Tú y yo somos tres

La crítica de Monegal: La Palma tiembla más desde la llegada de las teles

Reportero de Cuatro a 10 metros de la lava.

Reportero de Cuatro a 10 metros de la lava.

Ferran Monegal

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Decíamos ayer que durante la tarde y noche del domingo el tratamiento televisivo sobre la erupción volcánica en La Palma fue de gran corrección informativa. Y señalé también que el mérito era de la Televisión Canaria.

A la mayoría de cadenas con sede en el telehipódromo peninsular la erupción volcánica les pilló en bolas. Tuvieron que chupar las imágenes y las crónicas de la Televisión Canaria que, repito, hizo una labor impecable. Pero el panorama televisivo ha cambiado.

Las grandes cadenas ya han desembarcado en La Palma. Estrellas de programas informativos, de entretenimiento, de magazines y tutti quanti, ya se han desplegado por allí. Y ya ha comenzado la carrera por la audiencia. Según la sarcástica pareja Antonio Castelo y Miguel Lago (Los teloneros, Cuatro) la competición para conseguir el mayor impacto en estos momentos parece la está liderando el programa ‘Cuatro al día’.

Allí el reportero Alejandro Rodríguez ha conseguido batir el record de acercamiento a la lava. «¡A 1.100 grados de temperatura y tengo la lengua de lava a 10 metros! ¡Plano corto, Alfonso, plano corto, que estamos prácticamente tocando la lava!», nos decía brincando al lado mismo del magma incandescente.

Estas imágenes han producido gran alegría y excitación en el imperio Mediaset. Lo consideran una espectacular gesta. Yo no voy a cargar desde aquí ni un gramo de reproche sobre el cuerpo de este abnegado reportero: lo único que ha intentado es dar un plus sobrecogedor para que sus jefes estén satisfechos y les suba la audiencia. En realidad toda esta deriva televisiva buscando el impacto emocional alrededor de las catástrofes, no es nueva. Suele darse mucho en riadas o inundaciones.

Durante las tremendas tormentas en Murcia y Valencia de octubre de 2018, recuerdo –creo que fue en La Sexta– que sumergieron a un reportero, durante horas, en una zona que se estaba inundando. En la primera conexión, por la tarde, el agua le llegaba por los tobillos. En la última, por la noche, ya estaba sumergido hasta medio cuerpo. Tuvo mucho éxito aquella retransmisión.

Viví en Tenerife, dos años, a finales de los 60. Allí solían decir, con mucho humor, cuando llegábamos los estudiantes peninsulares a la Universidad de La Laguna: «¡A temblar, que llegan los godos!». Ahora La Palma tiembla más, desde la llegada de las teles.

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