BCN, fábrica de 'apps'

Artigal, Fernández, Barreto y Jiménez, de Playmoss, en Barcelona.

Artigal, Fernández, Barreto y Jiménez, de Playmoss, en Barcelona. / RICARD CUGAT

JUAN MANUEL FREIRE
BARCELONA

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Hace 30 años, la gente grababa casetes variadas para sus amigos o sus proyectos de pareja. Después hubo un salto a los cedés, y un poco más tarde, a las playlists de Spotify. Pero incluso estas se quedan cortas para reunir la música que se produce ahora mismo, y que se da a conocer a través de varios canales, un díaYoutube, otro día Soundcloud, otro día Vimeo; etcétera. Desde el 2014 -y en versión mejorada a partir de este año-, la web y aplicación Playmoss, hecha en Barcelona, ayuda a crear listas de reproducción que combinan todas estas fuentes. Gracias a Playmoss es posible crear listas reproducibles con música proveniente de los más variados rincones de la red (no, de Spotify no, pero están trabajando en ello). Su utilidad y su cuidado diseño han llamado la atención tanto dentro como fuera de España: entre sus usuarios hay personas de hasta 130 nacionalidades diferentes. Con un crecimiento mensual de entre un 25% y un 30%, a fin de este año esperan haber llegado al medio millón de usuarios.

En una reunión con Aleix Fernández (director ejecutivo), Jordi Jiménez (responsable técnico de desarrollo), Sergio Barreto (encargado de los sistemas) y Aleix Artigal (responsable del diseño), el primero recuerda que, al principio, la idea era sencilla: un simple «almacenamiento». En la nueva versión han incluido, dice, «muchas mejoras en el tema social, introduciendo interacción entre los usuarios, comentarios, likes…». Pero, ante todo, han buscado el modo de hacer la experiencia lo más fluida posible. «La idea era hacerlo súper sencillo, súper básico. Mejor irse a lo básico que a lo estrafalario», dice Artigal. A pesar de que ahora parece una aplicación dirigida al público de la música independiente y la electrónica, en el futuro Playmoss quiere ser como un conjunto de pequeñas burbujas, cada una con un ambiente diferente.

Según sus creadores, Playmoss ha funcionado bien porque Barcelona se encuentra en un nivel superior de cultura musical, diseño y desarrollo. «Estas tres cosas están en un nivel muy alto. En cuestiones de desarrollo, Barcelona es un poco el Silicon Valley de España», opina Jiménez. A la pregunta de si tal vez han vivido situaciones como las de Silicon Valley -la serie- dicen que no: al parecer, la trama barcelonesa carece de ciertos actores principales.

La ciudad como núcleo

«Faltan inversores multimillonarios, que se lo crean y digan: 'Te doy dos millones de euros para hacer crecer esto'. Está teniendo lugar un cambio de tendencia, pero sigue costando que se hagan inversiones en temas que combinen tecnología y cultura», dice Fernández. Cierto, existen muchos concursos (el Banco Sabadell, el Sónar o el Primavera Sound los hacen de startups, por ejemplo), aceleradores de empresas («metes tu empresa, te hacen exámenes para ver si cumples hitos y te lanzan al mercado», explica Jiménez), pero falta capital de dentro y de fuera.

Talento, ideas, todo eso hay de sobra. Juan Capeáns, de la empresa dedicada a aplicaciones InQBarna, invita a comprobar los logros conseguidos con convocatorias como Imagine Cultura o Apps & Cultura. «Los proyectos presentados en ambas demuestran que existe un gran potencial, y que hay una gran cantidad de ideas llevándose a cabo que están relacionadas con la cultura».

Carles Ferreiro es consejero delegado de Appcircus, una empresa líder en concursos y eventos de aplicaciones móviles, además de creador de los Mobile Premier Awards, premios de referencia del sector de las apps durante el Mobile World Congress. Ferreiro confirma las teorías de los chicos de Playmoss: «En lo que se refiere a creatividad y calidad de productos estamos a primer nivel global, pero es cierto que todavía quedan lagunas en la formación empresarial de los emprendedores y en la capacidad para financiar proyectos ambiciosos y con potencial de cambiar las cosas».

El equipo de Playmoss, Capeáns o Ferreiro pueden citar ejemplos distintos de apps culturales que merecen esa gran inversión. Jiménez cita la comunidad fotográfica Blipoint; Capéans, Jamn Player (que muestra los acordes de canciones); y Ferreiro, Festook (recomendador de conciertos). Otras buenas son las que acompañan esta pieza.