El oso cavernario (4)

No existen diferencias genéticas para la inteligencia entre mujeres y hombres

El ambiente exclusivo donde crecemos es el que provoca la brecha de género

La genética descubre la verdad sobre la inteligencia masculina y femenina.

La genética descubre la verdad sobre la inteligencia masculina y femenina. / Gerd Altmann en Pixabay.

Alicia Domínguez y Eduardo Costas

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La genética ha demolido la idea ancestral de que la mujer es inferior al hombre porque la naturaleza le ha privado de un nivel de inteligencia equivalente al de sus congéneres masculinos. Es el ambiente exclusivo en el que nos criamos el que determina las diferencias y propicia la brecha de género.

Alicia Domínguez y Eduardo Costas (*)

Dice un viejo refrán que “lo que natura no da Salamanca no otorga”. Otro más moderno asegura que “un matemático nace, no se hace”. Ambos dan idea de que la cultura popular considera que la inteligencia es heredada, o sea, genética.

Durante milenios se ha considerado que las mujeres son menos inteligentes que los hombres. Centenares de documentos escritos, desde textos griegos clásicos a sesudas obras filosóficas modernas, argumentaban que la supuesta inferioridad intelectual femenina era debida a limitaciones intrínsecas en su naturaleza, es decir, que tendría una base genética.

Sociedades primitivas

Con el desarrollo de la teoría evolutiva se construyó un relato, supuestamente científico, para explicar la inferioridad de las mujeres: en las sociedades primitivas la selección natural actuaba duramente sobre los hombres porque eran ellos quienes ejercían las actividades más arriesgadas, la caza por ejemplo, y tenían que competir por el acceso a las mujeres.

Sin embargo, con las mujeres esta selección fue menos exigente, ya que su rol de cuidadoras era más seguro y su papel en la elección de pareja más pasivo. Este relato, con matices para adecuarlo a lo políticamente correcto, aún se mantiene vivo, aunque actualizado.

Así, hoy se argumenta que, a pesar de las oportunidades educativas que se han dado a las mujeres, su menor éxito en las áreas de conocimiento científico (Ciencia, Tecnología, Ingeniería y Matemáticas, conocidas por el acrónimo STEM y consideradas las más difíciles), se debería a que la mayoría de ellas son menos inteligentes que la mayoría de los hombres debido a causas genéticas.

Método científico

Para contrarrestar este relato, prejuicioso e ideologizado, que olvida la importancia del ambiente y de los roles asignados a los géneros, nos centraremos en la aplicación rigurosa del método científico.

Los genetistas llevan más de cien años trabajando en el modo de estimar, con la máxima exactitud, la importancia relativa de la genética y del ambiente en la inteligencia. Sin duda es un tema complejo en el que, afortunadamente, se ha avanzado mucho.

Lo primero que se necesita es medir la inteligencia con precisión, tarea a la que, durante décadas, miles de científicos han dedicado sus esfuerzos utilizando test estandarizados que miden componentes como la memoria, la concepción espacial o la habilidad lingüística, y mediante estudios observacionales que recogen datos como la curiosidad y la actitud abierta a nuevas experiencias, el éxito laboral, etc.

Tema complejo

A pesar de la complejidad del tema, se ha conseguido que las estimaciones de la inteligencia funcionen razonablemente bien y sean repetibles (una misma persona obtiene prácticamente los mismos resultados en distintas momentos de su vida), reproducibles (distintos investigadores obtienen resultados similares sobre una misma persona) y predictivas (aciertan bastante sobre cuál va a ser el rendimiento escolar y el éxito académico y profesional de una persona).

Tras medir cuidadosamente la inteligencia en cientos de millones de seres humanos en todo el mundo procedentes de los más diferentes ambientes (desde multimillonarios a pobres extremos, desde miembros de comunidades religiosas integristas a radicales anarquistas), se comprobó que las competencias cognitivas que definen el conjunto de habilidades, talentos y capacidades mentales a los que llamamos inteligencia,presentan una gran variabilidad dentro de las poblaciones y se ajustan a una distribución normal (la famosa campana de Gauss) en la que la mayoría de las personas poseen una inteligencia normal, hay pocas personas muy inteligentes o muy poco inteligentes, y escasísimos genios.

Genética y ambiente

Así, podemos tener genes para ser muy inteligentes, pero si sufrimos una infancia sin una nutrición adecuada, padeciendo enfermedades y sin oportunidades educativas, no alcanzaremos, ni de lejos, todo nuestro potencial.

Entonces, ¿qué pesa más, la genética o el ambiente?

 A nivel genético, dos personas cualesquiera comparten la gran mayoría de sus genes —son los genes universales que tenemos en común todos los seres humanos— y se diferencian en los llamados genes diferenciales, que son los que nos hacen distintos a unos de otros.

Los seres humanos tenemos poco más de 20.000 genes. La gran mayoría de ellos son comunes entre hombres y mujeres. Los hombres tienen un cromosoma Y que no tienen las mujeres. Este cromosoma tiene muy pocos genes (poco más de 70) y muchos de éstos se encuentran en el cromosoma X —se trataría de genes comunes entre ambos sexos—. Pero hay genes diferenciales que solo tienen los hombres en su cromosoma y están implicados en la diferenciación sexual masculina.

Actualmente, hay herramientas genéticas y estadísticas muy avanzadas para analizar el efecto de estos genes diferenciales, del ambiente compartido y del ambiente exclusivo, sobre los componentes de la inteligencia y de los rasgos conductuales en hombres y mujeres.

A nivel ambiental, dos personas, hombre o mujer, criadas en una misma familia, comparten un mismo ambiente, pero se diferencian en el llamado ambiente exclusivo que no comparten (la diferencia de educación en el seno de la propia familia, los amigos, diferentes lecturas, distintos modelos…).

Niños adoptados

Para comprender cómo actúa la genética y el ambiente en la inteligencia, recurriremos a la experiencia obtenida en la adopción de niños y niñas que, si bien tiene la limitación de tratarse de estudios realizados en países avanzados en los que los que éstos se entregan a familias acomodadas, lo que reduce las diferencias ambientales, no deja de ser muy interesante y esclarecedora.

Durante los últimos 70 años se han estudiado gemelos que fueron separados al nacer y criados por diferentes familias adoptivas. Éstos comparten todos sus genes, pero se diferencian en el ambiente exclusivo. El parecido que exista entre ellos, en su inteligencia y en sus rasgos conductuales, se debe al efecto de los genes. Pero han vivido en ambientes diferentes.

Luego están los recién nacidos que no tienen ningún parentesco entre sí, pero que son adoptados por una misma familia. En este caso el parecido entre ellos, en inteligencia y rasgos conductuales, será el resultado del ambiente compartido, es decir, de la educación, ya que tienen distintos genes diferenciales y distinto ambiente exclusivo.

También tenemos a los hermanos adoptados por distintas familias. En este caso solo comparten la mitad de los genes y también se diferencian en el ambiente exclusivo.

Y, por último, están los gemelos criados en una misma familia de adopción. Éstos son genéticamente idénticos y tienen el mismo ambiente compartido, diferenciándose sólo en el ambiente exclusivo.

Estudio riguroso

Por su parte, el ambiente compartido (que, en buena parte, es la educación recibida en el seno de la familia) explica menos del 20% de las diferencias de inteligencia entre las personas, mientras que el ambiente exclusivo es responsable de alrededor del 40% de las diferencias de inteligencia.

Tras numerosísimos estudios realizados en más de 50 países, nadie pudo encontrar que las mujeres tuviesen más variabilidad genética para la inteligencia que los hombres. Es más, los resultados de los estudios sobre la heredabilidad de la inteligencia demuestran que la hipótesis que planteamos al principio —la de la indulgencia de la selección natural con las mujeres frente a la rigurosidad con los hombres—, es totalmente falsa.

Otro mundo

Si eso hubiera sido así, si la selección natural hubiera eliminado a los hombres menos inteligentes, la gran mayoría de los hombres hubieran terminado siendo genéticamente inteligentes y, consecuentemente, habría poca variabilidad genética para la inteligencia entre éstos.

En cambio, si la selección natural hubiera permitido que también sobreviviesen las mujeres menos inteligentes, por ser su rol de cuidadoras menos exigente, hoy en día habría mucha más variabilidad genética para la inteligencia entre las mujeres.

Concluyendo, los resultados arrojados por los más rigurosos estudios de genética cuantitativa son contundentes: no existen diferencias genéticas para la inteligencia entre mujeres y hombres.

Brecha de género

Por tanto, pretender atribuir una menor inteligencia a la mujer en base a causas genéticas es rotundamente falso, tanto como cierto es que alrededor del 40% de las diferencias de inteligencia entre las personas depende del ambiente exclusivo en el que las mujeres han tenido, históricamente, menos oportunidades, al habérseles asignado un rol de género considerado de segunda categoría e impedido el acceso a la educación y a las oportunidades que sí han tenido los hombres, factores todos ellos que hoy día explicarían la brecha de género.

Hoy en día la humanidad se enfrenta a retos colosales como el calentamiento global, la crisis energética, el riesgo de aniquilación nuclear o nuevas pandemias, agravados por un contexto de desigualdad creciente.

En esta situación la humanidad no puede permitirse que las diferencias que marca el ambiente exclusivo limiten el acceso de las mujeres a las profesiones que resultan imprescindibles para nuestra propia supervivencia como especie.

 (*) Alicia Domínguez es doctora en Historia y escritora. Eduardo Costas es catedrático de Genética en la UCM y Académico Correspondiente de la Real Academia Nacional de Farmacia.

Referencias



Falconer D S and. Mackay T. F.C. Introduction to quantitative genetics (4th edn). Longman 464 pp (1996).

Pinker, Steven. The Blank Slate: The Modern Denial of Human Nature. Allen Lane, (2002).

Ploming R. & Daniels D. Why children in the same family are so different from one another? Behavioral and Brain Sciences 13: 336-337 (1991)

Polderman T J C, Benyamin B, de Leeuw C A, Sullivan P F, van Bochoven A, Visscher P M & Posthuma D. Meta-analysis of the heritability of human traits based on fifty years of twin studies. Nature Genetics 47: 702–709 (2015)

Ridley M. Nature via Nurture: Genes, Experience, and What Makes Us Humans. Harper- Collins. 328pp (2003). 

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