La ilusión del reencuentro

Lily se maquilla para Mario

Antes y después 8 Lily el pasado agosto (izquierda), demacrada, junto a la Lily maquillada para su marido.

Antes y después 8 Lily el pasado agosto (izquierda), demacrada, junto a la Lily maquillada para su marido.

ABEL GILBERT
COPIAPÓ

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«Se hacen vigorosas nuestras voces». Los Carabineros desfilan a paso redoblado por el campamento La Esperanza. La mirada del policía militar apunta a la nuca del compañero que está adelante. Todos deben ser uno. Un cuerpo y un espíritu. No hay que perder el ritmo. Uno-dos, uno-dos. Pero la marcha no es uniforme. Siempre alguien se rezaga o desvía la vista, como el que, con sutileza, furtivamente, apunta con sus ojos hacia Lilianet Ramírez, tan distinta en la mañana de ayer que el suboficial no pudo dejar de observarla.

Ella devino símbolo de esta geografía árida. Fue la primera en recibir una carta desde las oquedades del socavón.«Pronto nos veremos, chao mi vida, te amo, hasta pronto. Un beso», decía la misiva de su esposo Mario Gómez. Tres hojas con bordes corroídos, escritas en letras azules, grandes y urgentes.

«Hola, Lily, tu última noche en carpa, ¿no?», le dice uno de sus vecinos en estos dos meses de trastornos. «No, me iré de aquí cuando salga el último de los 33», responde. La vida del campamento le ha dado un protagonismo que no buscaba, al punto que podría, en cierto sentido, decirse que Mario Gómez es el marido de la peluquera. De Lilianet, la que abandonó el gusto por crear formas y volúmenes con el cabello de los clientes que llegaban a su casa y se instaló en este rincón del desierto apenas supo del derrumbe del 5 de agosto.«Solo me fui dos días de aquí, cuando tenía la garganta destruida, pero no pude resistir y regresé», dice.

Entonces, el rostro de Lilianet era un mapa del dolor y la desesperación. Ya es otra, o, como le dice a este periodista que la conoció en las horas de zozobra, empieza a ser otra vez la de antes.«Hay que recibirlos como corresponde. Con la sequedad de este lugar el cabello se pone feo…Estoy linda, ¿cierto?», dice, y se dice a si misma.

La llevaron a la mejor peluquería de Copiapó. Una manicura veló por mejorar las uñas. El retoque se completó con el sombreado de ojos y pestañas, y la hidratación del cutis.«Pero en la última videoconferencia con él fui, ¿cómo decirte?, normal: jean y polera. Quiero que cuando me vea de cerca se sorprenda». Lilianet tiene 53 años, cuatro hijas y siete nietos. La mayoría de la familia acampa a su alrededor.«Soy una persona muy jovial, pero, claro, estuve muy triste, pero poco a poco fui recuperando el sentido del humor», rememora.

Le tiembla un poco la mano derecha. Eso la obligó a restringir su trabajo, dos años atrás: solo peina a mujeres. El marido de la peluquera acumula otros padecimientos físicos. A mediados de 2009, un médico le advirtió de que sus pulmones tenían más tierra que el desierto de Atacama. Gómez se puso a manejar un autobús. El dinero no alcanzaba, y mucho menos con dos hijas menores embarazadas. Por eso retornó a la mina. Un mundo conocido para él.

Empezó a trabajar en el socavón a los 12 años, acompañando a su padre, quien murió de silicosis, la misma enfermedad que le han detectado.«Tendrás que elegir entre el matrimonio y el socavón», se propuso decirle Lilianet a su esposo. Pero ahora se muestra más moderada.«Respetaré su decisión y su opinión: tal vez hasta cambia de idea», reflexiona.

Vacaciones y boda

Ella desea irse de vacaciones a Viña del Mar, el principal balneario de Chile y casarse por Iglesia.«Y luego, poco a poco, ir retomando nuestras vidas», sueña despierta. Sueña también con levantar un santuario a las puertas de la mina San José, el escenario del milagro. Dice que ya le ha enviado una carta al cardenal, Francisco Javier de Errázuriz. Y si no le responde hablará con el presidente Sebastián Piñera. O su mujer, Cecilia Morel, de quien, dice, se ha hecho amiga.«Si uno desea algo, no debe pensar en los obstáculos: debe hacerlo», dice, y con una mano se alisa su cabello, no sea cosa que sobrevenga el inesperado desarreglo.