La ruta turística de los grafitis

Barcelona Street Style Tour organiza dos rutas diarias gratuitas para ver pintadas por el Born y el Raval. Algunas paredes piden a gritos llamar a Iker Jiménez

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ANA SÁNCHEZ / BARCELONA

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Dos de la tarde, Arc de Triomf. Dominic sostiene un ‘flyer’ brazo en alto a lo tarjeta roja. “Barcelona Street Style Tour”, pone en el papel. Pasan unos minutos. Nada. “A veces hay mucha gente; otras, nadie”, explica. Al fin aparece una mujer titubeando. “¿Es aquí?”. “Jane” -se presenta-. De las Bermudas”. Esta turista recién salida del triángulo de las Bermudas no viene al museo Picasso, ni siquiera a comprarse un sombrero mexicano de recuerdo. Viene a ver grafitis.

“¿Empezamos?”. Dominic lleva un año ejerciendo de guía de arte callejero, pero habla como un experto. Es australiano, 27 años. Empezó a hacer grafitis en Sídney. Estudió arquitectura, pero sigue pintando en la calle. “De forma legal”. Para eso está Murs Lliures, dice. Es una red que gestiona espacios urbanos donde pintar grafitis legalmente. “Los que vamos a ver –adelanta– son ilegales”.

Antes de la primera parada, resume la historia del arte callejero como si estuviera en un aula magna. Ahora sí: vamos a la Placeta del Comerç. Dominic se para frente a una portezuela que los paseantes evitan como si tuviera atrapado un zombi de ‘The walking dead’. Habrá garabateados 30 nombres con espray. Si uno mira más de un segundo, verá también un monigote con forma de caballo: el sello de Francisco de Pájaro. “Es un artista increíble”, asegura Dominic. Sus caballos son fáciles de identificar: si hay más de uno, suelen estar practicando sexo.

MECA GRAFITERA

Entramos en la calle del Comerç. Aquí está Montana Shop, la meca de los grafiteros. “Todos vienen aquí a comprar esprays”. Solo hay que mirar la farola de enfrente: está llena de pegatinas de artistas a lo valla publicitaria.

Unos pasos más y aparece una persiana digna de enmarcarse. Es de H101. El guía va explicando detalles del dibujo como si estuviera en una galería de arte. “Mi pasión –apunta– es que la gente entienda lo difícil que es esta técnica”.

Siguiente parada: otras dos persianas pintadas por dos de los artistas callejeros más prolíficos. “Si eres prolífico, ganas respeto”. A la derecha, una bomba animada de Bombazone. A la izquierda, Onergizer, de Konair. Así se llama un polo de helado con ojos entre asustados e indignados. Una vez identificas uno, lo empiezas a ver por todas partes. Ni que fuera un político en campaña.

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Y llegamos a la fuente de Sant Agustí Vell. Si pasas tres días seguidos por aquí, te entrarán ganas de llamar a Iker Jiménez. Lo que ocurre en uno de sus tres grifos es un expediente X que ni pintado. 

GUERRA

Todo empezó con tres palomas, una por grifo. Las pintó el artista de Lituania Ernest Zacharevic, recuerda Dominic. Dos pájaros posados sobre sus respectivos grifos; el del tercero, muerto. Pero un día desapareció la paloma muerta. Solo la muerta. Las otras dos sobrevivieron a los brochazos municipales. Y empezó una guerra en torno al tercer grifo. Apareció un huevo eclosionando. Se borró. Una serpiente. Se borró. Un monigote tirando flechas a las palomas supervivientes. Otra capa de pintura municipal. Un buitre. Fuera. Hace días que sobrevive un gato callejero firmado por Stöke. Este mismo lunes se le ha sumado toda una manifestación de animales con pancartas: ‘Los feos somos más’, ‘Censura no’.  A las palomas supervivientes se les ha pintado un marco.

“No me imaginaba que iba a ser tan interesante”, dice Jane tras dos horas de ‘tour’. Ya identifica a varios artistas y dice de carrerilla ‘tag’ (la firma del grafiti) y ‘throw up’ (tags rápidos, traducción literal: 'vómitos'). Y, sobre todo, los mira con respeto. En la placeta d’En Marcús, se pueden ver tres ‘throw up’ (las letras “idiot”). En uno, las letras están boca abajo; en otro, boca abajo y de derecha a izquierda.

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Final del ‘tour’: galería de arte urbano Base Elements. La abrió un californiano, Robert, hace 13 años. Puedes llevarte a casa un pedazo de grafiti por 5 euros o pagar hasta 6.600. Al lado del mostrador, hay otro californiano, Mike, el ideólogo de Barcelona Street Style Tour. Nadie lo diría, pero en EEUU solía llevar corbata. Creó los 'tours' hace cuatro años con un grafitero también de California, Joachim. “Pensó que estaba loco”. Ahora tienen seis guías turísticos, dos ‘tours’ diarios gratuitos por el Born y el Raval (los turistas dan la voluntad) y uno en bici previa reserva (en Poblenou). Hasta reciben mails de grupos escolares de otros países. “Pensé que iba a ser un ‘tour’ para chicos de 15-20 años –dice Mike–. Me equivoqué. Los que vienen tienen entre 29 y 65”. 

Al salir de la galería, es inevitable descubrir un caballo en la ventana de enfrente. Es el estudio de Francisco de Pájaro. Después del ‘tour’, verlo sentado a la puerta da la misma sensación que toparse con un famoso.