa debía ahondar en aspectos técnicos, en el trazado, la capacidad de transporte, la velocidad comercial, la afectación en el resto de vías del Eixample, la contaminación, el presupuesto o la convivencia con otros sistemas de movilidad. Se han tocado de manera tangencial, porque el grueso de la charla se ha centrado en alabar o desprestigiar el proyecto en función de lo que hacen otras grandes ciudades, con opiniones tan contrapuestas que al neófito le resulta imposible saber si el tranvía es un dolor de muelas o un bello amanecer. Macias, al que por cierto no ha acompañado en la sala ningún concejal de Barcelona en Comú, ha buscado puntos de encuentro, pero su mano tendida se ha encontrado delante a un indómito Acebillo que ha llegado a invitarle a su clase de la Universidad de Lugano para ver si así aprende algo. "Tienen forma aerodinámica pero van a 25 o 30 kilómetros por hora; los tranvías son cartón piedra puro", se ha despachado el que fuera piloto del urbanismo municipal en los años 80.

UN INVENTO COMUNISTA

Acebillo, entre el grosor de sus palabras, ha dejado claras un par de observaciones técnicas: el tranvía es un "depredador del escaso espacio público cuando este debería ser híbrido y no especializado" y el futuro de la movilidad "será individual". Y por si no quedara claro su rechazo, ha explicado que el tranvía viene de Moscú, de las fábricas, "de cuando los grandes bloques de viviendas y las factorías estaban separadas por un peligroso bosque" que atravesaban gracias al ferrocarril.

El economista y diputado Germà Bel tampoco está por la labor. Junto a Acebillo han configurado el frente de 'junts pel no' durante el debate. Bel ha alertado de las emisiones contaminantes que se generarían durante la etapa constructiva de la conexión del tranvía y ha defendido que esta es una "solución antigua porque es el deseo de obligar a la gente a hacer las cosas de una determinada manera". En su opinión, para reducir el tráfico en un 21%, tal y como manda el plan de movilidad urbana vigente, que vence en el 2018, hay que aplicar "tasas de congestión", esto es, peajes a determinadas horas en las que el tráfico sea endemoniado.

Macias ha intentado bajar el suflé con algunas cifras, como que la conexión solo afectará al 0,33% del tráfico total de Barcelona. Y aunque se muestra a favor del bus eléctrico que defiende Xavier Trias, presente en el acto, cree que no resuelve el problema de transporte público en la Diagonal. Ha admitido que hay que despejar incógnitas, pero también ha defendido que este no es un plan que surja de la nada "porque hay gente que lleva años trabajando". Y sobre el objetivo último, lo tiene claro: "Hay algo con lo que no se puede jugar: la salud de las personas". 

Al final, en algo sí han coincidido Macias y Acebillo: ambos se han ido en taxi.