VERNEDA. VIVIR JUNTO A UN BAR

«Convivir con un bar es un auténtico suplicio»

DARÍO PÉREZ. 32 AÑOS. GEÓLOGO

«Convivir con un bar es un auténtico suplicio»_MEDIA_1

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C.C

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A pesar de que alrededor de la casa de Darío Pérez (geólogo de 32 años) en la calle Cantàbria hay varios bares, no es esta una zona de ocio nocturno. No es ello impedimento para que para él, vecino de toda la vida de Sant Martí, los ruidos generados por la convivencia con un bar

-un clásico en lo que a ruidos urbanos se refiere- se hayan convertido en la cruz de los cinco años que lleva viviendo en esta calle, él en el entresuelo, el bar justo debajo. «Es un suplicio, me impide llevar una vida normal», se lamenta.

Dormir con tapones es una rutina habitual para este joven geólogo. Describe constantes ruidos «de lunes a domingo, en invierno o en verano, hasta la medianoche». Como suele suceder en estos casos, su problema con el establecimiento -con cuyos propietarios no fue posible hablar para elaborar esta información- ha pasado por diferentes etapas que tienen como denominador común que la convivencia se acaba convirtiendo en algo muy difícil de conseguir. «Incluso si el bar cumple los horarios -describe Pérez- el descanso es muy complicado, ya que te encuentras en un estado de alteración permanente».

Y es que, admite, «por la noche como hay muy poco ruido ambiental, el ruido del bar se maximiza». La situación puede a llegar a ser incómoda no solamente por la cuestión de la falta de descanso, sino por otras consecuencias. Por ejemplo, «la sensación de falta de intimidad. Cuando te metes en la cama sufres las voces de la gente y tienes la sensación de estar acompañado en todo momento», explica.

AYUNTAMIENTO  Pérez tiene palabras duras hacia el ayuntamiento, ya que considera que no protege lo suficiente a los ciudadanos que se encuentran en situaciones similares a la suya. Reclama, de entrada, sanciones más duras para los establecimientos que no cumplan con las normativas y con los horarios de cierre. «Las sanciones son una buena medida, pero si son pequeñas no sirven para nada», reflexiona.

Y, después, pide a las administraciones que tengan en cuenta las consecuencias de sus decisiones. En su caso, por ejemplo, la ley antitabaco tuvo un efecto pernicioso, ya que la imposibilidad de fumar dentro del local llevó a la proliferación de terrazas y a la acumulación de gente en la calle, a las puertas de los bares. Y no falla: a más gente en la calle, más ruido ambiental.