Suceso

La madre de Yurena López, la joven asesinada en Gran Canaria, asegura que desde que se mudó a la comuna de Hoya del Pozo "ya no me duele respirar"

Subsiste con una pensión de 900 euros y como está "desencantada con las administraciones públicas", en quienes no encontró apoyo cuando asesinaron a su hija, no quiere ningún tipo de ayuda. "Lo único que quiero es empadronarme aquí"

Lidia Henríquez, ayer delante de la caseta en la que vive actualmente en Hoya del Pozo.

Lidia Henríquez, ayer delante de la caseta en la que vive actualmente en Hoya del Pozo. / JOSÉ CARLOS GUERRA

Esther Medina Álvarez

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"Ya no me duele respirar". Lidia Henríquez, madre de Yurena López, la joven que fue asesinada por su pareja en 2017 en Lomo Magullo, en Telde (Gran Canaria), asegura que ha empezado a vivir de nuevo desde que decidió dejar atrás todo y trasladarse a La Comunidad, el nombre de la comuna que se ha creado en un terreno privado de Hoya del Pozo, entre las viviendas y el barranquillo, donde reside una decena de personas en casetas y furgonetas camperizadas.

"Yo sé qué me curaría y es que mi hija estuviera viva, pero eso no va a ocurrir", asegura. "Me pegué siete años tirada, tomando pastillas y no había nada que hacer conmigo. De hecho, me he intentado suicidar varias veces". Sin embargo, desde que se mudó a este solar siente que empieza a "vivir de nuevo" y su familia la ve tan bien "que dice que para que esté tan enferma como antes, es mejor que siga aquí". De hecho, su hija y sus nietos van a verla a menudo.

Subsiste con una pensión de 900 euros y como está "desencantada con las administraciones públicas", en quienes no encontró apoyo cuando asesinaron a su hija, no quiere ningún tipo de ayuda. "Lo único que quiero es empadronarme aquí".

Con permiso del dueño del suelo

Cada uno de los miembros de este pequeño poblado ha llegado por algún motivo distinto, pero a todos les une el querer vivir en comunidad, alejados de las urbes y conectados con la naturaleza. Aseveran que están "recuperando la flora autóctona" y manteniendo el lugar limpio, y usan productos ecológicos para no dañar el ecosistema. "Somos como los hippies", exclama Lidia Henríquez. Entre sus compañeros, agrega, "hay una chica que hace voluntariado internacional y cuando está en la isla se queda aquí", un voluntario de Cruz Roja y un técnico agrícola, entre otros perfiles. 

Ahora, quieren hacerse oír para defender su derecho a residir en esta parcela que ocupan "con la autorización de su dueño", frente a los vecinos, que reclaman que tanto este campamento como las numerosas autocaravanas situadas en el aparcamiento junto al paseo marítimo, sean desalojados.

Rafael Gómez, el primero en instalarse en este solar y el primero en conseguir empadronarse.

Rafael Gómez, el primero en instalarse en este solar y el primero en conseguir empadronarse. / JOSÉ CARLOS GUERRA

Uno de sus vecinos es Enrique Javier Alonso, de 58 años. Nació en "la cama de mi abuela, en La Isleta", en Las Palmas de Gran Canaria y allí permaneció hasta hace un año, cuando decidió trasladarse a este campamento. "No estamos al margen de la sociedad porque no nos lo podemos permitir tampoco porque hay que cobrar la pensión por el banco, tienes que comprar, tienes que ir a médicos o a la farmacia", cuenta este operario naval que tiene una pensión desde hace 17 años, cuando fue trasplantado de hígado. También es diabético.

"Si soy sincero, creo que este ha sido el mejor año de estos 17 porque estoy más tranquilo". Antes vivía con su madre, pero su salud se resquebrajó "y me diagnosticaron el síndrome del cuidador y cogí una depresión como un burro" que está superando con su nueva familia, la de La Comunidad, y con su hijo de seis años, que pasa con él los fines de semana en Hoya del Pozo.

Ellos niegan que sean conflictivos y aseguran que mantienen limpio el solar, y aunque tienen algunos detractores entre sus vecinos que reclaman su desalojo, hay otros que hasta les regalan muebles. Rechazan también los comentarios sobre que usan las duchas de la avenida o que hacen sus necesidades fisiológicas en el barranco. "Contratamos una cuba para llenar los depósitos con 4.0000 litros de agua y tenemos nuestros baños químicos que vaciamos en la depuradora". También tienen neveras y cocinas de gas.

Juan Carlos González, uno de los últimos en incorporarse a la comuna de Hoya del Pozo.

Juan Carlos González, uno de los últimos en incorporarse a la comuna de Hoya del Pozo. / JOSÉ CARLOS GUERRA

El primero ya está empadronado

A cambio, viven como una familia. Cada día, una de las vecinas prepara la comida, para la que aportan todos, y se sientan juntos a la sombra para compartir. Hoy tocaba caldo de papas y mientras su esposa empezaba con los preparativos en la cocina Rafael Gómez cortaba el cilantro del pequeño huerto que ha plantado junto a su caseta.

Él vivía en Los Llanos y fue el primero en llegar, hace ya tres años. Ayer, después de mucha lucha y varios intentos, consiguió empadronarse en esta parcela esgrimiendo "el BOE del 2020, del 17 de febrero, que dice que todas las personas debemos estar empadronadas en algún sitio". Ahora, añade, "solo falta que venga la Policía Local para verificar que vivo aquí y alguien de Servicios Sociales", y ayudar al resto de habitantes a realizar este trámite administrativo.

Ha sido testigo de cómo ha crecido La Comunidad y le parece "estupendo. Intento ayudar a todo el mundo y todo el mundo intenta ayudarme" y la convivencia, aclara, es muy buena.

Explican que tienen normas de convivencia, entre las que se encuentran los cuidados del espacio, que no se hagan fiestas y el respeto. Tampoco admiten drogas. "Las únicas que hay aquí son de farmacia", bromea Rafa Gómez haciendo alusión a las enfermedades que padece gran parte de las personas que viven en este campamento. "Solo entre mi mujer y yo tomamos más de 30 cada día".

Un bebé en camino

"Lo único que quiero es que nos dejen tranquilos, que nosotros no molestamos a nadie".

Uno de los últimos en llegar, hace siete meses, es Juan Carlos González, que se emociona al recordar cómo le está ayudando La Comunidad para rehacer su vida lejos de su exmujer y su hijo, "con los que me llevo bien, pero viven en mi anterior casa" y después "de tanto que me ha pasado en la vida". Cuenta que siempre ha trabajado como técnico, pero ahora, con los problemas de salud, "me han operado de muchas cosas, no puedo trabajar".

Pronto dejará de ser el nuevo, porque una de las parejas que ocupan un trozo de este solar está esperando un bebé y la gran familia que forma esta comuna crecerá.