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Cantar y bailar es más que un hábito

Mireia Mambo se despide el domingo de BCN tras ocho meses de 'Sister Act'

Mireia Mambo da gracias al cielo por su papel de Deloris en 'Sister Act'.

Mireia Mambo da gracias al cielo por su papel de Deloris en 'Sister Act'.

ELOY CARRASCO

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El viento amenaza con espolvorear de fragmentos de polen y otros vegetales volátiles de forma esférica su encaracolado cabello y convertirlo en un árbol de Navidad extemporáneo. Ella se sacude un poco y entonces se le bambolean los pendientes, sendas notas musicales plateadas. Algún minúsculo y terco resto del arbolado aparca en el pañuelo de cuello, complemento para todo el año, por encima de temperaturas, en su calidad de protector: la garganta tiene que estar en condiciones para emitir la potente y prístina voz a la que todavía le quedan unas pocas funciones en el Tívoli. Porque se le adelantó Lucía Caram, si no esta monja habría podido ser una aspirante muy seria a Catalana de l'Any.

Mireia Mambo Bokele es catalana (Barcelona, 1989) de padres guineanos, criada en Madrid, moldeada en Londres y protagonista de un musical norteamericano con el que ha superado las 200 representaciones en el teatro de la calle de Casp. Sister Act se despide de la ciudad el próximo domingo después de ocho meses y, entre otras herencias, deja una catapulta para la carrera de esta joven de tan eufónicos apellidos (lo del nombre de pila fue cosa de su hermano mayor, al que le hacía tilín una compañera de clase que así se llamaba).

Aunque no parece tan alocada como Deloris van Cartier, la religiosa fugitiva en cuyos hábitos se ha metido, a Mireia no le faltan razones para echar algunas ilusiones a volar. Sobre todo ahora que ha soltado el lastre de la inseguridad. «No controles tanto, me decía la directora [la holandesa Caroline Brouwer] al principio, en los ensayos», se acuerda. Quizá sea porque, antes que actriz, se considera más correctamente «una cantante que actúa y baila». En Londres, donde pasó cinco años preparándose, se aventuraba por los pubs y sus sesiones de micro abierto. «Llegas, pides turno y cantas lo mejor que sepas». Más de uno se quedó boquiabierto escuchándola en sus versiones de Alicia Keys o Prince, y eso que en la niñez hubo un tiempo de sometimiento al miedo escénico, cuando era apenas una cría a la que le gustaba cantar y todos veían que tenía muchas condiciones, pero el público la intimidaba.

Luego -seguimos en Londres- vino el teatro, con un estreno especial. «Por valle y collado, por soto y brezal, por parque y cercado, por fuego y por mar». Son los versos que recita el hada a la que encarnó en el shakespeariano Sueño de una noche de verano, así, en castellano por exigencias del guion -se lo pidió el director-, en el teatro al aire libre de Regent's Park. También fue una umpa lumpa en el musical de Charlie y la fábrica de chocolate, el portón de entrada en el West End a las órdenes de Sam Mendes, en los momentos de su joven vida en los que había apenas dos palabras en la cúspide del vocabulario: tesón y paciencia. Le venía que ni pintada aquella consigna de Debbie Allen -«¡la fama cuesta!»- cuando era la coriácea profesora Lydia en la serie del mismo nombre (la de Sorosky, sí).

Hasta que, un buen día, Barcelona. Sister Act. Artillería de grueso calibre para el currículum, aunque también, potencialmente, un yunque complicado de mover, por la responsabilidad, por el volumen y por el peso de una obra que lleva décadas en los cielos del éxito. «Qué mona», le dijo Whoopi Goldberg cuando las presentaron el día del estreno, en aquel octubre que, a cuatro días de la bajada del telón barcelonés, suena muy lejano. «Iba en zapatillas por el hotel», recuerda Mireia, con esa imagen de cercanía y de estar por encima del bien y del mal aún muy fresca. Si el objetivo de la universal actriz de Manhattan era no acogotar demasiado con su presencia a quienes iban a recoger el testigo, es evidente que una diva en pantuflas impresiona mucho menos. «Nunca os aburráis haciendo esto», les aconsejó a todos, como un Cruyff con hábitos antes de Wembley. Pero con Mireia hizo un aparte, quiso deslizar un mensaje particular a quien iba a ser su yo. «Tienes -fueron sus palabras- el trabajo más bonito del mundo: emocionar al público».

La monja díscola irá a hacer las Españas en agosto, y mientras tanto Mireia Mambo ha encontrado partituras donde acomodar su voz, con Mighty Might, el nuevo plan de los gerundenses The Pepper Potts.