A cuatro patas en el metro

HELENA LÓPEZ / BARCELONA

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Van de conjunto y no es coincidencia. Jersey gris y rosa. «Primero le compro la ropa a ella y después busco algo parecido para mí». Ella es Joy, la minúscula perrita de Dina, quien no sale de casa sin ella. «¿Normativa? ¿Qué normativa?», se sorprende la joven. «Yo a Joy la llevo siempre. En el metro, en el bus... Y nunca he tenido ningún problema», prosigue. La sorpresa de Dina -interesada al ser animalista practicante- era ayer generalizada en el suburbano. Pese a que todas las teles de los andenes machacaron a lo largo de la mañana con la noticia -a partir de ayer los perros pueden viajar en el metro siempre que estén chipados y vayan atados y con bozal-, la gran mayoría de los muchos viajeros consultados por este diario desconocían la nueva. A prácticamente todos los parecía bien, con más o menos matices. «Si el dueño es responsable, ¿por qué no?», era, en múltiples variantes, la respuesta más repetida.

Mientras habla Dina, sin parar de acariciar a su chiguagua de nueve meses, a su lado, su pareja, Alejando, asiente. «Al único sitio al que no llevo a Joy es al CAP, y porque me llamaron la atención. Antes también la llevaba», explica la joven, quien, tras conocer la normativa ató cabos: «Ya decía yo que hemos visto hoy un perro muy grande en el metro. Claro, ahora lo entiendo. ¡Será por eso!»

Pese al encuentro de Joy, y del perro de grandes dimensiones avistado por su dueña, la mañana de ayer transcurrió con absoluta normalidad en el metro de Barcelona. Quizá porque era un día laborable en el que los dueños de los perros trabajaban; quizá porque todavía hay mucho desconocimiento sobre la normativa, pese a los carteles con publicidad que la anuncian en casi todas las líneas; casi tantos como de la web de citas Adopta un tío, estos días la reina de las vallas publicitarias.

En uno de los extremos de la línea amarilla, la estación de Trinitat Nova. En la calle, frente a una de las bocas Carmen pasea con su inseparable perrita Chiqui, de 11 años. La lleva atada, y lleva una bolsa para recoger los excrementos atada a la correa. «Chiqui viene siempre conmigo, es mi lazarillo, ¡pero soy muy cívica!», explica. Viene del mercado, de hacer la compra con su suegra. Como Dina, tampoco tenía ni idea del cambio en la normativa. «La verdad es que salgo poco del barrio y casi nunca cojo el metro, pero me parece muy bien que los animales puedan viajar con sus dueños siempre que se sepan comportar», añadía la mujer.

«¿QUÉ NECESIDAD HAY?»

Custodia es también vecina de Trinitat Nova y también paseaba ayer por delante de la boca del metro, en su caso sola. «Para los ciegos, me parece muy bien. Lo necesitan y está claro que deben poder llevarlo, pero, para el resto de personas, no lo acabo de ver. ¿Qué necesidad hay de llevar al animal en el metro? Hay personas mayores y niños, y el animal se porta bien hasta que deja de portarse bien», reflexiona la mujer al ser consultada por la nueva medida, que también desconocía.

Pese a la bendición general de la apertura, siempre hay quien plantea alguna duda. El temor más expresado por los viajeros consultados es el más obvio: ¿que pasará si los perros empiezan a hacer sus necesidades en el metro para marcar territorio? Fuentes animalistas descartan que eso se pueda generalizar y aseguran que «ningún perro que baje al metro se verá tentado de marcar el territorio con orín o defecar en él porque no se sienten lo suficientemente cómodos en este espacio».

NUEVAS POSIBILIDADES

Entre los desconocedores de la medida que toman buena nota de esta para bien está Pere. Ayer, sentado en el andén de la estación de Paral·lel de la línea lila, se le dibujó una sonrisa en la cara al enterarse. «No sabía de este cambio, pero me alegro mucho. Lo aprovecharé para llevar a mi perro el domingo a pasear por el parque de la Ciutadella. Muchas veces se me había pasado por la cabeza, pero nunca lo había hecho porque vivo lejos», apuntaba el hombre satisfecho.

El concejal de Presidencia del Ayuntamiento de Barcelona, el animalista confeso Jordi Martí, señaló ayer durante el acto de entrada en funcionamiento de la nueva medida que Barcelona no podía continuar llamándose ciudad amiga de los animales sin normalizar el acceso de todos los perros al metro y aseguró que el paso dado ayer era «una gran victoria de la buena convivencia». Hasta ayer, solo podían acceder al metro los perros guía, los de asistencia (identificados con una chapa y capa azul), los de seguridad y los que se llevan dentro de en transportines rígidos.

Las citadas limitaciones horarias al acceso estarán en vigor entre el 11 de septiembre y el 24 de junio. En esas fechas -durante el curso escolar-, los animales estarán vetados entre las siete y las nueve y media de la mañana y entre las cinco y las siete de la tarde, mientras que los fines de semana, los festivos y en verano --del 24 de junio al 11 de septiembre-- podrán entrar sin ninguna limitación horaria. Los acompañantes de los perros que entren en el metro deben tener más de 16 años y solo se admite un perro por persona.