crónica desde bruselas // ELISEO Oliveras

Una ciudad bajo impronta masónica

ELISEO Oliveras

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En pocas capitales europeas la masonería ha dejado una impronta tan perenne y visible como en Bruselas. No solo la capital belga debe a la masonería su prestigiosa Universidad Libre de Bruselas, sino que la vasta red actual de escuelas municipales laicas tampoco existiría sin la tenacidad y el empuje de las logias masónicas a lo largo del siglo XIX.

Numerosos edificios de la ciudad, viviendas y monumentos conservan visibles los símbolos de la masonería. Incluso el diseño del parque central de Bruselas reproduce con sus avenidas, jardines y estanques los principales símbolos masónicos. El compás, la plomada, la escuadra, el mazo y las demás herramientas son claramente perceptibles contemplando el plano del parque.

Tras la independencia de Bélgica y a lo largo del siglo XIX, la masonería desempeñó un papel fundamental en el desarrollo político del país, y muy especialmente en su capital. Todos los alcaldes de Bruselas hasta 1909 fueron masones, con la excepción de Adolphe Max, y las logias masónicas impulsaron la creación del Partido Liberal belga para contrarrestar eldiktatque la Iglesia imponía en todas las esferas de la vida pública y privada.

Ante el monopolio católico de la enseñanza universitaria en Bélgica, el jurista Pierre Théodore Verhaegen, gran maestro de la logia Los Amigos Filántropos, impulsó en 1834 la creación de una universidad laica, totalmente independiente del Estado y de la Iglesia, y regida por el principio de la libertad de pensamiento. Con el respaldo del alcalde de Bruselas, Nicolas Rouppe, miembro de la misma logia, la nueva universidad nació el 20 de noviembre de 1834. Durante numerosas décadas la Universidad Libre de Bruselas solo consiguió sobrevivir a la hostilidad de la Iglesia y del Estado durante los gobiernos conservadores gracias a las ingentes contribuciones financieras masonas.

Las logias masónicas concentraron sus esfuerzos políticos en lograr la laicidad del Estado, en promover una enseñanza pública laica, obligatoria y de calidad, en instaurar la educación femenina y en establecer el sufragio universal, aunque la extensión del sufragio les privase de su papel político determinante.

Uno de los combates más duros que tuvo que librar la masonería belga en el siglo XIX fue la secularización de los cementerios, que la Iglesia consideraba como dependencias propias en las que se atribuía el poder de veto. A pesar de haber logrado Bruselas imponer la propiedad municipal a los cementerios para que estuvieran abiertos a todos, la presión de los medios eclesiásticos sobre las familias y las personas que se negaban a someterse al ritual católico era tan grande que las logias tuvieron que organizar ceremonias civiles para amparar a sus miembros, y numerosas personas dejaban escritos testamentos masónicos para impedir cualquier ritual religioso en su entierro.

De esa titánica lucha decimonónica ha quedado la práctica frecuente de las esquelas masónicas que aparecen en el diarioLe Soir,donde se destaca bajo el símbolo del compás y la escuadra que la persona falleció "fiel a sus convicciones filosóficas".