INICIATIVA SOCIAL EN LA CAPITAL CATALANA
Una escuela de solidaridad
Helena López
Redactora
HELENA LÓPEZ / BARCELONA
Este miércoles los niños de la escuela La Llacuna del Poblenou han madrugado un poco más que de costumbre. A las nueve menos diez estaban citados en la puerta para, entre todos, llenar la furgoneta y despedir a Pere. Pese al frío, allí estaban todos. Todos querían participar. Ayudar. "Más frío pasan en los campos", susurraba una madre a otra mientras hacían fotos a los pequeños mientras se iban pasando de mano en mano las cajas que durante toda la semana han ocupado la entrada del colegio. Pere es Pere Tafalla, el aventurero padre de un alumno de tercero de primaria de este centro que este miércoles ha partido hacia Belgrado con una furgoneta literalmente a rebosar de la solidaridad de la comunidad educativa de la escuela de su hijo pequeño entre los refugiados sirios.
Tafalla -quien insiste en que se trata de un proyecto colectivo- tiene una tienda de bicicletas en el Poblenou. Hace unos días recibió un mensaje sobre la recogida de material que hacían unos vecinos de la calle de Muntaner y decidió colaborar, recogiendo material en su local. Cuando llevó todo lo reunido entre sus clientes y vecinos al punto de recogida de Sarrià le dijeron que muchísimas gracias, pero que ya podía llevárselo, que estaban desbordados. "En un primer momento me frustré porque mucha gente me había traído cosas, pero después pensé: ¿por qué no las llevo yo mismo en la furgo?", explica Tafalla. Dicho y hecho. Compartió la idea con Alicia Polo, activa madre de la clase de su hijo, pensando que le diría que estaba loco, pero oh, sorpresa. "Me emocioné y le animé. Y animé a las familias del colegio, que se volcaron desde el primer momento", cuenta Polo.
COSA DE TODOS
En solo una semana -la primera reunión en el colegio para preparar la microexpedición se celebró el miércoles pasado- han recogido 2.000 euros y muchas más cajas de ropa de las que caben en la pequeña furgoneta de Pere. "Ya nos hemos puesto en contacto con asociaciones del barrio para repartir aquí todo el material que no hemos podido llevar a los campos", explica Alicia, muy orgullosa de la colaboración tanto de las familias como del equipo directivo y docente de la escuela, que ha puesto todas la facilidades, como de los alumnos. "Los niños saben más que nosotros -cuenta esta madre-; el otro día un niño nos preguntó mientras ordenábamos ropa que a qué campo iríamos. 'A Idomeni no vayáis, que lo han desmantelado'".
Y lo de la solidaridad parece algo contagioso. Tafalla explica que cuando llevó la furgoneta al taller para ponerla a punto para el largo viaje -calcula que estarán dos días en la carretera hasta llegar a Belgrado-, y le explicó el proyecto al mecánico, este no le cobró. "La gente tiene ganas de ayudar y no sabe cómo. Cuando ven la oportunidad se vuelcan", comenta.
Además de ordenar cajas, las familias se han organizado también para encontrar contactos allí -la clave del éxito de la expedición-, lo que les ha resultado más difícil. "Nos ha costado mucho encontrar el contacto para que nos dijeran dónde ir exactamente y qué necesitaban. La información era muy contradictoria. Tengo ganas de llegar allí y verlo con mis propios ojos", aseguraba Tafalla este miércoles justo antes de partir. "Una vez sobre el terreno, con el dinero que hemos recogido, compraré lo que vea que es realmente necesario y útil", prosigue el hombre.
LA MALETA DE IDOMENI
Que conozcan la realidad -muchas veces dura- más allá de las paredes de la escuela es uno de los objetivos de La Llacuna. "Con los alumnos que ahora hacen quinto en tercero hicimos un proyecto sobre los muros, a partir de las imágenes de la valla de Ceuta. Sobre los muros visibles y los invisibles, los que no se ven pero también nos separan -explica Maite Dieste, secretaria del centro-; y este curso trabajamos el tema de los refugiados con los de sexto con el proyecto de la Maleta de Idomeni".
Este miércoles, en el colegio, detrás de las muchas cajas que no han cabido en la furgo de Pere, una exposición de los trabajos de los alumnos de sexto. En ella, además de información sobre campos como Idomeni o Eko, "la gasolinera refugiso", viejas maletas abiertas muestran las pertenencias elegidas por los niños con las que llenarían sus propias maletas si tuvieran que abandonar hoy Barcelona por una guerra. Billetes, calcetines, galletas y navajas junto a escritos y poemas escogidos también por ellos. "No precisamente de Teo va a la escuela", precisa la profesora.
"Una esperança desfesta, una recança infinita. I una pàtria tan petita que la somio completa", recuerda a Joan Oliver un trozo se papel en una de las maletas.
Eso, "formarse e informar", colaborar en extender la preocupación por esta crisis humanitaria, es el primer punto del decálogo de Lafede.cat, la federación de oenegés por el desarrollo, sobre qué pueden hacer los catalanes para ayudar a los refugiados.
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