tú y yo somos tres
Aquelarre con muertos ajenos
Ferran Monegal
Ferran MonegalCrítico de televisión
Ferran Monegal
FERRAN MONEGAL
El espectáculo que nos han proporcionado esta semana enMás allá de la vida(T-5), con la presencia deAna Obregónnavegando por ultratumba a través de la médiumAnne Germain y los virtuosos servicios de traducción del acreditado políglotaJordi González, significa un paso más, un plus, un planteamiento novedoso, en la dinámica de este aquelarre. Lo habitual hasta ahora, por parte de las criaturas que se han prestado en este necrófilo circo, era contactar con sus muertos, los muertos de su familia.Ana Obregón,en cambio, ha basado su actuación removiendo el espíritu del fallecido baloncestistaFernando Martín. Incentivada por la médium, laObregónactuaba como si fuera su desconsolada viuda. Incluso en ese inquietante y fantasmagórico viaje, la británica hablaba de la existencia de un niño. Decía:«Ana, te da las gracias por el chaval, te da las gracias por el niño /../ Dice que el muchacho se parece a él pero que no salta 'tan rápido como yo'/../ Dice, 'Estoy dándole a nuestro niño una colonia... El niño no es tan resuelto ni tan testarudo como yo... Lo único que necesita es que seas muy madre... Nuestro chico... Podemos estar muy orgullosos de este chico'». Y preguntada luegoAnapor el inquietante misterio que significa este niño, respondió:«Esto ha sido muy fuerte, muy fuerte. No puedo hablar. Lo entiendo. Sé a lo que se refiere. Para mí tiene sentido».
Hombre, llegados a este punto de delirio, cabe preguntarse cómo le habrá quedado el cuerpo a la auténtica familia deFernando Martín. Cómo le habrá quedado el cuerpo a su hijo, el también baloncestista del Maccabi Ashod de IsraelJan Martín, y a su madre, la alemanaPetra Sonneborn. Ese papel que ha jugado laObregón, dando la impresión de ser la viuda deFernando Martín sin haberlo sido nunca, y jugando con el espectro de un niño («Nuestro chico... Podemos estar muy orgullosos...»), transforma la nigromancia en un aquelarre invasivo. Siempre ha defendido que cada uno es libre de estrujar a sus muertos como quiera. Puede resultar -siempre resulta así en este circenseMás allá de la vida- un ejercicio patético y muchas veces risible. Pero allá ellos. Son sus muertos. En el caso de laObregón, en cambio, se explota, se usa, un muerto ajeno. Un muerto del que ella no es familia. Ni viuda. Ni siquiera apelando al verso deRafael de León(«Yo soy quien más t'ha querío. Con eso tengo bastante»), ni siquiera usando la poética, se justifica.
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