TRIBUNA

Arriesgar por Barcelona

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JORDI HEREU

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Hace algo más de cuatro años asumí la alcaldía con plena conciencia del enorme reto personal que representa estar al frente de Barcelona, y sabiendo que los barceloneses me exigirían dos cosas. Primero, fidelidad a los compromisos adquiridos con ellos y a una forma de hacer las cosas a partir de la concertación y el pacto, que globalmente ha demostrado ser una experiencia de éxito. Segundo, capacidad para mantener el rumbo de mejora de la ciudad y de sus 73 barrios, y ambición para materializar nuevos hitos tanto de transformación urbana como de cohesión social, promoción económica e innovación cultural. Es decir, fidelidad a unos valores y capacidad para volver a llenar y dar empuje al proyecto de Barcelona con nuevos sueños e ilusiones compartidas.

Por eso siempre he creído más en el protagonismo colectivo que en el mío particular como político: el liderazgo no solo se fundamenta en una afirmación en primera persona. De modo que, frente a la tentación de caer en la reivindicación permanente ante los otros gobiernos, he optado por la cooperación y el entendimiento: entenderse significa buscar el acuerdo para lograr objetivos concretos. Ante el recurso fácil a la emoción apelando a los miedos, he defendido la razón y el sentido común para gestionar bien el interés público: la razón es la capacidad de hacer valer las convicciones.

Desde el primer día he tenido muy claro que debería darlo todo, sin reservas, y que había que arriesgar y arriesgarse política y personalmente sin miedos. Arriesgar por Barcelona, arriesgar para ganar el futuro. Y así lo he hecho.

Del Carmel a los Tres Turons

He arriesgado gobernando en minoría junto a ICV para hacer posible un gobierno de progreso renovado en Barcelona, sustituyendo la comodidad de las mayorías por la exigencia de los pactos con la oposición. Unos pactos con los que hemos garantizado la estabilidad presupuestaria y hemos hecho avanzar cambios tan relevantes como los del Carmel, las Glòries, los Tres Turons, la Barcelona de los barrios o la nueva contrata de la limpieza. Pero arriesgar estando en minoría a veces te lleva a cometer errores, como la consulta sobre la Diagonal, una propuesta fallida por la que asumimos responsabilidades de primer nivel.

He arriesgado afrontando las embestidas de la crisis. «Contra la crisis, más Barcelona», planteé con contundencia. Lejos de escondernos, esperar que amaine o culpar a los demás, hemos puesto todo el carbón en la caldera para paliar algunos de los efectos de la crisis sobre las personas y las familias y evitar que las dificultades frenasen equipamientos o servicios que eran imprescindibles. Gracias a una buena gestión de las finanzas municipales hemos podido universalizar la teleasistencia y la atención domiciliaria, crear la T-12,

duplicar el número de plazas de guardería, afrontar inversiones históricas en centros escolares y sanitarios o ampliar la Guardia Urbana. Y para favorecer al máximo la reactivación económica hemos mejorado como nunca nuestras infraestructuras; desde la nueva terminal del aeropuerto o la ampliación del puerto hasta la red eléctrica, pasando por el metro en el Carmel, Roquetes o el Bon Pastor. Y hemos tenido clara la apuesta por sectores clave de la nueva economía, como el coche eléctrico y la logística, el diseño y la creatividad, o las industrias audiovisuales en la Zona Franca y el polo tecnológico en el 22@, donde miles de nuevos puestos de trabajo son una realidad tangible.

He arriesgado, sin vacilaciones, planteando propuestas estratégicas para la ciudad. Como la construcción del túnel ferroviario por el Eixample, que nos permitirá desdoblar la red de cercanías y, sobre todo, hacer viable la estación intermodal de la Sagrera. El tiempo da la razón a las apuestas hechas desde la solvencia y la convicción, a pesar de la demagogia y la campaña del miedo que algunos han atizado.

Pero por encima de todo he querido arriesgar cambiando la forma de hacer política. Más razones y sangre fría que debates con gesticulaciones y palabras para agradar. Más diálogo y consensos con los otros gobiernos que protagonismo fácil basado en el enfrentamiento mediático. Una forma de actuar que nos ha dado buenos resultados: el restablecimiento del gobierno metropolitano, la obtención de la sede de la Unión por el Mediterráneo para Barcelona, la recuperación del castillo de Montjuïc, el traslado de las prisiones o la propia construcción de la estación de la Sagrera, tan importante para asegurar un sistema ferroviario completo y la conexión con Europa en alta velocidad como para poner en marcha el motor de la revitalización definitiva de los barrios del Besòs.

Arriesgarse es defender a Barcelona, es creer en la ciudad, en sus fuerzas, en su gente. El inmovilismo, el miedo o el conservadurismo no llevan a ninguna parte. No podemos dejar que frenen a Barcelona. Pararse es retroceder.

Seguiré arriesgando y arriesgándome por Barcelona. Porque lo vale. Porque entiendo que represento un proyecto colectivo, que no se ha hecho solo ni desde los despachos sino que se ha ganado y se revalidará en la plaza pública. Porque yo vengo de la realidad de la gente de Barcelona, y la vivo con nombres y apellidos. Porque es la gente la que da sentido a mi acción política. Y quiero seguir arriesgando para responder a la exigencia y la confianza con que cada día me interpelan y me honran los barceloneses y las barcelonesas.