EL MAPA DEL 'TOP MANTA' EN BARCELONA

Manteros tierra adentro

El colapso de vendedores ilegales en el Port Vell no significa que hayan desaparecido zocos como los del parque Güell y Montjuïc

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ADRIÀ PALACÍN / BARCELONA

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La gran cantidad de turistas que se pasean por el Port Vell y la escasa presencia policial en esta zona han llenado el litoral marítimo de vendedores ilegales, atraídos por el efecto llamada del propio colectivo. Las pugnas por encontrar sitio desde primera hora de la mañana tensan el ambiente, confirmando que se trata de uno de los lugares más buscados de la ciudad para desplegar las mantas. Uno de los problemas con que se encuentran ahora estos vendedores, la gran mayoría de origen africano, es la elevada competencia que genera una guerra abierta de precios. Hay demanda, pero la oferta es demasiado extensa, por lo que muchos se ven obligados a entrar en el regateo y quedarse con un mísero margen. El Port Vell, según algunos manteros, es considerado ya un lugar prohibido para muchos que se dedican a la venta ilegal. Es por ello que en Barcelona, más allá del mar, subsisten otros puntos fuertes para desarrollar esta actividad.

Por ejemplo, el parque Güell. En la puerta principal apenas se puede ver el dragón que preside la entrada. Decenas de manteros y turistas abarrotan esta parte del recinto y provocan cierto colapso desde primera hora. Los visitantes no dan abasto entre la compra de la entrada, hacerse un ‘selfie’ y atender a la llamada de los vendedores ilegales, que les persuaden para que compren aguas y suvenires a bajo precio. En realidad, tendrán tiempo de hacerlo durante toda la visita. Este jardín emblemático, que desde hace un tiempo restringe la entrada gratuita a sus mejores rincones, es una zona tan caliente como tranquila para el 'top manta'.

ANTE LOS OJOS DE LA URBANA

A lo largo de los caminos principales del parque, los muros de piedra sirven de apoyo a un centenar de vendedores ilegales que se extienden hasta la entrada que da al barrio del Carmel. Estos despliegan sus mantas a placer incluso a la vista de una patrulla de la Guardia Urbana que permanece inmóvil a menos de 50 metros contemplando el fenómeno de pie. "Se vende muy bien aquí", comenta uno de los manteros, que se encuentra rodeado por otros compañeros que venden botellines agua sin cesar a los turistas acalorados. "Siempre han estado aquí”, explica un trabajador del parque. “Cuando la policía decide actuar contra ellos, los manteros corren escaleras arriba para esconderse. Y cuando les dejan en paz, vuelven a sus puestos", relata el hombre, asegurando haber llegado a ver estampidas aparatosas contra los turistas por las carreras de los manteros.

Por la avenida de la Reina Maria Cristina, en Montjuïc, también circula un gran número de turistas. Su concentración es menor comparada con en el centro de Barcelona o las zonas marítimas, pero donde hay extranjeros, hay mantas. Se colocan a lo largo de la avenida de las torres venecianas. Reina cierta tranquilidad, y los pocos vendedores que hay -concentrados en los laterales- comercian con bastante fluidez, explica uno de ellos. A diferencia de las zonas más atestadas de forasteros, donde la mayoría son africanos, aquí son nepalís, indios y bengalís. "A la Barceloneta no podemos ir porque no hay sitio; todos son de origen africano y a veces hay violencia. No somos bienvenidos ahí ni queremos ir", explica uno de los vendedores de Montjuïc.

Por ahora, él y su grupo de compañeros se ven incapaces de establecerse en otro lugar pese a que seguramente podrían vender más (y más caro) en el paseo de Gràcia, un lugar reservado a los manteros más osados porque si bien el negocio es mayor también lo es la presión policial. Junto a Fira Barcelona, la policía no interviene tanto y están más tranquilos.