UN ANIVERSARIO AMARGO

El largo invierno de Tahrir

Policías egipcios montan guardia en la plaza Tahrir de El Cairo.

Policías egipcios montan guardia en la plaza Tahrir de El Cairo. / periodico

KIM AMOR / BARCELONA

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En solo cinco años, Egipto ha vivido una revolución que echó del poder a Hosni Mubarak y familia, ha tenido al primer presidente elegido democráticamente de su historia, Mohamed Mursi, y ha sufrido un golpe de estado encabezado por el actual hombre fuerte del país, el mariscal de campo Abdelfatah al Sisi. Un lustro, sin duda, trepidante, lleno de esperanzas frustradas, enfrentamientos, traiciones y fuerte represión.

Ante el quinto aniversario de la revolución, Al Sisi ha puesto en guardia hoy a todo el aparato de seguridad para evitar protestas en las calles, lo que en realidad no es ninguna novedad. El modo de actuar del poder actual no difiere del de Mubarak. Hoy Egipto sigue siendo un estado policial, precisamente lo que precipitó la revolución del 25 de enero de 2011. "Estamos haciendo frente a la época peor y más opresiva de la historia moderna de Egipto", afirma el activista de derechos humanos egipcio Gamal Eid a la revista estadonidense 'The Atlantic'.

Las cifras son elecuentes. Desde el verano de 2013, fecha de la asonada militar que derrocó a Mursi, más de 41.000 personas han sido detenidas, acusadas de un delito penal o condenadas en juicios injustos, según Amnistía Internacional. La mayoría de los encarcelados son islamistas de los Hermanos Musulmanes. Pero también hay destacados activistas laicos que tuvieron un papel muy relevante en la revolución, como Ahmed Maher y Mohamed Adel, fundadores del Movimiento 6 de Abril, o Alaa Abdel Fatah, padre de la blogosfera y del ciberactivismo egipcio. 

Mientras tanto, los hijos de Mubarak, Alaa y Gamal, ya están libres tras pasar cuatro años en prisión, y el expresidente, de 87 años, permenece detenido en un hospital militar, aunque ya ha sido absuelto de gran parte de sus cargos.

El Consejo Nacional de Derechos Humanos de Egipto (CNDHE) cifra en más de un centenar las personas que están desaparecidas tras haber sido detenidas por las fuerzas de seguridad. El año pasado en el país se dictaron 507 penas de muerte, el 20% de las habidas en el mundo, entre ellas la del propio Mursi y toda la cúpula dirigente de los Hermanos Musulmanes.

PANORAMA SOMBRÍO

Y el último informe del Comité para la Protección de los Periodistas (CJP, en sus siglas en inglés), con sede en Nueva York, sostiene que "en ningún otro país el ejercicio del periodismo se ha deteriorado tanto como en Egipto. En la actualidad es el segundo país del mundo con mayor cifra de periodistas presos". En el 2015, un total de 23.

Un panorama sombrío de involución que muestra en que medida los uniformados han enterrado el espíritu de la revolución que deslumbró al mundo al grito de "pan, justicia, libertad y dignidad".

La cúpula del Ejército es la que se ha llevado al final el gato al agua. Aprovechó la revuelta para apartar del poder a Mubarak y evitar que cediera la presidencia a un civil, su hijo Gamal -lo que hubiera roto la saga militar instaurada por Gamal Abdel Naser hace más de 60 años-; se ha deshecho de los Hermanos Musulmanes, su rival eterno; y ha amordazado a la disidencia democrática a golpe de "persecución permanente", como afirma Amnistía Internacional.

Una regresión que, sin embargo, no parece inquietar ni a la Unión Europea ni a Estados Unidos, más preocupados por hacer frente con eficiencia al Estado Islámico (EI). La posición de Occidente respecto a Egipto la resumió muy bien hace unos meses el primer ministro italiano, Mateo Renzi, cuando dijo a Al Sisi: "Su guerra es nuestra guerra y su estabilidad es nuestra estabilidad".

Desde el golpe de estado, la actividad yihadista se ha multiplicado. En el 2015 se registraron 357 ataques solo en el Sinaí, entre ellos el atentado contra el avión comercial ruso que estalló en el aire el 31 de octubre, con el resultado de la muerte de sus 224 ocupantes. La acción la reivindicó Wilaya Sina, la filial de EI. También han crecido los ataques en otras partes del país, sobre todo en las zonas turísticas, lo que ha motivado que los ingresos por turismo, una de las principales fuentes de riqueza del país, cayeran el año pasado un 15%.

CONCIENCIA REVOLUCIONARIA

La economía egipcia, muy resentida, se mantiene a flote gracias, en gran parte, a los petrodólares de Arabia SaudíEstados Unidos ha reanudado su ayuda de 1.300 millones de dólares al año y, esta misma semana, China, ha anunciado inversiones en el país por un valor de 15.000 millones de dólares. Un buen balón de oxígeno. Aún así la penuria sigue castigando a la gran mayoría de la población y cada vez es más evidente el malestar social. En el 2015 se registraron 1.117 protestas laborales, más de tres al día.

Las condiciones políticas, económicas y sociales son ahora las mismas que precipitaron la gran revuelta. Para muchos jóvenes activistas egipcios recordar hoy la rebelión de hace hoy cinco años no es un acto de nostalgia sino la reafirmación de que la revolución late aún en sus vidas y de que llegará el momento de volverlo a intentar.

La revolución del 2011 "marca la afirmación de una conciencia revolucionaria que hoy continúa", sostiene el analista francés miembro del Centro de Investigaciones Internacionales de París, Stéphane Lacroix,  al diario Libération. "Esta generación puede ser masacrada, exiliada o encarcelada, pero no desaparecerá", añade.

"Los jóvenes revolucionarios tienen todavía camino por delante", afirma, por su lado, el escritor egipcio Alaa al Aswani. Referente intelectual durante la revolución, Aswani apoyó el derrocamiento de Mursi por "traicionar la revolución" y ahora se muestra muy crítico con Al Sisi. El escritor considera, como el activista Gamal Eid, que la situación de los derechos humanos en Egipto es "peor que con Mubarak".

"Derrotaremos a Al Sisi como derrotamos a su maestro Mubarak", afirma un veterano activista que prefiere guardar el anonimato al diario egipcio 'Mada Masr'. Estos días, el Movimiento 6 de Abril, tuiteó: "Con fe, esperanza y amor a Egipto, sí podemos". De momento, el largo invierno sigue anclado en Tahrir.

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