BARCELONEANDO

El misterio del número 6 de la calle de la Ribera

Hace muchos años que nadie puede entrar en la que fue casa museo del coleccionista Lluís Plandiura

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NATÀLIA FARRÉ / BARCELONA

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La fachada del número 6 de la calle de la Ribera es igual que la que se erige encima del portal número 4 o del número 8. De hecho, todas las fincas que ocupan la manzana que va del paseo de Picasso a la calle de Comerç lucen la misma construcción. No en vano, llevan la firma de Josep Fontseré, el maestro de obras que se ocupó de urbanizar la zona cuando, en 1869, se derribó la Ciutadella. Pero una de esas fincas esconde uno de los conjuntos de pintura 'noucentista' más importantes de la ciudad: la del número 6. Esconder es la palabra justa. Hace años que nadie lo ve. La casa está cerrada a cal y canto, y su propietario no quiere oír hablar de franquear la entrada a nadie. Y nadie es nadie. Ni escritores, ni historiadores, ni investigadores. Menos, a la Administración. Así que es de suponer (y desear) que el ciclo pictórico que realizó Xavier Nogués en el salón homónimo, también conocido como Saló Catalunya, de la casa Plandiura, sigue en su sitio y sigue en buen estado.

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Pero es eso: una suposición y un deseo. La realidad es un misterio. Como lo es saber si los pisos aún conservan las piezas arquitectónicas,  ventanas y puertas medievales, que decoraban el espacio. Así como una vidriera firmada por el mismo Antoni Gaudí. Todo ello lo compró y lo mandó encajar en el interior de la finca Lluís Plandiura (Barcelona, 1882-1956). El coleccionista catalán tuvo allí la sede de su industria azucarera, como aún puede leerse en uno de los bajos del inmueble, y tuvo allí, también, su casa museo. Tres plantas en las que atesoró su gran colección de arte, casi 2.000 obras, hasta que los problemas económicos le empujaron a venderla. Lo hizo en 1932 y lo hizo a la Junta de Museus. De manera que mucho de lo ahora luce en el MNAC antes llenaba el número 6 de la calle de la Ribera. El mismo sitió por donde pasaron, a admirar tanto talento, Le Corbusier y Alfonso XXIII, por poner dos ejemplos.

{"zeta-legacy-destacado":{"strong":"El conjunto\u00a0","text":"no goza de ninguna protecci\u00f3n, de manera que podr\u00eda ser vendido o separado"}}

Menos suerte, con la entrada, han tenido, por mucho que lo han intentado, Manel Vilar y Mireia Berenguer. El primero autor de la única monografía que hay sobre el industrial ('Lluís Plandiura', de Edicions La Garriga Secreta); la segunda, con una tesis sobre el personaje en marcha. Berenguer está convencida que además de las pinturas de Nogués y de los elementos arquitectónicos, la casa puede esconder documentación. "Papeles que podrían llenar las lagunas que tiene el archivo Plandiura que custodia la Casa de l’Ardiaca". Tampoco ha conseguido pasar del portal la Generalitat. "Hace años hubo se intentó declarar el Saló Nogués Bien Nacional de Interés Cultural, pero no se pudo por la total falta de respuesta de la propiedad", explica el historiador del arte Francesc Fontbona. Sí contestaron con una negativa rotunda los herederos de Plandiura a la idea de trasladar el conjunto pictórico al palacete Albéniz. La propuesta surgió al poco de constituirse la Fundació Xavier Nogués y se la comentó el notario Raimon Noguera, vicepresidente de la entidad, al entonces alcalde José María Porcioles. Este se mostró entusiasmado con la iniciativa. Pero no pudo ser. Como tampoco pudo ser otro de los intentos de traslado: al palacio de Pedralbes a propuesta de Luis Monreal.

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La fortuna sí sonrío a la historiadora del arte Cecília Vidal, autora del libro 'Xavier Nogués (1873-1941)'. Tras la muerte de Antoni Plandiura, hijo del coleccionista, consiguió que le dejaran entrar. "Soy de las pocas personas que ha tenido la suerte de ver las pinturas. Y verlas es como escuchar a Mozart". Llevan "el sello, inconfundible, de catalanidad propia del 'noucentisme'" y son una de las obras capitales del Nogués muralista. Ahí están representados paisajes de Catalunya, canciones del folclore catalán, además de las estaciones y los meses del año.

Cuando Vidal cruzó la puerta de tan oculto espacio, el conjunto estaba bien. Pero de esto hace ya muchos años. El propietario actual, Antoni Plandiura, no tiene ninguna obligación  (ni intención) de enseñar la casa pero como dice el crítico de arte Josep Maria Cadena: "El interés de las pinturas debería ser superior al de la propiedad privada". Y estaría bien que alguien se ocupara de su protección. Sin catalogación por parte de la Administración  de por medio, no hay protección. Y sin protección, la venta  o su perdida y fragmentación son más que posibles.