HISTORIAS MÍNIMAS

Cal Tomàs, embutidos gurmet y ecológicos

La empresa familiar pasó de ser una carnicería a proveer a otras tiendas y restaurantes sus productos de calidad

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Patricia Martija / Barcelona

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De una carnicería a proveer sus productos gurmet a tiendas y restaurantes. Un cambio drástico en el concepto de negocio que se dio cuando la tercera generación tomó las riendas de la empresa en 1997. La familia bromea siempre con que traspasaron el mostrador. El salto de Cal Tomàs, en la que ya trabaja la cuarta generación, ocurrió por la gran calidad de sus embutidos y carnes.

La empresa familiar mantiene las recetas y la forma de elaboración del pirineo leridano. En Cal Tomàs la curación sigue siendo natural. Solo la hacen en invierno porque el clima debe ser seco y las temperaturas, frías. En La Pobla de Segur (Pallars Jussà), donde tienen el obrador, se cumplen ambas condiciones, por lo que es una zona muy buena para este proceso de curación.

Este cuidado llevó a que sus embutidos comenzasen a tener mucho nombre. Entonces, Tomas Gordó y Eugènia Pérez empezaron a venderlo a algunos restaurantes. Y después pasaron a ser también proveedores de otras carnicerías. Hasta que, 10 años después, la tienda solo supone el 1% de la facturación.

Restaurantes gurmet

El crecimiento ocurrió sobre todo por el boca a boca. "En el mundillo del gurmet todo el mundo se conoce, muchas personas vienen a buscarnos porque han probado un producto nuestro en un restaurante", explica Laura Gordó, gerente de Cal Tomàs y cuarta generación que trabaja en la empresa familiar.

De esos ambientes son la mayoría de los clientes de la proveedora: o restaurantes u otras carnicerías especializadas en productos gurmets o naturales. "Se nos conoce por la calidad", afirma Gordó. Por eso, con el tiempo, también empezaron a criar sus propios bovinos y cultivar el alimento de estos. Todo ecológico, pero, sobre todo, para potenciar el sabor de la carne.

Así la empresa cierra el círculo de la producción, ocupándose desde el campo hasta el plato. Gestionan incluso las ventas: el 70% de los clientes llaman directamente a Cal Tomàs para comprar sus productos. Y esto les permite mantener una relación cercana con ellos. "La mayoría son clientes pequeños, no nos interesa tratar con grandes superficies para no depender mucho de nadie", aclara Gordó.

Clientes en toda España

La mayoría de los compradores son de Barcelona y provincia. Aunque venden por toda España, cuentan con representantes en otras zonas para llevar a cabo las transacciones. De hecho, este año quieren consolidar la zona de Madrid. "También estamos en contacto con varios distribuidores para abrir mercado en el norte (Asturias, Cantabria y el País Vasco), quizá también en Andalucía", enumera la leridana.

Tampoco quieren limitarse solo a España. Ya en el 2016 comenzaron a exportar a Holanda, y este año ya envían sus productos a Reino Unido y Francia; de momento, el peso de estas ventas es relativo. "Prevemos que en dos o tres años sea una parte importante de la facturación", apostilla Gordó. Concretamente esperan que aporte el 3% o el 4% en el ejercicio del 2018.

Para ese mismo año prevén un 10% o 15% más de beneficios, el mismo crecimiento anual que para el 2017. En Cal Tòmas limitan a esos porcentajes el aumento de su resultado: aspiran a un crecimiento progresivo y sostenible. "No queremos dar el salto a ser una empresa industrial", aclara la gerente de la proveedora. Esto no significa que se cierren a ampliaciones: están a punto de comenzar la construcción de un nuevo obrador en el que invertirán 500.000 euros.