¡Abajo el minifundismo científico!

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EXPEDICIÓN MALASPINA / 12 de febrero del 2011

El comandante Juan Antonio Aguilar (izquierda) y el jefe científico Jordi Dachs, en el 'Hespérides'.

El comandante Juan Antonio Aguilar (izquierda) y el jefe científico Jordi Dachs, en el 'Hespérides'. / periodico

LUIS MAURI

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El Hespérides emplea el sábado en alejarse de la plataforma continental africana en busca de las llanuras abisales del Índico, donde el lecho marino se encuentra a 4.000 e incluso 5.000 metros de profundidad. El buque oceanográfico ha dejado atrás el Atlántico y ha entrado en aguas del Índico a las 3.55, al cruzar frente al cabo de las Agujas. Durante mucho tiempo se creyó que el cabo de Buena Esperanza, descubierto por los portugueses en las postrimerías del siglo XV, separaba ambos océanos. No es así. El honor le corresponde al humilde y anónimo cabo de las Agujas. Unos 150 kilómetros al sur de Buena Esperanza, Agujas es el punto más meridional de África.

A las 10.30, de pronto el agua parece hervir a estribor. La superficie se encrespa y el azul se cubre de blanca espuma. Es un grupo de delfines. Se están dando un buen desayuno en un banco de peces. El Hespérides navega a 12 nudos con rumbo 086 (este), frente al cabo Infanta. Posición: 35 grados latitud sur, 21 grados longitud este.

A bordo, hoy es jornada de transición. Hasta la madrugada siguiente el buque no estará en aguas suficientemente profundas para recoger muestras de agua y plancton. Los científicos emplean el día en ultimar preparativos: repasar el material con el que recogerán, tratarán y almacenarán las muestras; homogeneizar criterios; afinar procedimientos; confirmar protocolos; coordinar maniobras. Pudiera parecer una tarea fácil, rutinaria. No lo es. Hasta última hora surgen imprevistos, alguien se sobresalta, esto no cuadra, cómo es que nadie hizo aquello, mi grupo necesita tantas botellas de muestreo, el mío también. Alguna corrección sobre la marcha, algún mohín de fastidio... Nada que al caer la noche no parezca arreglado. Los pequeños desajustes pendientes, confían todos, ya se solventarán con la puesta en práctica. Algunas ciencias pueden ser exactas; los científicos, no.

Esos sobresaltos sin duda tienen que ver con que los investigadores de la Expedición Malaspina no son de un mismo equipo, sino que provienen de una veintena larga de instituciones científicas y universidades. Esta característica es una de las banderas del proyecto. La oceanografía española, como el conjunto de la investigación científica en España, adolece de una gran fragmentación, explica el jefe científico de la etapa Ciudad del Cabo-Perth, Jordi Dachs, un barcelonés de 41 años. Hay muchos equipos científicos, pero son muy pequeños. Y cada uno trabaja a su aire, en régimen minifundista, de manera que una buena porción del esfuerzo y los recursos se pierde en el saco sin fondo de la reiteración o no se alcanza el objetivo por falta de potencia de tiro. La virtud de Malaspina, subraya Dachs, es precisamente que rompe con esa atomización tradicional y abre la senda de la concentración.