El epicentro del hedor

Los vecinos de El Prat están familiarizados con el mal olor puntual de los terrenos agrícolas, pero la peste nunca había llegado tan lejos

De relax 8 Andrés y Graciela pasan la tarde en una zona de pícnic del parque agrario, en El Prat.

De relax 8 Andrés y Graciela pasan la tarde en una zona de pícnic del parque agrario, en El Prat.

VÍCTOR VARGAS LLAMAS / EL PRAT

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Como los científicos que van a la caza de volcanes en erupción y otros desastres naturales en los reportajes de 'National Geographic': acudiendo allá de donde todo el mundo huye. Así se presentaba el desplazamiento al parque agrario del Baix Llobregat, a la altura de El Prat, donde parece estar el epicentro del pestilente desastre que se propagaba por la comarca y buena parte de la capital catalana casi en forma de plaga bíblica. Hasta que al llegar allí, la población autóctona relajaba a los recién llegados.

"Estamos acostumbrados. Ocurre en otoño y en primavera, las épocas fuertes de plantación, cuando se tira mucho estiércol", explicaba Cristóbal Torres, que tiene un pequeño huerto allí. Torres achacaba al viento la caprichosa concentración de efluvios en diferentes puntos de la ciudad y en los de otras localidades de los alrededores y explicaba que el 'ambientillo' se percibía "desde hace tres días". Apuntaba a la "materia prima" empleada como abono por los grandes agricultores de la zona para explicar tan intenso hedor: "Yo echo estiércol de cabra y no produce este pestazo; deben de estar probando algún fertilizante nuevo o se les ha ido la mano, porque el olor nunca había llegado a Barcelona".

Cerca de allí, Daniel cuestionaba que la magnitud de la tragedia fuera tal que atrajera a periodistas del centro de Barcelona. "Esta mañana se notaba el olor en Sant Boi, pero no puede haber llegado tan lejos, incluso si han fertilizado más de lo habitual", sostenía. Después de que el hombre se hubiera alejado, un labriego alertaba: "No reconocerá nada. Es uno de los mayores propietarios de campos de cultivo de la zona...".

El diagnóstico fue concidente entre los vecinos de la zona. También para Andrés García y Graciela Campos que pasaban la tarde paseando con Thor, su perro. "Íbamos en coche por la Gran Via y pensábamos que Thor pisó una caca. Pero al subir las ventanillas quedó claro de dónde venía la peste», decía Andrés. "Ahora no se nota, pero nunca había hecho tanta mala olor", añadía Graciela.

DAÑOS COLATERALES

Algo más allá del parque, en los alrededores del Carrefour, la atmósfera no era mucho más respirable. Daban fe Manuel Pazo y Rosa Raventós, los dependientes de la churrería del centro comercial. "En estos tres días de mal olor ha bajado la recaudación una barbaridad, no anima a la gente a comer, precisamente", exponía Manuel. Y Rosa daba cuenta de la hediondez: "Todo el día con fritangas, pero al llegar a casa a lo que huele mi ropa es a este olor insoportable, no a aceite".

También Lourdes Botello estaba expectante del posible estigma oloroso en la colada de su hogar, cerca de la plaza de Cerdà. "Espero no tener que repetir lavadora, pero si mañana sigue oliendo así tenderé en el interior". Agustín Valdés quitaba hierro al asunto: "Aquí pasa un par de veces al año, cuando abonan, y no nos quejamos. ¡Es que hay gente muy fina! Si queremos frutas y verduras hay que pasar por esto, que no es para tanto".

Menos comprensivos eran Daniel Moreno y Alí Ochan, que a sus 19 años no habían encajado esta peste. "Lo peor ha sido a mediodía y a primera hora de la tarde. En Sant Cosme olía a auténtica mierda", decía Daniel. Y Alí sonreía y apuntaba los daños colaterales. "Esto estará afectando a los bares. ¿Quién se va a sentar en una terraza con esta peste? Y a los payeses... Con este tufo todo el día, deben pillar un colocón para una semana... ".