a pie de calle

Paseo mental con Eduardo Galeano

Galeano, con el Premio de Periodismo Vázquez Montalbán.

Galeano, con el Premio de Periodismo Vázquez Montalbán.

JOAN Barril

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No sé si es una casualidad, pero después de una juerga electoral como la del otro día se produce un curioso fenómeno: los carteles de los vencedores acostumbran a ser descolgados los primeros. Pero en las calles más apartadas quedan ahí los carteles de los candidatos más desfavorecidos por las urnas. A mí me producen una legítima conmiseración. No tuvieron bastante con el veredicto de las urnas y ahora se ven obligados a envejecer sobre el papel inútil de una campaña desastrosa. Ahí están, con su rostro asaetado por la gallinaza de las palomas y las arrugas del papel que les van deteriorando las esperanzas. Bajo este bosque de despropósitos me llegó ayer la alegría del reencuentro con mi profeta de cabecera y mi escritor que me lleva a las playas más luminosas de la verdad humana.

Eduardo Galeanofue galardonado anteayer con el Premio Internacional de Periodismo en su vertiente deportiva. El presidenteMas, un liberal que probablemente no se alimentó de las ubres de la izquierda americana, estaba flanqueado al otro lado porJuan José Millás, creador de mundos y viviseccionador de monstruos de la prensa. Los premios de anteayer se dan bajo la advocación deManuel Vázquez Montalbán.Galeanovino a recogerlo porque, en plena dictadura uruguaya, tuvo que exiliarse y vivió durante 10 años en un pueblecito del Maresme. De aquellos años quedaron amigos y quedó ese fulgor marinero que pinta de azul su mirada interior.

Historias reales

3 Me cuenta que el fútbol es para él una gran pasión y que se tragó todos los encuentros del reciente Mundial de Sudáfrica. Él y su esposa,Elena, una mujer que hace que la belleza de su inteligencia compita con la belleza del gesto, se encierran en una habitación con televisión y colocan en la puerta un cartel explícito: «Cerrado por fútbol». Y así el exégeta de la izquierda anticolonial puede dedicarse durante unos días al nuevo opio del pueblo.

Está escribiendo un libro complejo del que ya lleva seis versiones. Autocorregirse seis veces es un acto de humildad con la propia obra y de una cierta vanidad con lo que van a decir de nosotros cuando hayamos muerto. Se trata de un libro en el que se van narrando historias reales en función del día del año en el que se produjeron. Deberían ser 365, peroEduardo Galeanoes un hombre incapaz de olvidar a los más desfavorecidos y también tiene una entrada para el bisiesto 29 de febrero. Me dice que el 29 de febrero la película Lo que el viento se llevófue galardonada con algunos Oscar. Mientras los cinéfilos la ensalzan, Galeanoadvierte: «No olvides que se trata de una apología del esclavismo de los Estados del Sur». Genio y figura, mi amigoEduardo, que ahora vuelve a vivir en su Uruguay, un país con nombre de río que en lengua guaraní quiere decir por lo visto el río de los pájaros pintados. En las farolas la política municipal se empequeñece ante las venas abiertas del planeta. Y ese hombre es el cirujano encargado de cauterizarlas.

Hablamos deOscar Niemeyer, el arquitecto de Brasilia de 104 años. «Sin duda para mantenerse joven ha de tener al menos un proyecto». Y de su amigoFiliberto, que murió y fue llorado por seis viudas consecutivas, una de las cuales escondía bajo la carcasa de una máquina de coser Singer una pequeña radio con la que informaba al KGB de lo que se cocía en su casa, y no precisamente en la cocina. Me regala una frase, que en su humildad considera que no es suya, válida para el mes pasado: «Hemos beatificado un Papa, hemos casado un príncipe, hemos lanzado una cruzada y hemos matado a un moro. Señores: bienvenidos a la edad media».

Eduardo Galeanome dice que está cansado, que ha dormido poco esa noche. Le pregunto que es lo que ha hecho el bribón. Nada anormal. Después de recibir el Premio Vázquez Montalbán y de cenar con los organizadores, en vez de irse al hotel decidió dar una vuelta por Barcelona. ¿Y dónde fue el maestro? Naturalmente, a la plaza de Catalunya con los jóvenes y no tan jóvenes acampados para un mundo más justo.

Galeanono necesita escribir para enseñarnos a pensar.