Porno robado, la respuesta a la fantasía del sexo en público

La agorafilia o atracción por la actividad sexual en lugares públicos no es la más rara de las parafilias

RAMÓN VENDRELL / BARCELONA

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Si existe un fetiche sexual, alguien estará dispuesto a satisfacerlo (aunque esté fuera de la legalidad). La agorafilia o atracción por la actividad sexual en lugares públicos no es ni mucho menos la más rara de las llamadas parafilias. «Tenemos una web a la que el público nos manda sus fantasías para que las rodemos, y esta es de las recurrentes», cuenta Pablo Dobner, socio fundador de Erika Lust Films

Ergo la industria de la pornografía graba películas de sexo callejero.

Aunque no Erika Lust Films. «En la sociedad actual hay poco margen para que los adultos se escandalicen, pero ¿y si por ahí pasa un menor? Ni hablar, todo son problemas. Nuestras producciones cuestan un dinero y ni se nos pasa por la cabeza arriesgarnos a tener líos», explica Dobner.

José María Ponce, director de películas para adultos e impulsor del Festival Internacional de Cine Erótico de Barcelona, llama «porno robado» a las cintas de genuino sexo en sitios públicos. «Suelen ser equipos reducidísimos que graban prácticamente a la carrera, en plan aquí te pillo aquí te mato. Y si tienen un encuentro con la policía, tampoco pasa nada grave, solo tienen que esconder la tarjeta en la que han grabado para que les salga a cuenta».

Dobner y Ponce señalan que a menudo el sexo en público es menos en público de lo que parece: hay puesta en escena, el 'look' barato es intencionado, existen trucos para hacer ver que la exposición a las miradas de los paseantes es mayor de lo que en realidad es. 

Mucho más habitual que el verdadero porno robado es la grabación de escenas 'softcore' (algún desnudo y poco más) en la vía pública. Si el entorno es reconocible, gana potencia: la promesa de sexo en la Sagrada Família es irresistible para un agoráfilo.