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La crítica de Monegal: Pepita, y los límites de la videncia televisiva

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Ferran Monegal

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Acaba de informar el ‘Telenotícies migdia’ (TV-3) que en la Audiencia de Barcelona ha comenzado el juicio a la vidente televisiva Pepita Vilallonga, acusada de «aprovecharse económicamente de una señora mayor que pasaba por un momento delicado de su vida». El relato del caso, en el ‘TN’, ha sido cumplido. Nos han contado que a la presunta víctima «la asustaron diciéndole que llevaba un muerto encima y que no viviría más allá del fin de semana», y que el sortilegio liberador le costó 31.000 euros.

La Fiscalía ha decidido no acusar a Pepita porque considera que no hay delito dado que la presunta víctima solo presenta un recibo de pago por importe muy inferior. La crónica ha concluido con esta advertencia: «Este caso evidencia el difuso límite que separa el engaño del esoterismo». ¡Ah! Es un tema muy interesante, y muy profundo, el que plantea este asunto. El juicio a Pepita está ‘sub judice’, de modo que no voy a incurrir en ningún juicio paralelo desde esta columna. Lo sensato es esperar al veredicto. Pero en términos generales, al margen de este caso concreto, es relevante señalar que el factor televisivo aumenta la adicción a la videncia. Es indiscutible. El factor pantalla, ya sea en un canal convencional, o en una pantalla alternativa como por ejemplo Youtube, actúa como potente gancho sugestivo. La tele eleva a rango superior la credibilidad del mensaje.

No es lo mismo, por ejemplo, lo que ocurrió años atrás con la famosa Adelina, la vidente de Jordi Pujol, que fue ampliamente tratado en los medios. La entrevistaron en ‘Espejo público’ (A-3 TV, 2014) y contó que le pasaba un huevo duro por la espalda para quitarle los malos espíritus, y que el huevo siempre acababa negrísimo porque absorbía «las malas energías que llevaba encima». Aquel fue un caso totalmente distinto. Pujol no conoció a Adelina por la tele. Fue a buscarla a Andorra. El caso de la presunta víctima de Pepita es otra cosa. La penetración a través de la tele, a un solo clic del mando a distancia, y sin tener ni que salir de casa, es un factor altamente invasivo. Seduce con una potencia terrible.

Pero permítanme una advertencia con buena intención: los peligrosos de verdad son esos otros que salen en la tele sin la bola ni las cartas del tarot. No se intitulan videntes. Ni siquiera son profesionales del esoterismo. Pero ese ‘límite difuso con el engaño’, como nos decían en el ‘TN’, lo rebasan tranquilamente todos los días.

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