La labor de las entidades sociales en tiempos de crisis

Un futuro desolador

Alumnos 8 Cuatro jóvenes, el lunes, en el curso del Casal dels Infants.

Alumnos 8 Cuatro jóvenes, el lunes, en el curso del Casal dels Infants.

ROSA MARI SANZ
BARCELONA

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Issa, Adil y Sadat son tres chavales con un panorama tan crudo como su pasado. Son ejemplos de jóvenes que heredaron de su entorno una situación de pobreza que no han conseguido superar, algo que las entidades sociales alertan que es habitual en familias con pocos recursos. Y una precariedad que probablemente se acrecentó cuando decidieron venir solos a Barcelona, siendo menores, y sin mayor protección que la de la Administración, bajo cuya tutela estuvieron hasta cumplir los 18 años. Ahora no tienen más apoyo que el que les brindan oenegés, lo que les permite pagarse los alrededor de 200 euros que les cuesta la habitación en la que malviven y cubrir las necesidades más básicas.

Los tres llevan tiempo vinculados al Casal dels Infants, la oenegé de referencia en cuanto a la atención a los más jóvenes, que tras verse un año más desbordada por el aumento de peticiones de ayuda acaba de abrir un curso de formación para 13 chicos cuya principal finalidad es que no se agrave su marginación durante el verano al no tener nada que hacer.

La mayoría de estos jóvenes, que tendrán hasta finales de julio una parte del día ocupada aprendiendo nociones básicas de electricidad, busca su primer empleo. Adil, marroquí de 22 años que llegó a la ciudad con 16, es una de las excepciones. Trabajó durante tres años como electricista en una empresa que acabó cerrando el año pasado. Ahora, agotado el paro, este chico que ya estuvo vinculado a estecasaldel Raval ha vuelto como tantos otros a pedir ayuda a la entidad, y participa en ese curso dando apoyo al resto de jóvenes, ya que es un alumno aventajado en la materia.

Usuarios que vuelven

«Cada vez regresan más chicos que ya habían conseguido ser autónomos», explica Raquel León, educadora de la oenegé, quien denuncia que los actuales criterios de los cursos de formación ocupacional de la Generalitat, para personas en paro, priorizan a quienes tienen permiso de trabajo, lo que deja fuera al grueso de usuarios de la entidad. Es por ello que para ocupar sus horas muchos acaban entrando en una rueda que no les lleva a ningún sitio, ya que enlazan unos cursos con otros en entidades sin opción a acceder a un empleo, o, en el peor de los casos, se acaban desvinculando de las entidades y se buscan la vida como pueden.

«La situación es muy difícil, la mayoría no tiene ninguna red social, por eso intentamos encontrar empresas que les ofrezcan prácticas, lo que implica que luego puedan quedarse aunque sea con contratos cortos», sigue León. El pasado año lograron así empleo y, por tanto, un permiso de trabajo, tres chicos delcasal. Tres de los 300 que participaron en un programa de inserción laboral.

El panorama que tienen los 13 chavales cuyas situaciones personales el Casal dels Infants ha considerado más graves y, por tanto, ha priorizado para acceder a este curso, es amargo. Ciscu Pelay, el formador de este taller de electricidad, reconoce que el perfil socioeducativo de la mayoría es muy bajo y en algunos casos se limita a saber sumar, leer y escribir. Pero por otra parte subraya que casi todos ellos, la mayoría subsaharianos que intentaron a la desesperada buscar una futuro lejos de su tierra, tienen una gran motivación por salir de su precaria situación.

«¿Que si me arrepiento de haber dejado mi país? No, no. Para nada, me estoy esforzando mucho por vivir aquí. Las cosas no son fáciles, pero con constancia creo que se pueden conseguir»explica un optimista Issa, ghanés de 19 años que estudia castellano y catalán por su cuenta, como también hace otro alumno delcasal, Sadat, también de Ghana.

El Casal dels Infants atendió durante el 2010 a más de 5.500 jóvenes y niños. Además de contribuir a resolver sus necesidades básicas, una de las principales líneas de actuación de la oenegé es combatir el fracaso escolar desde la infancia y vincular a los jóvenes a cursos de formación y al mundo laboral. Asimismo, les ayudan a gestionar la renta mínima de inserción, unos escasos 400 euros a los que se accede al demostrar un año de residencia y cuya tramitación puede prolongarse meses. Mientras llega o no esa prestación, entidades como Cáritas o Creu Roja también ayudan económicamente a los chavales para que no duerman en la calle.