Tú y yo somos tres
La crítica de Monegal: Guerra ya llegó calentito y Motos acabó de incendiarle
Ferran Monegal
Crítico de televisión
Ferran Monegal
El pretexto, la excusa, era presentar su nuevo libro de memorias y de anécdotas titulado ‘La rosa y las espinas’. Pero lo que todos esperaban de esa visita de Alfonso Guerra a ‘El hormiguero’ (A3-TV) era un explosivo festival contra la amnistía, contra el pacto con los ‘indepes’, contra todo ese plan de Pedro Sánchez.
En realidad Guerra ya llegó calentito de su casa. Enseguida entró al trapo. Sobre la amnistía se le abrían las carnes. Decía: «¿Dónde se ha visto que las leyes las redacten los delincuentes?». Sobre Puigdemont se le abrían más: «¿Cómo es posible negociar con un prófugo? ¡No puedo entenderlo!». Y cuando se le pidió que señalase a qué político nunca le dejaría las llaves de su casa, se fue directo a la figura de Puigdemont, en cartoné, que habían colocado en medio del plató, y exclamó: «¡A ese, ese! ¡Porque se lo llevaría todo!». Y el público se regocijaba y rompía en vítores y aplausos.
Pero como es natural, Motos quería más. ¡Ahh! Todo presentador aspira a que su programa se transforme en un gran espectáculo, y Motos, para incentivar la pirotecnia, procedió entonces a servirle en bandeja más petardos para que los fuese explosionando sobre la marcha. Le fue lanzando preguntas, en forma de bombas de racimo contra Sánchez. Le decía, escenificando un clima de sobresalto muy bien trabajado: «¿Usted pensó alguna vez que un presidente de Gobierno negociaría el apoyo con unos delincuentes? (...) ¿Cómo es posible que un Gobierno se someta al control de unos mediadores no conocidos, en reuniones secretas, y en un país extranjero? (...) ¿El Gobierno puede plantear un referéndum para que una parte de España se independice? ¡Después de Catalunya vendrán los vascos!». Y así mucho rato. O sea, aunque Guerra ya estaba muy recalentado, Motos le iba arrojando cerillas para incendiarlo más.
Desde el punto de vista televisivo es una técnica que suele dar muy buenos resultados. Cuando el entrevistador asume como suyo el escozor y la irritación del entrevistado, no hay entrevista, hay un horno microondas. Le va subiendo la temperatura corporal para excitarle más. Y la audiencia disfruta ante tan vistoso sarpullido en formato ‘mascletà’. Consiguió Motos con Guerra la cifra más alta en lo que va de temporada: 19,5% de cuota de pantalla y 2.710.000 ciudadan@s mirándoles.
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