Cosas que hacer en la red cuando estés muerto y testamentos digitales

Imagen de la pelicula cosas que hacer en Denver cuando estés muerto

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Se habla mucho de nuestro rastro en la redes cuando nos llega el momento del traspaso, sin ir más lejos Google ya tiene una herramienta que permite a los usuarios decidir qué hacer con sus datos digitales una vez que ellos hayan fallecido. Los usuarios podrán elegir entre eliminar el contenido de sus cuentas o nombrar a un beneficiario en un testamento. Sin embargo nuestro rastro por la red genera cada vez más preguntas, variables y nuevas situaciones a las que dar respuesta desde el ámbito de la ética, de la filosofía y de la legislación, creando nuevas, reglas, teorías y leyes.

Uno de los efectos indeseables de la falta de un soporte físico de los archivos que compramos en la red, es la nula legislación existente sobre la posibilidad de legar a los tuyos la música, libros o películas que compraste legalmente en Amazon o Itunes. Seguramente no tardaremos mucho en ver como se sofistican los testamentos digitales mediante lugares seguros en la red en los que se almacenen nuestro llavero de claves (como en los MAC) y sea accesible para quien decidamos que lo administre en el futuro.

También es importante el derecho a la intimidad, ante la desinhibición de mucha gente para compartir su vida en la red, hay mucha personas que no quieren que se sepa de ellos, no todo el mundo quiere dejar huella o es lo suficientemente modesta para pensar que no aportara nada interesante, por lo que prefiere pasar desapercibidamente.

Por el contrario hay otras formas de pensar, lo que podemos denominar como la piel digital, la superposición de capas digitales que nos permiten crear una biblioteca 2.0 o repositorios de la información, del conocimiento, del saber y de las experiencias, que hoy son nuestras, pero mañana lo serán de nuestros descendientes que nos miraran digitalmente como antepasados de los que aprender, entender, juzgar, aprobar o reprobar directamente y no por la evolución genética, el conocimiento trasmitido por terceros, osmosis, etc.

William Gibson, especula en su conocida novela de ciencia ficción Neuromante, sobre la posibilidad de trasmitir la mente de una persona a la red, por lo que viviría eternamente alojada entre la red de servidores y se manifestaría en nuestras pantallas cuando quisiera y mediante holográficas siempre que tuviera la manera de generarlas ( como un vulgar ectoplasma del pasado). Obviamente esto aun queda un poco lejos para la ciencia, pero hay cosa que son más factibles.

En la lapida de Groucho Marx, se puede leer perdone que no me levante, quizás hoy se planetaria hacer un epilogo que pudiera visionar todo aquel que se situase ante la lapida, pero cada vez será más común grabar un testamento, mensaje o epilogo vital para compartirlo con propio y/o extraños. La moda y las sociedades cambian, en el siglo diecinueve y principio de los veinte no parecía extraño fotografiar muertos y coleccionar fotos de familiares, amigos y conocidos traspasados.

Por lo mismo que se seguirán viendo el vídeo billi Jean de Michael Jackson eternamente, no hay motivo para que la gente no quiera dejar recaditos y conocimientos para los vivos, cuando ya hayan fallecido, lo cual puede generar modas indeseables, una nueva estirpe de litigios en los juzgados y la reprobación de las religiones principales, que no las veo por la ceder el negocio de la vida post mortem, sin ir más lejos ahora la pelea entre los medios convencionales acostumbrados a publicar caratulas, las funerarias y las plataformas verticales de buscadoras de recuerdos y testimonios de muertos es precisamente, ser la web de referencia en la que  centralizar la información post mortem, de facto se esta recreando un negocio tan antiguo como la vida y que empezó con la fabricación de osarios.

Todo esto puede generar nuevas situaciones. Pantallas en las lapidas o columbarios. Que España o Catalunya legislen de manera única en el mundo al respecto y sea un paraíso terrenal/virtual en el que sea alojen los servidos (en doble sentido) de la piel digital de nuestros antepasados de todo el planeta y de todas las épocas.

Que se genere un protocolo mundial al respecto, y se garantice la legalidad transnacional de la información, a nadie le gustaría que parseasen sus recuerdos una empresa en Singapur, China o Sudáfrica para integrarlos en un robot con recuerdos retro dentro de dos siglos o que algún iluminado intente patentar rasgos generales de la forma de ser mi abuelo como un patrón de conducta estandarizada. O puestos a suponer que alguien recoja el ADN de un antepasado, sus archivos en la red y tenga la tentación de clonarlo y administrarle recuerdos almacenados. Como mínimo ya tenemos el guión de una nueva película o de un nuevo libro de Gibson.

En todo caso volvamos al principio, ¿que tal una iniciativa popular tipo change.org pidiendo que se legisle todos los aspectos vinculantes a nuestra herencia digital?, no solo la relativa a la redes sociales o las cuentas de correo, el tema como se puede comprobar es tan amplio y complejo como pueden ser nuestras vidas. Quizás tendremos muchas cosas que hacer en la red cuando estemos muertos.

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