LA JORNADA DE LIGA

Villa y Messi desbordan al Rayo (3-1)

El equipo madrileño ha jugado de tú a tú a un Barça que ha desperdiciado numerosas ocasiones

JOAN DOMÈNECH / Bracelona

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Si el renacimiento del Barça requería de alguna confirmación, ya se ha producido. El Rayo ha pasado este domingo por el mismo trago que el Milan, algo más llevadero porque ha sido más valiente, pero ha sufrido los rigores de un equipo que ha vuelto a jugar con rapidez y al que le sobran ocasiones de gol (3-1). Desperdiciar la inmensa mayoría de las que ha creado ha tenido su castigo: no solo le ha impedido cuajar un festival, sino que, además, ha acabado con un regusto amargo con la prueba evidente de una tarjeta amarilla a Pinto por perder tiempo en el minuto 90.

Ha vuelto el Barça, pero Messi no se había ido. Las 18 jornadas consecutivas goleando lo acreditan, y el segundo doblete seguido lo ha convertido en el séptimo mejor goleador de todos los tiempos en la Liga. Entre él y Villa, en plan Juan Palomo, han derribado a un Rayo que se ha atrevido a jugar de tú a tú al Barça, del primer minuto al último sin mirar al marcador, hasta el punto de que casi le arrebata el índice de posesión de pelota.

Con la Champions aparcada, el feliz regreso azulgrana a la cotidianeidad de la Liga ha generado pocos cambios de la gesta europea. El campeonato nunca será el segundo torneo en importancia, y como los técnicos no creen que esté ganado, han limitado las rotaciones. Solo tres cambios en el césped, a excepción de la consabida entrada de Pinto por el sancionado Valdés.

Xavi no cede la brújula

Ha jugado Adriano --es un decir, ha aparecido un ratito antes de romperse en el minuto 22 en la primera vez que ha forzado la pierna-- antes de ceder de nuevo el puesto a Alves; Cesc ha ocupado el lugar de Xavi, sin que el cerebro le hubiera cedido la brújula, y ha aparecido Alexis para mejorar la aportación de Pedro. Jugara quien jugara, el guion del duelo habría sido similar, aunque se ha visto que con Xavi todos habrían tenido tiempo de coger aire para respirar.

Los dos equipos se han entregado a un correcalles de hora y media. En la inmensa pradera se han puesto a correr todos como niños de colegio, arriba y abajo, de área a área. Los azulgranas, por instinto; los rayistas, por la voluntad de su entrenador. Paco Jémez es la antítesis de lo que fue como futbolista y desea disfrutar ahora de mayor, como técnico, lo que no gozó en el césped ejerciendo de rudo central. Lo que no quiere decir que sus hombres no rasquen, que lo hacen.

El vértigo del contrataque

Sin Xavi, ha faltado gobierno entre los azulgranas. Iniesta se ha visto desbordado hasta la segunda mitad por Cesc, presente en todas partes y en ninguna, y un Busquets extrañamente inseguro. Por un día, el Barça ha experimentado el vértigo del contrataque sin desdeñarlo. En dos ha fulminado al Rayo, porque no ha podido hacerlo con ataques estáticos. También es verdad que pocas veces un visitante al Camp Nou se expone con tanta osadía como ligereza.

Nada que perder, ha pensado Jémez, que ya ha salvado al cuadro madrileño. Su Rayo ha jugado con más dignidad que el Milan: ha creado más problemas, ha rematado más y ha mostrado mejores hechuras de equipo. Ha triangulado, no ha rifado ningún balón y ha jugado a dos-tres toques. En la comparación con el Barça, obviamente, ha salido perdiendo por la menor calidad de sus futbolistas.

Ocasiones desperdiciadas

El tú a tú ha brindado un partido atractivo, más llamativo por parte visitante que local, aunque las ocasiones se han pintado de color azulgrana. Algunos disparos lejanos madrileños (Piti, Trashorras, Domínguez) han permitido reparar que Pinto estaba bajo los palos. De Rubén se ha sabido desde el primer momento que ha vestido de amarillo por completo. Su equipaje le ha permitido atraer muchos remates. El Barça ha rematado con tanta generosidad como vulgaridad, sobre todo desde el momento en que ha resuelto el partido, o lo creía resuelto. La incorporación de Tamudo ha mosqueado a la parroquia culé, y al minuto ha recordado las antiguas frustraciones que le había dispensado el exespañolista.