TÚ Y YO SOMOS TRES
Periodistas 'hooligans' y caldo de pollo
Ferran Monegal
Crítico de televisión
Ferran Monegal
Ferran Monegal
Se ha generado un pequeño debate acerca del papel de los tres periodistas (María Claver, Albert Castillón y Carlos Cuesta) actuando en el estrado y frente a las cámaras como animadores y lanzadores de consignas en la manifestación de la plaza de Colón. Hay opiniones encontradas. Hay quien opina que ha sido una actuación lamentable, incompatible con el ejercicio del periodismo. ¿Cómo podrán informar de política a partir de ahora, con qué ecuanimidad y fiabilidad si se han significado como agentes de propaganda de una ideología determinada? ¡Ah! Este es un debate interesante.
En la época del NO-DO, por ejemplo –podríamos remontarnos mucho más atrás–, la información y la propaganda se fundían a golpe de ordeno y mando. El eje vertebrador de aquel noticiario era Franco, y los periodistas –falso periodismo en realidad– se movían alrededor de él en calidad de masajistas. No era información lo que practicaban, era sumisión y propaganda. Después, con la llegada de la llamada Transición (léase transacción) y tras el advenimiento de nuestra sui generis democracia televisada, los métodos del NO-DO se han perfeccionado. Ha entrado en el periodismo, con pasmosa naturalidad, el transformismo sobre la marcha. Puertas giratorias por las que algunos profesionales van circulando, y un día les ves de ideólogos y propagandistas a sueldo de un partido político y de su líder, y al día siguiente los ves en la tele presentando un informativo diario, o un programa de debate. Y viceversa.
Prestarse a obedecer, presentar e impulsar actos políticos de partidos de derechas, de izquierdas, de unionistas, de independentistas y tutti quanti se practíca hoy en día sin manías, con toda normalidad. El factor criatura televisiva con presencia en pantalla es un plus muy buscado por los aquelarres políticos. Y es bien sabido que en el mundo del circo el instinto de supervivencia, y el miedo a quedarse sin pista y sin trabajo, condicionan el arte del saltimbanqui.
Recuerdo que hace algunos años se armó un revuelo muy agrio porque un virtuoso director y presentador de teleinformativos diarios aceptó hacer publicidad de un caldo de pollo. Casi fue dilapidado. ¡Ah! Bendita ingenuidad. Ya me gustaría a mí que todo el reproche que se pudiera hacer al periodismo actual sea ser cheerleader, o hooligan, de un inofensivo sopicaldo de pollastre.
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