BARCELONEANDO

De cuando Dalí se paseaba por Barcelona

Ricard Mas recorre en un libro el vínculo del genio con la ciudad que, afirma, "siempre le ha negado el pan y la sal"

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NATÀLIA FARRÉ / BARCELONA

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Su primer escándalo público lo protagonizó en Barcelona. Tenía solo ocho años cuando delante de un escaparate de la calle de Ferran vio una ristra de ajos. La tienda estaba cerrada, pero él los quería. No dudó. Empezó a gritar: "Quiero cebollas, quiero cebollas". Los paseantes lo miraban estupefactos. Y se supone que su madre intentaba calmarlo. Era Salvador Dalí. El artista de Figueres o el genio ampurdanés, incluso el pintor de Cadaqués. Pero jamás un creador con el gentilicio barcelonés detrás. "Pero la sangre de Dalí es barcelonesa". Así lo afirma el historiador Ricard Mas en 'Dalí i Barcelona', la primera monografía dedicada  a la relación del artista con la ciudad. 

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Una ciudad que "siempre le ha negado el pan y la sal", sostiene. Tanto, que por no tener no tiene ni un triste pasaje con su nombre. ¿El motivo? "Sus vínculos, simpatías u oportunismo con el régimen de Franco". Estuvo a punto de tener un monumento frente a la catedral en la época de Narcís Serra como alcalde. Cierta intelectualidad de izquierdas lo impidió. Sí consiguió la Medalla de Oro de Barcelona. Por los pelos. Se la colocó Pasqual Maragall cuando ya yacía de cuerpo presente, en pijama, a la espera de ser embalsamado. Una escena tan surrealista, como el propio genio. 

Pese a este desdén, Barcelona fue escaparate de Dalí y Dalí escaparate de Barcelona. Aquí pasó largas temporadas. La última en 1988 en la Clínica Quirón; las primeras cuando con cuatro años le llevaban al parque Güell. En medio, ocho décadas de estancias por etapas. Primero instalado en casa de sus tíos, luego en el Royal Hotel de la calle del Carme y a partir de 1935, en el Hotel Ritz. En la suite 108. La misma por la que desfilaron las estrellas del momento, de Ava Gardner a John Wayne. La misma en la que escandalizaba a la alta sociedad montando escenografías eróticas o pornográficas: entre ellas, invitar a un taxista de Vilanova i la Geltrú con un pene muy grande para que lo mostrara, por ejemplo. Y la misma en la que hizo subir un caballo disecado de 400 kilos para regalárselo a Gala. Era su cuartel general en Barcelona, donde recibía y donde acudían los periodistas en busca de un buen titular. 

NO TODO FUERON 'BOUTADES'

Pero no todo fueron 'boutades'. Aquí realizó su primera exposición individual. Aquí paseó con su amigo Federico García Lorca, el poeta granadino tuvo su primer éxito teatral en el Goya con el estreno de 'Mariana Pineda'. Aquí realizó actividades filantrópicas, como el regalo de un óleo al club de fútbol Sant Andreu que pasaba por grandes dificultades económicas. Y aquí se convirtió en el primer gran defensor del modernismo y de Gaudí en una época que ni el arquitecto ni el estilo tenían prédica: el prestigioso crítico de arte Christian Zervos afirmaba, en 1926, que Gaudí había "desacreditado la ciudad con sus múltiples construcciones", obras "con un gusto de aquello más ridículo". Dalí defendió siempre al modernista, hasta el punto de acceder, en 1952, a montar un gigantesco 'happening' en el parque Güell en beneficio de la Sagrada Família. Reunió a 5.000 personas y a la prensa nacional e internacional. 

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El libro repasa también su afición a la zarzuela, a los toros y al charlestón. Su debilidad por los buenos restaurantes y sus salidas nocturnas, que no todas eran al Liceu y al Palau de la música. A Dalí le gustaban los lugares donde actuaban los travestis, como Barcelona de Noche. Allí conoció a Peki d’Oslo, más tarde rebautizada como Amanda Lear. Y visitar burdeles. De sus actividades sexuales habla la Señora Rius. 

THE BEATLES Y EL DILDO

La madame explica cómo una vez llegó el genio con un grupo de mujeres y un pato. El ritual fue de lo más cruel: Dalí degolló al ánade al tiempo que le introducía el pene por el ano para gozar con sus estertores. La Señora Rius lo cuenta, pero también afirma no haberlo visto. Así que dada la aversión que el artista tenía por los gérmenes, lo más probable es que el ritual fuera otro. Es, junto a la anécdota con  The Beatles, la única que recoge el libro sin tener la seguridad de su veracidad. Lo acontecido con el cuarteto de Liverpool también es muy daliniano. Se supone que el genio los llevó a cenar al Reno y que después les obsequió con un dildo gigante a cada uno. No unos cualesquiera, sino unos realizados a mano por un artesano de la calle del Tigre.   

Pese a todo lo vivido en Barcelona por Dalí, no es fácil ver obra suya en la ciudad. En el MNAC hay ocho piezas. Y una en la Fundació Suñol. Hay también otra obra poco conocida por el gran público: la cúpula del Palacete Albéniz. La suma no es para echar cohetes. Esto más la no calle dedicada al artista llevan a Mas a afirmar que Barcelona es una ciudad "infradalinizada".