tú y yo somos tres
Burkas azul y grana
Ferran Monegal
Crítico de televisión
Ferran Monegal
FERRAN MONEGAL
Arrancando con imágenes de los distintos clubs de fútbol españoles colonizados por capital árabe o asiático, y con un especial detenimiento en el Barça y su flamante camiseta anuncio de la Qatar Fundation, con este preámbulo, les decía, ha iniciadoJordi Évolesu nueva temporada deSalvados(La Sexta). ¡Ah! Ha sido un preámbulo con mucha intención y retranca. Porque después de pasar también imágenes de aquella entrevista que le hizoXavier Boschal presidente del Barça,Sandro Rosell(Àgora, TV-3), resaltando en concreto aquel momento en que el periodista le argumentó:«No sé si el Barça, a cambio de 160 millones de euros, debe ser cómplice de Catar limpiando la imagen mundial de esa dictadura», pues inmediatamente después de ese instante televisivo, ¡patapam!, vimos aÉvoleaterrizando en Catar. ¡Ah! Qué hermoso viaje. Y muy ilustrativo. Dado queSandro Rosellhabía dicho, textualmente:«Le puedo asegurar que todos los habitantes de Catar son muy felices», pues el tremendoÉvoleha tomado nota y se ha desplazado a este fabuloso emirato, a comprobar personalmente el grado de felicidad del que hablaba el presidente del Barça. ¡Ah! Lo que nos ha enseñado es meditable. Un Catar ostentoso, tapizado de lujo desmesurado, más hortera que Marina D'Or, con góndolas navegando por falsos lagos, o palanganas grandes, dentro de los centros comerciales, y con gondoleros que no reman porque van a motor -el remo es demasiado humilde-; también rebaños de mujeres comprando en tiendas carísimas, todas con burka («Aquí solo las pueden mirar sus padres, sus hermanos y su marido»,contó una periodista de Al Jazira). Y junto a este recargadísimo paisaje de lujo y señoras invisibles bajo el burka y el chador, también nos enseñóÉvole el otro Catar, el de los peones, la mano de obra barata (200 euros al mes), legiones de inmigrantes de Bangladés hacinados en polígonos industriales. Le dijoÉvoleal vicepresidente de la Qatar Fundation, en una minientrevista que le concedió:«Catar no es una democracia, es una monarquía absoluta». ¡Ah! Saltó entonces el jefe de prensa de la Fundation, una especie de censor ybodyguard, todo a la vez, y advirtió:«De política no se habla». Efectivamente, total felicidad. Quién sabe, quizás algún día la ósmosis comercial con Catar será tan profunda, que las señoras del emirato cambiarán el severo luto del burka por el alegre color azul y grana.
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