EL CONTINENTE AFRICANO

La crisis del siglo

En riesgo 8Una familia de Turkana (Kenia) espera alimentos.

En riesgo 8Una familia de Turkana (Kenia) espera alimentos.

MONTSE MARTÍNEZ

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Estamos ante la crisis alimentaria más grave del siglo XXI en el este de África. Que el cuerno del continente -especialmente Somalia, Etiopía y Kenia- tenga sed y pase penurias es endémico. Pero ahora, hoy, se deshidrata, se muere de hambre.

Sigue sin llover. Hace muchos meses que no llueve. La sequía que azota la zona es la peor en los últimos 60 años y vuelve a evidenciarse que no ha habido políticas a largo plazo para evitar que esta crisis, como otras anteriores, se convierta en una trampa que puede llegar a ser mortal para millones de personas. Las cosechas se han perdido y el ganado se muere de sed. Los datos que baraja la ONU advierten de que 12 millones de africanos están en peligro.

EL PERIÓDICO va a desplazarse hasta el noroeste de Kenia, al distrito de Turkana, cuya ciudad más importante, Lodwar, está a 150 kilómetros de la frontera con Etiopía. Una provincia en situación crítica, según el baremo de la ONU, que atisba la llegada del grado de emergencia de forma inmimente.

os dos bandos.

Proyectos a largo plazo

El recorrido, de la mano de la oenegé Oxfam Internacional, pretende reflejar no solo las actuaciones de emergencia -como el reparto de comida y la potabilización de agua- sino también los proyectos más a largo plazo vinculados a la gestión y tratamiento del agua como fuente de vida de los cultivos y del ganado.

La zona que transitará EL PERIÓDICO padece altos niveles de malnutrición, alrededor del 38%, por encima del doble del nivel del 15% considerado como emergencia. El 95% de sus gentes viven bajo el umbral de pobreza.

El precio del maíz ha subido entre el 80% y el 160% por encima de la media de los últimos cinco años. En la ruta del lago Turkana, los agricultores ven cómo sus cultivos se han muerto, abrasados por el calor, y ellos se ven obligados, pese a la inexperiencia, a practicar la pesca para poder llevarse algo a la boca.

«La pérdida de vidas a gran escala es un riesgo real y la crisis lleva camino de empeorar los próximos meses, sobre todo para las comunidades de pastores», advierte un portavoz de la oenegé Oxfam Internacional. La próxima estación de lluvias en el noroeste de Kenia empieza el próximo mes de enero.

A pesar de compartir denominadores comunes, cada país afronta la crisis desde su particular coyuntura. Por eso Somalia padece un grado de vicisitud sin parangón. Las consecuencias de la sequía y el aumento de los precios de los cereales se multiplican por mil en un Estado fallido donde el Gobierno interino, pese a contar con el apoyo de la comunidad internacional, no consigue controlar una parte del país que está en manos de las milicias de Al Shabab, la organización cercana a Al Qaeda.

La situación de la capital, Mogadischo, refleja lo que ocurre en el resto del país. El Gobierno controla el puerto, el aeropuerto y las inmediaciones del mercado mientras las milicias islamistas campan a sus anchas por el norte de la ciudad. Una amplia avenida separa los dos bandos.

Condenados a la hambruna

Los rebeldes de Al Shabab impiden que la gran maquinaria humanitaria internacional penetre en sus territorios, abocando a miles de personas a optar por abandonar su territorio a riesgo de morir de hambre. Las dos zonas del sur de Somalia controladas por Al Shabab son, precisamente, en las que la ONU ha decretado situación de hambruna. «El gran obstáculo para la asistencia humanitaria en Somalia es la denegación de acceso por parte de grupos armados opositores, principalmente miembros de Al Shabab», advierte un informe elaborado por las Naciones Unidas. Las milicias islamistas han hecho del secuestro de trabajadores humanitarios y de periodistas una herramienta de coacción altamente eficaz. Las pocas oenegés que operan en la zona deben pagar tasas a Al Shabab.