TÚ Y YO SOMOS TRES

La amante androide y 'els altres catalans'

Ferran Monegal

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Estas escapadas de Jordi Basté en busca de nuevas experiencias sensoriales (<em>No pot ser!</em>, TV-3) provocan en él, y en nosotros también, una especie de admiración y espanto a partes iguales. La visita que ha hecho a la fábrica de robots sexuales con inteligencia artificial, en California, ha sido francamente inquietante. Ya no son muñecas hinchables. Son criaturas enigmáticas, sumisas, complacientes, fabricadas  para llenar la soledad de seres humanos melancólicos y desamparados. Yo creo que Basté primero disfrutaba paseando entre ese bosque de frontis turgentes y tetas fantásticas; o palpando las mejillas de unos culos, unas nalgas, sensacionales. Pero luego brotó en Basté el factor homo sapiens y tras mucho reflexionar comenzó a asustarse. En efecto, es para espantarse. El punto de teatralidad del rostro de Basté, sorprendido y hasta turbado ante la potencia sentimental de estas máquinas, esta vez ha sido un ingrediente narrativo acertado.

Programadas al gusto del consumidor, estas criaturas pueden albergar hasta aquello que don Pedro Calderón de la Barca llamaba El mayor monstruo del mundo, o sea, los celos. ¡Ah! Es tremendo pensar que la muñeca te pondrá mala cara si miras a la vecina con excesiva intensidad. En Osaka visitó Basté a Erika, la primera androide creada por Hiroshi Ishiguro con fines no sexuales. Digo lo mismo que dije cuando la visitó <strong>Iñaki Gabilondo</strong> en mayo del 2017 (#0, Movistar +): es tanta su perfección que TV-3 debería comprar una, y ponerla a presentar telediarios. Es dócil. No alega cargos de conciencia profesional ante noticias manipuladas o tergiversadas. Es insensible a las trampas. Desconoce la deontología periodística. Nunca se niega a nada. Y ni siquiera hay que darle el salario del miedo como paga. Es ideal.

UN JILGUERO EN CORNELLÀ. – Me ha mandado Paco Candel un wasap desde algún lugar del universo, y dice que ha disfrutado viendo a <strong>Jordi Évole</strong> en su último <em>Salvados</em>. San Ildefonso. Plaza con jilgueros tapaditos en su jaula. Remolino de jubilados varados. Una señora llegó de Galicia en el 63 y se ha pasado 56 años fregando, de rodillas, suelos de casas catalanas. Decía, con orgullo, «¡Casé a mi hija, una boda de lo más bonito en el mundo obrero!». ¡Ah! El mundo obrero de Els altres catalans. Hicieron Catalunya grande. Algunos no deberían olvidarlo. Candel se ha emocionado con este último Salvados.