«No conozco una mujer a la que no le preocupe su peso»

Ana Alexandre nació en 1980 en la ciudad canadiense de Hamilton, a unos 50 km al sur de Toronto. Hasta los 18 años, se formó y trabajó como bailarina, y luego se preparó como actriz de teatro. Pero cuando el fitness aterrizó en su vida, lo tomó como punto de partida de su nueva dedicación. Se hizo entrenadora personal. Ayudaba a la gente a moldear sus cuerpos. «Vivía totalmente en mi cuerpo», dice. Hasta que entró en su mente y le lanzó unos cuantos porqués. ¿Por qué vivo aquí?, ¿por qué junto a esta persona? Y sus respuestas la llevaron a vender su casa y a comprar un billete de avión.

–¿Por qué eligió Barcelona? Fue algo al azar. Una vez sentí que quería cambiar de ciudad, sondeé Lisboa y París, pero alguien me prestó un libro de Barcelona y me decidí por esta ciudad. Me desprendí de mis posesiones y compré un billete de ida. Lo hice porque conocía a alguien que tenía contactos aquí y me dijo que había tres lugares donde podría encajar y me darían trabajo. Y así fue, sin dominar la lengua ni conocer a nadie, empecé a trabajar en un gimnasio.

–Y ha recuperado lo que hacía en Canadá, acompaña procesos de cambio en la vida diaria de las personas. ¿Hacia dónde? Primero hacia una motivación realmente sostenible, porque la mayoría de veces un porqué no motiva lo suficiente. 

–¿Puede poner ejemplo? Sí. Si alguien me pide que le ayude a perder kilos, el porqué no puede quedarse en la belleza, ni en hacerlo por alguien. El resultado, para perdurar, debe ser para ti, para tener más energía, bienestar, y prevenir enfermedades. Si me nutro bien, tengo más energía. Si hago deporte, libero endorfinas. Tener fuerza para levantar a un hijo o nieto debe pesar más que el aspecto físico. Eso también mejora, pero será consecuencia, no motivo. 

–Valoramos la salud, pero sin procurarla. Y no la vemos como un éxito. Éxito es el trabajo y el dinero, pero ¿y la salud que nos garantizamos cuidándonos? Y para toda la familia. Me parece absurdo que muchas mujeres que quieren adelgazar preparan una comida diferente para ellas y, para sus maridos e hijos, otra. ¿Por qué no comer bien todos? Por eso yo, que tengo hombres y mujeres como clientes, las prefiero a ellas. Así, ayudando a una persona, estoy ayudando a tres o cuatro a la vez. 

–¿Qué más diferencias registra entre sus clientes según sean hombre o mujer? Aún no he conocido a una mujer a la que no le preocupe su peso. Otra diferencia es la culpa. Ellas se culpan por cada minuto que pasan en el gimnasio, o con una amiga. Ellos no. Porque ellas, aquí y en Canadá también, hacen tres jornales al día: en el trabajo, en casa y con los hijos, siempre están full time. Ellos, si están quemados, es por saturación en su ocupación laboral y, alguno, por no poder ayudar en casa. Y ese es el error, no el no ayudar, sino no corresponsabilizarse, en la casa y con los hijos.

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–¿Cómo las convence, pues, a ellas de la inversión que supone su autocuidado? Fácil. Con más energía, se puede dar más. Si vivimos en un continuo burnout (estrés por sobresaturación), es decir, en el autoolvido, tendremos un montón de tiempo, pero solo cuando finalmente enfermemos. El autocuidado, aunque sea media hora diaria, es el empoderamiento más rentable. Un coche sin gasolina no puede circular.

–¿Qué otros éxitos no valoramos? Que un amigo nos cuente un problema; que un hijo o sobrino quiera tomar un café con nosotros; una relación romántica; las relaciones sexuales; que alguien confíe en ti, que nos ayudemos mutuamente, todo eso es éxito. La gente, las relaciones positivas y el amor son gasolina. Por mi experiencia como nutricionista holística [www.anaalexandre.com] sé que todo eso también ayuda a construir cuerpo y vida deseados.