Adolescentes y nuevas tecnologías

Próximo destino, Snapchat

Complicidad 8 Berta consulta contenidos en su teléfono junto a sus amigos Adrià (izquierda) y Sergi.

Complicidad 8 Berta consulta contenidos en su teléfono junto a sus amigos Adrià (izquierda) y Sergi.

VÍCTOR VARGAS LLAMAS
BARCELONA

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Apenas pueden contener la risa cuando sienten el resuello virtual de los adultos en su denodado esfuerzo por adaptarse al vertiginoso ritmo de las nuevas tecnologías. Un guiño digital que sirve a los adolescentes para acomodar su realidad a una distancia más que prudencial del mundo adulto. Para cuando los mayores lleguen, cuando crean que controlan el entorno, los jóvenes ya estarán explorando un nuevo universo virtual.

Snapchat no es la excepción. Pero, de momento, los chicos aún se aprovechan de que la mayoría de padres siguen anclados en Facebook, o en Tuenti, o preguntándose quizá si su hijo está enganchado a las preguntas indiscretas de Ask.fm. Y no, eso ya es prehistoria para ellos. Ahora lo que se lleva es la mensajería efímera. Y aún les queda recorrido, margen de sobras para disfrutarlo.

Ese afán por la exclusividad, por marcar terreno, no es sinónimo de oscurantismo ni de prácticas de (excesivo) riesgo en la mayoría de ocasiones. A veces todo es mucho más sencillo. «Me gusta Snapchat porque la foto desaparece si no te gusta cómo has quedado en un selfie [un autorretrato], por ejemplo. Ni te preocupas, porque durará 10 segundos lejos de tu móvil» explica Mariona, de 15 años y estudiante de 4º de ESO en Barcelona.

El análisis es calcado al que hace Berta, de esa misma edad, y que repara en los usos prácticos de esta aplicación que más preocupan a las adolescentes. «Cuando sales guapa en una imagen, aprovechas para guardarla e incluso puedes colgarla en Facebook», explica. «Es la primera aplicación que no guarda el archivo de imagen si tú no quieres, o si no hay captura, claro. Por eso ha cogido fama tan rápido», expone.

Más éxito entre ellas

Para encontrar las primeras diferencias basta con distinguir entre ellos y ellas. «Con las chicas hay más fotos de grupo, nos gusta más pasarlas cuando estamos de compras, o maquillándonos. Todo lo que sea presumir», admite Berta entre risas. ¿Y los chicos? «A los chicos les gusta sacar la imagen de un partido, quizá. Y bromas, lo que sea para echarse unas risas. Recuerdo una foto de un amigo que fotografió a un profe sin que se enterara y usó el lápiz [herramienta de edición de imagen] para ponerle cuernos, gorro de Papá Noel...», explica.

Ella lo empezó a utilizar hace alrededor de un año, cuando comenzó a adquirir popularidad tanto en su instituto, en Vallcarca, como entre su círculo de amistades. También reconoce que el programa «engancha mucho más» a las adolescentes que a ellos. La estadística le da la razón. Evan Spiegel reveló que el 70% de los usuarios de la red social con sede en California son chicas.

Sin bajar la guardia

En lo que coinciden unas y otros es en que las nuevas aplicaciones llegan a su mundo para enriquecerlo. Una naturalidad que les lleva a complementar las herramientas que tienen a su disposición para lograr sus propósitos. «Whatsapp se sigue usando muchísimo. Pero cuando lo que quieres decir vale mucho más la pena como una imagen, pues recurres a Snapchat. Y si necesitas más texto que imagen, pues te vas a Whatsapp», sintetiza Mariona.

Ninguna de ellas conoce casos en su entorno en los que se haya hostigado o causado un serio perjuicio a algún joven. Pero son conscientes de que es un instrumento que puede resultar demoledor para la reputación y el equilibrio emocional de cualquiera. «He visto unas cuantas páginas de Facebook en la que se cuelgan fotos desagradables de chicos y chicas que no creo que les hagan demasiada gracia», suelta Berta.

«Cuando ves cosas así te das cuenta realmente de que no puedes bajar la guardia. Hay que ir con cuidado, no solo para no hacer nada que te comprometa demasiado, sino que tampoco es nada recomendable fiarse de alguien con quien no tengas mucha confianza o te puedes arrepentir», zanja.