BARCELONEANDO

El hada de las fuentes

Mamen Fradera acaba de restaurar el 'Nen Pescador¿, en Diagonal esquina Casanova

Mamen Fradera, en la fuente del Nen Pescador, en la Diagonal con la calle de Casanova.

Mamen Fradera, en la fuente del Nen Pescador, en la Diagonal con la calle de Casanova.

OLGA Merino

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Al fin ha escampado esa lluvia que en Barcelona nunca sabe lloverse. De manera que las suelas ya no resbalan sobre el nuevo pavimento de la Diagonal, unos 'panots' acertados en lo simbólico —nada más sufrido y barcelonés que los plátanos—, pero polémicos en cuanto al relieve: parece que son atroces para yayos con bastón y señoras con tacón de aguja tipo Louboutin. Una controversia, la del enlosado, que solo viene a cuento porque la cita se ha fijado precisamente allí, sobre el tapiz de hojas, donde la avenida confluye con la calle de Casanova, del lado mar y frente a las oficinas de doña Carmen Balcells, la agentísima.

En ese punto se ubica la recién remozada 'Font del Nen Pescador', el último trabajo para la ciudad de la restauradora Mamen Fradera Castillo, en cuyo quirófano el metal ha recuperado el lustre y el caño de agua vuelve a brotar de la boca del pez que el 'trapella' sostiene entre las manos.

Lo de 'hada de las fuentes' puede quedar resultón como título pero desmerece, porque el currículo de Mamen Fradera es como para caerse de espaldas. Formada en la Scuola d'Arti Ornamentali San Giacomo de Roma, sus manos —luego volveremos a ellas— no solo han devuelto la vida a los surtidores, sino también a buena parte de la estatuaria de bronce de Barcelona. Parte, por no decir toda. Es especialista en eso, en aleación monumental de cobre y estaño, y en su cometido se ha pateado la ciudad de cabo a rabo. Las tiene inventariadas: 155 esculturas de bronce, sin contar placas ni bustos.

Cada monumento, una anécdota que la restauradora va desgranando mientras dura la sesión de fotos. El niño pescador, junto al que posa, tenía una costra verdosa, bella para el ojo profano, pero que, en realidad, era el sarpullido de la corrosión. Encima, algún gracioso le había embadurnado el trasero con pintura blanca, incluido el siete del pantalón.

El suyo parece un historial médico, así como las herramientas que utiliza: espátulas, bisturís, jeringas… La 'Font de la Caputxeta' (paseo de Sant Joan/Rosselló), donde Joan de Sagarra dejaba libros para el lector huérfano, amaneció un buen día con la caperuza pintada de rojo Titanlux… "Mamen, socorro". El 112 de la restauración.

Grúa, camión, espray

Suma y sigue. En el rodaje de un anuncio, una grúa se cargó la 'Font de la granota' (Diagonal/Còrsega), mientras un camión de gran tonelaje embistió el conjunto 'Nens cavalcant sobre peixos' (Gran Via/rambla de Catalunya). El 'Tors d'estiu' (mirador del Palau Nacional), de Maillol, no deja de atraer llaves y punzones a las partes más íntimas de la escultura: senos, pubis y trasero. Y al 'Sant Jordi' de Llimona, desnudo y a caballo (mirador del Llobregat) algún cafre pintó con espray una bandera española en la tripa.

A media tarde, refugio en el Velódromo (Muntaner, 213), también felizmente recuperado, para seguir con la charla. Un Vichy, una infusión y la mordedura en el metal del polen, el salitre, la contaminación o las cacas ácidas de las palomas. Mamen habla de cepillos de acero, disolventes y cloruros, y es inevitable que la vista se fije en sus manos incomprensibles, delicadísimas, casi infantiles, para una batalla tan dura contra el paso del tiempo, la corrosión y la altura de los andamios. "No quiero máquinas cuando trabajo, porque estoy restaurando almas".

En el piso superior del café se está más recogido mientras Mamen Fradera pasa las hojas del álbum sagrado que resume su vida laboral en Italia, una hazaña casi imposible porque pasó allí 20 años, desde que comenzó como becaria, quitando el polvo con guantes a las estatuas de mármol romano, hasta acceder a lo más alto de la restauración. El Vaticano, el Coliseo, la Domus Aurea o el caballo de Víctor Manuel II de Saboya, en la plaza Venecia, una montura de bronce tan inmensa que en su interior cupo una mesa de 11 comensales antes de la soldadura.

Mamen regresó a Barcelona porque tuvo que regresar, porque los padres envejecen y necesitan cuidados. Sigue amando su trabajo y aplicando en su ejercicio la ética porque "solo la belleza nos salva", dice. Y acaso sea esa la última isla.